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“Que la riqueza tribute al 1% es razonable, asumible y no puede trastocar tantas decisiones vitales”

Helena Franco e Itziar Miner impulsaron un impuesto sobre la riqueza en Gipuzkoa

Oriol Solé Altimira

Helena Franco e Itziar Miner impulsaron un Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas en Gipuzkoa bajo el mandato de Bildu en la diputación, cuando fueron diputada de Hacienda y directora de Política Fiscal, respectivamente. Con el cambio de gobierno en las pasadas elecciones de mayo, PNV, PSE y PP desdibujaron buena parte del proyecto tributario, que no obstante estuvo en vigor durante 2013 y 2014. Este sábado Franco y Miner participan en Barcelona en la II jornada de Fiscalidad Justa que organiza la Plataforma per una Fiscalitat Justa. Hablamos con ellas sobre el impuesto a la riqueza y la conciencia fiscal en la sociedad.

¿Que querían conseguir con el Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas?

Helena Franco (H.F.): Nuestro planteamiento fue buscar una fiscalidad más justa en la que los ricos también paguen. Casi habíamos llegado a un nivel en que los ricos no pagaban en función de su capacidad, sino que había que empezar por hacerles pagar algo. No nos conformamos con recuperar el impuesto de patrimonio. También decidimos hacer un nuevo impuesto para gravar la riqueza.

Itziar Miner (I.M.): El impuesto grava la riqueza neta y real de la que dispone una persona, esto es, las propiedades menos las deudas.

¿En que se diferencia el impuesto a la riqueza con el de patrimonio?

H.F.: Se trata un impuesto moderno sobre la riqueza para corregir los defectos que tienen los impuestos de patrimonio al uso, ya que dejan áreas de elusión para las grandes fortunas. El impuesto de patrimonio a la práctica sólo grava a los patrimonios medianos porque deja suficiente áreas de escape para las grandes fortunas.

I.M.: Introdujimos dos cuestiones muy importantes que cambiaban la imposición: eliminamos la exención de los activos productivos cambiándolo por una bonificación. Eso ataca a los que tienen mucho poder económico. Luego está el escudo fiscal, que es un límite al pago en función de la renta declarada (no la que realmente se obtiene, sólo la que consta a efectos de IRPF).

¿Cuál fue el cambio a la práctica tras la eliminación del escudo?

H.F: Antes del impuesto, a una persona que declaraba 50.000 euros de renta le tocaría pagar 12.500 euros en IRPF. Pero esa persona podía tener más bienes, inmuebles o fondos de inversión, por ejemplo, valorados en 10 millones de euros. Si a esto no le sacaba ninguna renta (porque las plusvalías del fondo de inversión no van a la renta declarada), el tipo máximo era del 2,5%, por lo que pagaría hasta 250.000 euros. Pero con el escudo, esta persona no puede gastar más del 60% de renta declarada pagando los dos impuestos (IRPF y Patrimonio), por lo tanto lo máximo que podía pagar entre los dos serían 30.000 euros. Como paga 12.500 de IRPF lo máximo que podía pagar de patrimonio serían 17.500 euros.

I.M: Con el impuesto quitamos el escudo pero bajamos los tipos al 1%, con lo que el máximo a pagar para el patrimonio de esa persona serían 100.000 euros. Está claro que el impuesto no gustó a todo el mundo. Una contribuyente hizo un recurso porque consideró que el impuesto era recaudatorio, pero pudimos ver que, si bien su renta se había mantenido, su patrimonio y sus rentabilidades se habían incrementado mucho.

H.F.: La cuestión del escudo fue muy polémica, y en el pasado se había usado para concluir que había que quitar el impuesto. Pero en realidad, si se detectan vías de escape fiscal como el escudo hay que corregirlas, no quitar el impuesto. Y eso hicimos.

Comentaban que una contribuyente recurrió. ¿Hubo mucha oposición al impuesto?

