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Elecciones y salud social

Isidre Ferrer

Catedrático de Anatomía Patológica de la Universidad de Barcelona —

Es curiosa la conducta de grupo de distintas especies que se mueven al unísono, ya sea para minimizar el peligro, como las bandadas de sardinas frente a los depredadores, desplazarse con menor consumo energético, como los estorninos en sus cortos vuelos al atardecer, o los ánades en sus largos viajes para reducir en conjunto la resistencia del viento. Esto también sucede en los seres humanos de un modo mucho más elaborado y con diversos fines como agruparse para llevar a cabo grandes empresas conjuntas que serían imposibles en solitario, empezando por la guerra y terminado por la construcción de catedrales, o por la coordinación de sonidos en las orquestas o en el canto coral.

Pero esta capacidad de ensamblaje de individuos en un conjunto organizado que tiene el ser humano como especie social es fácilmente manipulable frente a estímulos apropiados. Ello puede demostrarse en acumulaciones de espectadores de distintos juegos o deportes, y conciertos con afanes lúdicos. También en otros ámbitos más ideológicos como actos que enardecen el sentimiento de pertenencia al grupo social, desde seguidores de unos juegos o de tradiciones que comportan maltrato animal a seguidores de una causa o idea de reforma política, religiosa o guerrera que implica enfrentamiento entre seres humanos.

La diferenciación del grupo elegido como puro, verdadero o mejor en comparación con otros individuos que se convierten en “los otros” es motivo fundamental de enfrentamiento. La presencia simultánea de varios conjuntos frecuentemente compensa los efectos del deseo de imposición de argumentos del grupo con aspiraciones dominantes. De ahí que la intención de constituir una sociedad en dos únicos grupos con propósitos exclusivos puede llevar al desarrollo de frentes excluyentes que terminan en colisión y destrucción mutua con vencedores y vencidos.

La manipulación de las masas, que dificulta y en ocasiones elimina la elaboración de un pensamiento individual, ha conducido a situaciones tan incomprensibles en tiempos de cordura social como las masivas aclamaciones populares vinculadas a movimientos de pensamiento único como estalinismo, nazismo, fascismos, movimientos populistas de distinto matiz político inapropiadamente catalogados de izquierdas o de derechas, así como movimientos fanáticos religiosos.

La historia está llena de ejemplos pasados pero son escasos, y siempre a nuestro entender lejanos, los experimentos de totalitarismos actuales. El simplismo posterior de las mismas sociedades, salvo contadas excepciones, lleva a malinterpretar tales acontecimientos pasados como resultado de la actuación de un líder carismático junto a un grupo de colaboradores eximiendo al resto de la sociedad que siguió aquellos movimientos de cualquier responsabilidad tratándolas como personas no informadas y engañadas, aunque íntegras, en lugar de cómplices de las tremendas fracturas sociales y daño a otros seres humanos que no pertenecían al grupo elegido.

Parte de este argumento es cierta. El grupo dominante de pensamiento único utiliza toda la maquinaria posible para distribuir selectivamente un tipo de información distorsionada a la vez que dirigir las emociones de los individuos a generar sentimientos de incomprensión y de odio hacia los adversarios ideológicos para convertirlos en enemigos. La manipulación, distorsión y falsificación de la información, así como la ocultación de la misma, han sido y son armas potentes para conseguir estos propósitos.

En otros ámbitos, las medidas para minimizar los efectos de una incorrecta información se han trabajado durante muchos años con buenos resultados. En el terreno de la salud, y en nuestro medio, cualquier persona sometida a una intervención o tratamiento es informada de los beneficios, de las contraindicaciones y de los posibles efectos nocivos de determinada actuación que ponga en riesgo su salud física y mental. El fraude está perseguido y castigado. Es cierto que en demasiados lugares del mundo existe un negocio de tratamientos falsos; pero ello no implica que la intención y los esfuerzos no vayan encaminados a erradicar aún en los lugares más difíciles estos tipos de conductas nocivas para la salud de los individuos.

Con excepciones, las personas confían en las explicaciones de los especialistas de la salud y en las informaciones que se proporcionan frente a determinados tratamientos. También, el individuo sujeto a un tratamiento sabe que determinado fármaco ha sido ensayado y probado con todos los medios posibles antes de ser autorizado su uso como terapia. Cualquier individuo tiene, además, acceso a conocer mediante prospectos individuales cuáles son las indicaciones y posibles efectos secundarios (o daños colaterales) que puede tener determinada actuación médica o determinado fármaco.

Este cuidado informativo no ocurre como norma de conducta en el mundo de la política. La información en muchas ocasiones está subordinada y dirigida a la consecución de un poder que permita la imposición de una determinada idea o proyecto. El mayor grado de perversión de la información se encuentra en los movimientos mencionados de pensamiento único en los que no existen matices. La información se uniformiza y simplifica, no se explican de una manera objetiva y demostrable los beneficios, riesgos y posibles efectos nocivos en términos sociales de una determinada idea o posicionamiento. Se identifica al opositor o no partidario de la idea y se le clasifica como enemigo; se fabrica una seña identificativa y se busca la confrontación. No existe el menor rigor en preservar la salud social, sino en imponer unas opciones discriminativas aprovechando el mimetismo de los movimientos de masas.

