El mapa mediático que se ha configurado en España en los últimos treinta años ha contribuido de una forma relevante a dibujar las distancias que hoy separan a los ciudadanos de este país. El centralismo de las infraestructuras, las carreteras y trenes radiales con epicentro en Madrid y el ferrocarril de vía única entre comunidades vecinas pueden servir de metáfora para explicar qué ha ocurrido en los medios de comunicación. Durante muchos años la información que ha circulado entre los ciudadanos de las diferentes comunidades ha viajado a través del centro. Pero este trayecto no era inocuo. El paso por la capital política del país, por los medios anclados tan cerca del poder, ha mediatizado, en el mejor de los casos, la valoración y la jerarquía de las noticias. Y, en el peor, ha distorsionado la realidad. O, incluso, la ha envenenado con temerarios prejuicios.
Durante demasiados años, un catalán recibía la información de Galicia, Canarias, Andalucía… o incluso de su vecina Comunidad Valenciana siempre bajo el filtro del centro. Y viceversa. La realidad catalana llegaba a todos los puntos de España bajo la óptica de redacciones de la capital. Y así podríamos hablar de todas las comunidades respecto al resto. Nunca una versión de primera mano porque, a diferencia de lo que ocurre en otros países occidentales, aquí la mal llamada prensa nacional era, en realidad, la prensa madrileña. Grandes periódicos o grupos mediáticos de la también mal llamada periferia renunciaron a tener presencia global en todo el territorio. O cuando han financiado o dirigido periódicos en el centro han reproducido la peor cara de la prensa centralista. De forma paralela, en cada comunidad se han creado mapas mediáticos propios, privados y públicos, que han perdido la vocación de comunicarse más allá de sus fronteras. Y que a su vez han alimentado tópicos, ideas simples y preconcebidas, sobre los ciudadanos del resto del país.
Algunas cadenas de radio (es de justicia mencionar a la SER), las fugaces etapas de libertad en TVE y el trabajo a contracorriente de muchos periodistas en los grandes medios fueron islas de diálogo en este paisaje de incomunicación. La irrupción digital desbarató este mapa mediático, pero aquí también corremos el riesgo de eliminar las barreras físicas pero reproducir las barreras mentales de los viejos tiempos. Por eso es tan importante que en la red existan puntos de encuentro, medios de comunicación que rompan el viejo esquema del ‘filtro central’, de la visión unívoca de realidades extremadamente diversas y plurales. Medios que recuperen la ‘versión original’ de lo que ocurre en todas las comunidades… incluso en la ciudad de Madrid, siempre eclipsada por el peso del Estado. Es decir, las noticias contadas e interpretadas por periodistas que las han vivido en primera persona, directamente y con todo el conocimiento de causa. Sin otro objetivo que explicar la realidad; sin más intereses que el periodismo, sin la inmensa losa de la política de Estado.
Por eso es tan importante que eldiario.es sea el punto de encuentro de proyectos periodísticos de todo el país. Creados por periodistas de Andalucía (Andalucía), Asturias (La crónica de Asturias), Castilla (Eldiario CLM), Catalunya (Catalunyaplural.cat), Canarias (Canarias Ahora), Comunidad Valenciana (Eldiario CV), Galicia (Praza Publica) y Euskadi y Navarra (Diario Norte). Periodistas que conocen lo que ocurre de primera mano y que lo cuentan para conocernos mejor, directamente. De esta forma, eldiario.es representa un espejo que aspira a no distorsionar la España que refleja, ni la realidad de todas las comunidades que aún la conforman. Quizás con estos espejos no habríamos recorrido un doloroso camino hacia la incomprensión