I.M.: La patronal gipuzkoana había estado en contacto con nosotros pero lo dejaron pasar porque no pensaban que el impuesto fuera a prosperar. Y luego fueron muy críticos. Las críticas se vehícularon a través de medios de comunicación del grupo Correo y Vocento, muy influyentes en Gipuzkoa. El ataque fue impresionante, también por parte de los partidos políticos de derechas.

H.F.: Nos dijeron de todo. Que era un impuesto ideológico, confiscatorio.... Los impuestos son el precio que hay que pagar para que las sociedades sean justas, civilizadas y avanzadas. Y el que no lo quiere entender y prefiere la ley de la selva también tiene ideología.

¿El cambio de gobierno tras las elecciones de mayo ha modificado el impuesto? Cuánto ha recaudado el tiempo que ha estado en vigor tal y como se aprobó?

I.M.: El PNV, el PSE y el PP han empezado a desarmar un poco el impuesto, aunque no lo han retirado del todo.

H.F: Estuvo en vigor dos años, 2013 y 2014, hasta el cambio de gobierno. El primer año se recaudaron 58 millones y el segundo 60 millones. Parece poco, pero es el 1,5% de la recaudación de Gipuzkoa y un 0,29% del PIB. Pero no solamente se trata de cuánto se recauda sino también sobre quién cae el peso de la recaudación. Respecto al impuesto de patrimonio anterior se redujeron los tipos: pasamos de un máximo de 2,5% a un 1%, pero en cambio se amplió la base sobre la cual se aplica este impuesto, sobretodo para los que más tienen. Con tipos inferiores se consiguió recaudar un 47% más orientando la carga del impuesto hacia aquellos patrimonios de mayor entidad.

¿Huyeron muchos capitales, que es uno de los argumentos que siempre se pone en contra de un impuesto de este tipo?

I.M: Está claro que el capital es el que más capacidad tiene para moverse y deslocalizarse, pero también hay gente que está unida a un territorio. Sabiendo que Gipuzkoa es un territorio pequeño, planteamos cambios pequeños, razonables y asumibles para las personas que tienen esos patrimonios. La otra alternativa, claro, es la tributación 0 en algunas comunidades cercanas, como en Madrid.

H.F.: Que la riqueza tribute al 1% es razonable, asumible y tampoco puede trastocar tantas decisiones personales y vitales de la gente como dicen los críticos con el impuesto. Se exagera mucho con la huida del capital. En la campaña de 2013 del impuesto sobre la riqueza, en comparación con lo tributado 2012 en patrimonio hubo contribuyentes que dejaron de pagar porque habían fallecido y otros porque no llegaron al mínimo. Llegamos a la conclusión que sólo hubo 49 contribuyentes deslocalizados de Gipuzkoa por motivos fiscales, de 7.500 que pagaron el primer año y 8.000 el segundo. Estadísticamente no es significativo.

El otro argumento es que si el sistema europeo de impuestos no está armonizado, no vale la pena intentar cambios de calado desde una hacienda local.

H.F.: Sería ideal que estuviera armonizado, porque entonces se limitan los problemas de fuga de capitales y el discurso del miedo en torno a eso, y conseguiríamos una mayor riqueza a distribuir. Hay que luchar por la armonización a nivel europeo, pero al mismo tiempo hay que dar avances también a nivel local, aunque sean modestos. En la medida que no está armonizado, los gobiernos pioneros que vayan de avanzadilla están asumiendo unos riesgos importantes. Es muy importante que cada gobierno mida muy bien los riesgos que asume pero avanzar en la buena dirección. Demostrar en la práctica que es posible, que no sólo se puede competir para ver quién pone impuestos más bajos. Avanzar en la armonización pero a la vez desde los gobiernos dar pasos, aunque sean modestos y con un apoyo social importante de los movimientos sociales. Sería la receta perfecta.

¿Si el impuesto de patrimonio planteaba vías de elusión desde hacía tiempo, por que hasta que ustedes no llegaron al gobierno foral no se intentaron atajar?

