En pleno estrés postraumático del Brexit, una docena de parlamentarios británicos --solo una docena-- acaban de presentar al Parlamento de Westminster una proposición de ley para que se devuelvan de una vez a los legítimos propietarios griegos la cantidad de mármoles del Partenón espoliados por lord Elgin en 1801, expuestos en el Museo Británico de Londres y motivo de perenne controversia. El trámite legislativo se debatirá a la Cámara de los Comunes el 20 de enero próximo. No tiene, por ahora, ninguna posibilidad de prosperar. Sin embargo algunas posturas aparentemente inútiles revisten a veces un sensible poder simbólico en su goteo persuasivo. No todos los brindis al sol resultan vanos.
Las campañas británicas e internacionales a favor del retorno de los mármoles del Partenón a su lugar duran desde hace tiempo, especialmente tras el impulso que supuso el mandato de la actriz Melina Mercouri como ministra socialista de Cultura griega durante nueve años, hasta su muerte en 1994. La inexperiencia la llevó a creer que en política podía seguir siendo ella misma y usar el mismo método de invertir el prestigio personal, la pasión, la generosidad y los contactos internacionales a su gestión.
En realidad le fallaron los tres grandes retos que se planteó: conseguir que los Juegos Olímpicos de 1996 se celebrasen en Atenas, que regresaran los mármoles del Partenón retenidos por el Museo Británico y que la eligieran alcaldesa de la capital, como lo fue su abuelo. Pero no fracasó en absoluto, al contrario. La candidatura frustrada a la organización de los Juegos de 1996 --los del centenario de la reinstauración moderna en Atenas-- influyó para que se organizasen finalmente en Atenas el año 2004.
Con los mármoles griegos del Museo Británico eligió a un enemigo difícil, aunque su campaña logró poner el litigio sobre la mesa y suscitar adhesiones en todo el mundo, inclusive una parte de la opinión pública británica. Los Elgin marbles pasaron a ser denominados los “mármoles de Melina”.
El texto de la conferencia que pronunció en 1986 ante los miembros del club de debate Oxford Union, entre ellos el actual ministro de Exteriores Boris Johnson, sigue siendo una gran pieza de oratoria contemporánea. Melina dijo al selecto auditorio: “Deben entender lo que los mármoles del Partenón significan para nosotros: son nuestro orgullo, son nuestros sacrificios, son nuestro símbolo de excelencia más noble, son un tributo a la filosofía democrática, son nuestras aspiraciones y nuestro nombre, son la esencia del ser griego”.
Los mármoles no han regresado todavía, pero los tres mandatos ministeriales de Melina resultaron decisivos para construirles el moderno Museo de la Acrópolis, con los vacíos reservados para las piezas que se encuentran en el Museo Británico y en menor medida en el Louvre. El Museo Británico exhibe 56 de las 97 piezas del friso del Partenón, 15 de las 64 metopas y 9 estatuas de las 50 de los dos frontones.
El gobierno inglés se niega a devolverlas, pese a haber sido arrancadas en condiciones abusivas, a través de un vago acuerdo establecido con el ocupante turco del momento. La definición de elginismo designa hoy en todo el mundo el pillaje, el espolio, el robo de obras de arte. El argumento de que el traslado a Londres ha permitido conservar las piezas griegas en mejores condiciones cayó cuando el Museo Británico tuvo que admitir –tras largos años encubriéndolo-- que los utensilios metálicos y los líquidos abrasivos usados en los años 1930 para limpiar los mármoles espoliados del Partenón hicieron desaparecer los rastros más informativos de la superficie original, los detalles perdidos para siempre.