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Cuando Einstein llegó a Barcelona y nadie lo recibió: 100 años de su histórica visita a la capital catalana

Albert Einstein, en la escuela industrial de Barcelona en febrero de 1923.

Pol Pareja

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Albert Einstein y su esposa Elsa se bajaron del tren en Barcelona y no sabían adónde ir. Estaban en la estación de Francia y nadie había ido a recibirles porque el científico no pudo avisar de la hora y del día de su llegada. Tampoco le habían comunicado cuál iba a ser su hotel. 

Algunos artículos de esos días aseguraron que Einstein y su mujer, algo desorientados, acabaron durmiendo en una humilde fonda en el centro de la ciudad hasta que al día siguiente les hospedaron en el Ritz. Otros reporteros e historiadores, sin embargo, describen una versión menos jocosa: Einstein acudió a la casa del científico Esteve Terradas y dejó ahí una nota (que todavía se conserva) avisando de su llegada y al poco rato fue llevado a su hotel. 

La semana que viene se cumple un siglo de ese recordado “plantón” al científico más ilustre del siglo XX, que era ya toda una estrella cuando recaló en la capital catalana. El Premio Nobel y autor de la teoría de la relatividad pasó a finales de febrero de 1923 una semana entera en Barcelona, en una visita histórica que le llevaría posteriormente a Madrid y Zaragoza. 

Einstein había sido invitado por la Mancomunitat, una institución que agrupaba las cuatro diputaciones catalanas que pretendía, entre otros objetivos modernizadores, impulsar una comunidad científica renovada en Catalunya. Durante esa época se creó la escuela industrial y el servicio meteorológico catalán, en un proceso de innovación que se vería abortado meses después con el golpe de Estado de Primo de Rivera. 

El mencionado Terradas le había invitado un año antes y el físico no había podido venir por temas de agenda. En 1923 finalmente aceptó. Según los historiadores, en su decisión pesaron tanto las relaciones personales que mantenía con diversos ingenieros y científicos estatales como la neutralidad que había tenido España en la Primera Guerra Mundial. Tras el pacto de Versalles (1919), los alemanes habían sido excluidos de las organizaciones internacionales y sufrían el ostracismo de la derrota. Sus intelectuales y científicos tampoco eran invitados habitualmente al extranjero excepto a lugares que habían permanecido neutrales en la contienda.

El científico fue recibido con honores en la ciudad (habló en el Saló de Sant Jordi del Palau de la Generalitat, también fue recibido en el Ayuntamiento) y la prensa siguió su día a día en Barcelona como si fuese una estrella. Días antes de su accidentada llegada ya se informaba de su inminente aparición aunque nadie sabía en qué momento exacto llegaría a la ciudad.

“Einstein fue un fenómeno mediático muy singular”, señala Antoni Roca Rosell, profesor de Historia de la Ciencia en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y autor del reciente libro Quan Einstein passejà per La Rambla (editado por su universidad). “Era una persona muy informal, bromista y a la vez tenía una proyección pública que no es nada habitual en un científico”.

Einstein pronunció tres conferencias en Barcelona y, según la prensa de la época, casi nadie entendió nada. Algo similar ocurriría en su posterior visita a Madrid, hasta el punto que el célebre Julio Camba escribió en El Sol: “Indudablemente, todos los allí reunidos le admirábamos mucho; pero si alguien nos pregunta por qué le admirábamos nos pondrá en un apuro bastante serio”.

Según Roca Rosell, a las conferencias de Einstein -cuya asistencia valía unas 25 pesetas, una cantidad relevante en la época- acudieron muchos curiosos atraídos por su figura pero que no sabían nada de Física. “Él siempre decía que hacía conferencias para entendidos”, rememora este historiador. “No le interesaba la divulgación”.

Lo que más alboroto generó, sin embargo, fue la visita que el científico hizo a la sede de la CNT y el encuentro que tuvo con el histórico líder del sindicato anarquista Ángel Pestaña. Si bien durante su vida Einstein se significó en varias ocasiones con el movimiento obrero, un error de traducción (o de interpretación) le obligó a desmentir unas palabras que a día de hoy todavía se le atribuyen en algunos libros sobre el movimiento anarquista de la ciudad. 

En su encuentro con Pestaña, los medios de Barcelona recogieron que Einstein había asegurado que él también era un revolucionario como ellos [los anarquistas de la CNT] pero en el campo científico. La afirmación no le debió gustar a Einstein, pendiente de visitar Madrid y verse con el Rey Alfonso XIII. En el tren camino a la capital, declaró a un periodista del ABC que esas palabras no habían salido de su boca y que había pronunciado exactamente lo contrario. 

“Imagino que tanto él como Pestaña debían hablar en francés y no se entendieron bien”, opina Roca Rosell, que sin embargo destaca el “compromiso social” que tenía Einstein y su contacto con organizaciones de obreros en Alemania. Lo que sí confirma este historiador es que Einstein recomendó a los sindicalistas que leyeran al filósofo Baruch Spinoza. 

Durante sus días en Catalunya, el científico alemán visitó también el monasterio de Poblet y el conjunto románico de Egara, en Terrassa, acompañado por el prestigioso arquitecto y en ese momento presidente de la Mancomunitat Josep Puig i Cadafalch. En un tour cultural con intención de mostrarle el pasado y la singularidad de Catalunya, Einstein también asistió a un recital de sardanas y de canciones populares catalanas en la escuela industrial. 

Según sus biógrafos, el físico se aficionó a esas canciones populares catalanas y las siguió escuchando durante tiempo, gracias a un libro de armonizaciones que le regalaron y que se encuentra a día de hoy en su archivo en Jerusalén. Tanto en una carta que escribió años después de la visita como en una entrevista posterior, Einstein hizo referencias a la música tradicional de Catalunya e incluso aseguró que la seguía escuchando de manera habitual. 

“La música catalana le impactó”, asegura Roca Rosell. “En una entrevista en Brasil lamentó cómo se estaban perdiendo las canciones populares austríacas y lo contrapuso a la defensa que en Barcelona se hacía de la música catalana”.

Tras seis días en la ciudad, Einstein se marchó rumbo a Madrid. En su diario anotó un breve párrafo y dejó una página en blanco antes de la siguiente entrada, presumiblemente para completarla más adelante con vivencias más detallas de su estancia en la capital catalana. Sin embargo nunca la llegó a ocupar, quedó vacía y apenas hay detalles de cómo vivió personalmente esos días. Esto es lo único que anotó:

22-28 febrero. Estancia en Barcelona. Mucha fatiga, pero gente amable (Terradas, Campalans, Lana, la hija de Tirpitz), canciones populares, bailes, Refectorium, ¡Ha sido agradable!

¿Qué era Refectorium? Un restaurante con ambientación medieval de moda en la ciudad.

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