H.F.: Porque los grandes grupos del capital tienen mucho poder político y económico y tienen, desgraciadamente, organizadas en función de sus intereses las haciendas que se suponen democráticas. Hay que ser muy consciente de ello para intentar cambiar las cosas. Tenían miedo que el debate fiscal saliera a la calle y además cuando el debate era exigir más a los que se les puede exigir más en un momento en el que mucha gente lo estaba pasando mal.

Todo ello a pesar de que el impuesto sobre la riqueza es un impuesto que está muy bien considerado en todo el mundo, y lo paga el 1,1% de la población de Gipuzkoa, y la parte más importante el 0,00022%, que son 150 personas. Los que tenían más de 10 millones de euros y siempre por menos del 1% de su patrimonio.

¿Que le recomendarían a Oriol Junqueras, flamante conseller de Economía y Hacienda de la Generalitat?

H.F.: Luchar por tener más competencias, porque las comunidades autónomas de régimen común están muy limitadas. Y además, tener claro que la cuestión tributaria no es solamente la gestión de los impuestos. Lo importante es su definición normativa, el diseño tributario en sí. En los grandes impuestos no hay nada que inventar: está el IRPF, el de patrimonio-riqueza, sociedades, los indirectos (IVA y especiales) y los impuestos menores -sucesiones, transmisiones, etc. La imaginación fiscal no da para mucho más: puedes poner impuestos ambientales, alguna tasa especial pero el grueso de la recaudación viene por los impuestos tradicionales.

Lo importante es tener competencias para diseñar los impuestos en función de la realidad política. Si hay una exigencia para tener mejores servicios públicos, hay que abordarla en términos de justicia tributaria. Por lo tanto lo que se trata es definir los impuestos en función de la capacidad recaudatoria de los distintos grupos. Si hay impuestos muy bien diseñados pero con suficientes vías de elusión para que la capacidad recaudatoria esté condicionada, no se va aumentar la recaudación. El nivel de exigencia fiscal de la clase trabajadora y la clase media ya es enorme. Hay que intentar aumentar la recaudación exigiendo al resto en función de su capacidad.

¿Cómo se puede abordar la concienciación social sobre la importancia de la justicia tributaria?

I.M: El debate fiscal molesta mucho. No interesa que esté en la calle. Y hay casos que directamente son fatales, como las campañas de 'día sin IVA' que hacen grandes marcas y centros comerciales. Están engañando a la gente, porque el IVA tienen que pagarlo, si no están defraudando. Con este tipo de campañas, que tienen mucha capacidad para llegar a la gente, se da una imagen nefasta y se desvirtúa la labor que desde instituciones, sindicatos y movimientos sociales se hace entorno a la fiscalidad.

H.F.: Hay que concienciar a la población que los impuestos no son cosa de cuatro técnicos. Según cómo se diseñe el sistema fiscal los de siempre, es decir, la clase trabajadora y la media que sostiene el sistema tributario, va a tener que pagar más. El diseño fiscal es fundamental respecto al modelo de país que se quiera. Y hay que hacer impuestos sencillos. Cuanto más farragoso es un impuesto, más barreras de conocimiento se ponen a la mayoría de población. Además, los gobiernos comprometidos con el cambio y la transformación social tienen que llevar el debata fiscal a la calle. En forma de jornadas, apoyando a los movimientos sociales, o con la educación.

¿Qué hicieron ustedes al respecto cuando tuvieron responsabilidades de Gobierno?

H.F.: Planteamos que las escuelas y los institutos vinieran a la Hacienda a conocerla como algo que afecta a sus vidas. Los Gobiernos tienen que compartir las decisiones tributarias para que el resultado sea mucho más favorable para todos y para que se genere conciencia de lo importante que es la Hacienda pública. Además, hay que reunirse con los trabajadores que sostienen el sistema. Los pequeños autónomos y gremios nos decían que estas campañas de 'día sin IVA' de las grande marcas les hundían, porque la gente terminaba por creer que el IVA podía ser voluntario, y que depende del suministrador. Y fuimos a explicar la fiscalidad a los pueblos. Fue una tarea difícil pero muy gratificante.

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