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La “tristeza” de los libros en cuarentena

Libros en cuarentena

Francisca Bravo Miranda

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La biblioteca de Ossa de Montiel se presenta como “un centro local de información que facilita a sus usuarios toda clase de conocimientos e información”. Es la definición que se incluye en el manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública, en la que habla de estos centros como encargados de acercar la cultura a través de los libros y las nuevas tecnologías. Como todas las demás, la biblioteca en la que trabaja Paco Alfaro, presidente de la Asociación de Bibliotecarios de Albacete, ha pasado por una situación extraordinaria y única, desde su apertura en 1977. Tras la cuarentena no ha sido tan sencillo desarrollar la máxima en la que basan su trabajo: “Abierta a todos”.

“Ha sido muy difícil, muy complicado. Tomamos las medidas que se están tomando en todos los sitios, como el uso de gel, la mascarilla, las mamparas y mantener la distancia social. Pero la situación sigue siendo marciana, porque la biblioteca es un servicio de cercanía y siempre ha sido este el punto de vista de las bibliotecas municipales”. Alfaro recuerda que el papel de las bibliotecas ha sido siempre ofercerse como un apoyo a los pueblos, pero que la gente ahora, cuando entra, lo hace con miedo. “Pero cuando tú entras, lo que quieres hacer es toquetearlo todo, coger los libros ojearlos. Pero ahora, eso es difícil”, afirma.

Y aunque todavía se ofrece el servicio de ordenadores, las nuevas tecnologías de las que hablaba la presentación de la biblioteca, el tener que ir desinfectando todos los elementos hace que “sea un poco extraño para los usuarios” y también para el bibliotecario. Los bibliotecarios sienten “tristeza”, asegura Alfaro, según explican los miembros de la asociación. Por ejemplo, en el caso de tener que dejar los libros en cuarentena, que al principio era durante dos semanas y ahora, son sólo tres días. “Así tenemos que ir funcionando”, lamenta.

La realidad es que la gente “va mucho menos, muchísimo menos” y siempre con una “sensación de miedo”. “Entran cogen el libro y enseguida se van”. “El sentido de la cercanía, este carácter se ha visto muy afectado. Nuestra labor de ayudar a las personas, de saber lo que les gusta y poder darles un libro, hablar de ello, guiarlos, hablar de la vida... Ahora es cada vez mucho más extraño”. Pero ahora sólo cabe aceptar que la situación va a seguir así hasta que... “acabe de una dichosa vez”.

Eso sí, asegura que los protocolos no tardaron en llegar y que las instrucciones han sido claras. “Primero abrimos sólo para devoluciones, luego devolución y préstamo... Pero por ahora muchos servicios siguen cerrados como la sala infantil. Cada semana recibimos un protocolo diferente, pero ahora ya depende de lo que cada bibliotecario que haya decidido hacer para adaptarse”, explica. De cara al curso escolar, explica, también el futuro se ve “complicado” porque “nadie sabe qué va a pasar”. “Nos dijeron que en verano no nos iba a afectar, pero parece que no deja de crecer y nos vemos con la condena de que en otoño va a empezar otra vez la amenaza”, recalca.

¿Qué va a pasar con los talleres, las reuniones, los encuentros con autores, los clubs de lectura?, se preguntan. “No tenemos claro como vamos a poder manejarlo”, asegura. Por eso, la sensación general es de “mucha tristeza”. “Este es nuestro mundo, nuestro trabajo. Las bibliotecas buscamos que la gente se acerque a ellas y que hagamos actividades con ellos. Pero ahora, emos que la gente no quiere reunirse. Va a ser muy extraño todo, pero tenemos que asumirlo y pensar que es mejor que cuando estábamos encerrados en casa”, concluye Alfaro.

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