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Quiero “mi” médica y “mi” enfermera

Francesca Zapater

La longitudinalidad en la atención significa ser atendido por la misma persona (médica, enfermera ...) para todos los problemas y necesidades de salud a lo largo de mucho tiempo: el médico “de toda la vida”. Es un valor para los pacientes y mejora su salud como bien han demostrado estudios de Macinko J, Starfield B y Shi L. Estos autores afirman que la atención focalizada en la persona se basa en el conocimiento acumulado a lo largo del tiempo, punto de partida para un mejor reconocimiento de sus necesidades y problemas de salud. La relación continuada con las personas y la atención a sus diversos problemas conlleva mayor compromiso y responsabilización de los sanitarios, un mayor vínculo asistencial mutuo y una mayor confianza, factor clave en la satisfacción y en la implicación y participación de las personas en las decisiones que los afectan. También más recientemente se ha informado de mejores resultados clínicos relacionados con una larga relación con el médico, entre otros un estudio retrospectivo observacional llevado a cabo en el Reino Unido. El concepto se refiere siempre a la relación longitudinal del paciente con su profesional, no con un equipo. Los que hemos trabajado años en la atención primaria sabemos que muchas personas, cuando no nos encuentran en la consulta, esperan a que estemos para consultar sus problemas. Este hecho no es un capricho, es una expresión de la confianza y de la necesidad de ser atendido por quien más nos conoce.

En los últimos años, sin embargo, los sistemas sanitarios han dejado un poco de lado este atributo de la atención primaria para centrarse en la optimización de los procesos asistenciales y en medidas organizativas enfocadas al rendimiento interno o en la facilidad de funcionamiento de los equipos. Así, hemos visto cómo se han introducido fórmulas asistenciales centradas más en la enfermedad que en la persona, más pensadas para facilitar la organización de las tareas de los equipos que en los resultados de la atención. Un ejemplo serían las visitas domiciliarias realizadas por equipos específicos, no por los profesionales habituales, “de cabecera” (cuando más enfermos están los pacientes, cuando no pueden ni salir de casa, los obligan a cambiar de médico y de enfermera), o la distribución de las visitas de los CAP por tipología de problemas (agudos, crónicos, urgentes) o por técnicas (infiltraciones, crioterapias, cuidados...). Puede ser grave la situación que se vive en períodos de vacaciones, en los que se pueden perder los profesionales referentes durante 2 o 3 meses. También se puede hacer una mención especial a las personas desplazadas por largos periodos, no empadronadas, emigrantes y recién nacidos que todavía no tienen CIP (Código de Identificación Personal), a los que no se asigna profesional, y que cada vez son atendidas por un diferente.

Esta manera de hacer asistencia lleva a intervenciones fragmentadas, rompe la relación de confianza y resta el factor terapéutico que aporta el propio profesional sanitario. La atención con pobre longitudinalidad deviene menos comprensiva, menos comprehensiva, debilita la adherencia a los planes terapéuticos, despersonaliza la atención y disminuye la resolución de los problemas. También ocasiona repetición de consultas y mayor demanda a diversos servicios, propios o no de la atención primaria, como pueden ser los de urgencias hospitalarios, porque a menudo la persona vuelve a consultar con su referente sobre el mismo problema que ha dado un profesional de urgencias.

Las condiciones de los equipos con reducción de personal, la inestabilidad de las plantillas, la precariedad laboral, los contratos con reducción de horarios y los múltiples contingentes diarios que deben cubrir los profesionales no facilitan el mantenimiento de la longitudinalidad, que se ha sacrificado en favor de cubrir las demandas del día y garantizar la accesibilidad al servicio en forma de visitas “urgentes” atendidas por profesionales no referentes. Algunos grupos de población, sobre todo jóvenes, priorizan la atención rápida por encima de la consulta con su referente, comprensible, por otra parte, si se tiene en cuenta que en algunos equipos no se da hora hasta después de 15 o 20 días. En general, en entornos urbanos se ha mantenido menos la relación a lo largo de la vida que en entornos rurales o semiurbanos.

Los diversos planes de mejora de la atención primaria que están en marcha deberían hacer una reflexión crítica sobre la centralidad de la enfermedad en la organización asistencial y devolver al paciente (sus necesidades, su historia de vida) en el centro de las decisiones. El documento 'La atención Primaria y Comunitaria desde la Marea Blanca de Catalunya' describe las características que reclama para una atención primaria de calidad y no duda en afirmar que “la longitudinalidad en la atención es característica fundamental de la atención primaria y uno de los aspectos más beneficiosos para la salud. Este beneficio es aún más significativo en las personas en situación más frágil y vulnerable: los pacientes crónicos, los más complejos, los más grandes, los más desfavorecidos social y económicamente”.

Tiene sentido pues, que los pacientes reclamen ser atendidos por “su” médico y “su” enfermera.

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