De ahí el desconcierto que provocan, en los no abducidos, por una parte la conducta y el método de los líderes poco escrupulosos, y por otra el comportamiento obediente a la vez que agresivo contra el otro de las masas movilizadas que está ocurriendo en nuestro país en estos tiempos. Nadie se dejaría extirpar un riñón sin saber las razones y las consecuencias que podría tener este acto, o los beneficios que podría reportar a un posible receptor. Los medios en educación y el esfuerzo que la sociedad ha realizado para concienciar al individuo acerca de la importancia de mantener su salud física y mental no se han producido en nuestro país para intentar preservar su salud social.

En estos momentos y aquí, se agrava la situación cuando se comprueba que una parte sustancial de los dirigentes que promueven el cambio radical de modelo de sociedad está constituida por individuos que han participado durante años y de una forma premeditada en el ejercicio de beneficiarse y lucrarse personalmente y en conjunto mediante el abuso y el mal uso del poder, a repartir prebendas para comprar o doblegar voluntades, y para crecer en el entramado social como un cáncer o como una secta. No todos los líderes son iguales, evidentemente, pero es preciso reconocer quiénes son farsantes y manipuladores, y quiénes han participado y participan en acciones corruptas y buscan su redención en actos mesiánicos.

Volviendo al símil de la salud, en años recientes se ha avanzado mucho en el tratamiento de las enfermedades y se han llevado a la práctica muchos esfuerzos para eliminar o minimizar estas dolencias. Un abordaje fundamental ha sido determinar los factores de riesgo y el diagnóstico precoz. Es cierto que muchas personas fuman pero ninguna puede objetar que no ha sido informada de que fumar provoca determinados tipos de cáncer. Los exámenes ginecológicos continuados a partir de una cierta edad han reducido de un modo impresionante la incidencia de cáncer ginecológico irreversible. Es cierto que queda mucho por hacer, pero el camino es adecuado y la sociedad está informada de los avances y del dinero público que se utiliza para la investigación y el mantenimiento de la salud.

No existen los mismos medios, ni por asomo, para detectar y protegerse de cánceres que invaden nuestro entramado social y tampoco se proporcionan facilidades para reconocer los primeros estadios de procesos que podrían catalogarse como degenerativos porque minan progresivamente nuestra colectividad social. Por el contrario, se habla de transparencia para mostrar aspectos irrelevantes mientras se ocultan los verdaderos problemas que afectan a nuestra sociedad. En nuestro país, no se han adoptado las medidas necesarias para ofrecer, en muchos casos, una información libre en los medios de comunicación públicos que, por el contrario, se han convertido en correas de transmisión de un pensamiento dominante encaminado a la segregación. Se ha manipulado la historia hasta extremos ridículos si no fueran patéticos y procaces. La enseñanza de la historia desde la niñez hasta las promociones culturales para cualquier edad ha sido completamente distorsionada en nuestro país eligiendo los elementos que podrían servir para apoyar determinada postura cuando no para negar hechos realmente probados de nuestra historia. A la vez, se ha ido creando un sentimiento de rencor, resentimiento y odio hacia enemigos falsamente fabricados, representados por el conjunto de otros pueblos, que degeneran nuestra convivencia produciendo intensas fracturas familiares y sociales.

Los últimos años no han sido ventajosos para nuestro país. Una serie de circunstancias y unas políticas particularmente agresivas han permitido el desarrollo de distintas patologías sociales. La corrupción institucionalizada se ha extendido desde los cuadros dirigentes hasta los estratos medios de la sociedad y abarca una gran variedad de actividades especialmente relacionadas con el dinero, el poder y el uso de los medios públicos de información general y particularmente de la enseñanza. La corrupción institucionalizada ha crecido como un cáncer con metástasis múltiples infiltradas en distintos estratos de la sociedad.

La deconstrucción de la historia y la fabulación sobre nuestro pasado y sobre hechos recientes, que se ha promovido y se apoya ahora en nuestro país, tiene su paralelismo en distintas enfermedades mentales con deterioro cognitivo, trastornos de la personalidad, psicosis, cuadros de delirio y alucinaciones. Ello en el más benévolo de los escenarios, cuando no en el terreno de la fría maldad.

La desigualdad en el reparto de los bienes no puede justificarse argumentando una mayor escasez en tiempos de crisis. Entidades y determinados grupos se han enriquecido y muchos estafadores y corruptos permanecen impunes. La impunidad desigual frente a determinados delitos es un marcador de un proceso degenerativo de nuestra sociedad.

El estado de salud social de nuestro país no es bueno. El país puede parecer gravemente enfermo y el problema es que lo está. Es preciso tener conocimiento de esta gravedad para poder tomar medidas. Como se ha comentado al principio acerca de los movimientos de masas, la responsabilidad no es sólo de los gobiernos, pero muy particularmente de los individuos que apoyan y jalean a líderes mediocres, frecuentemente mesiánicos y en algunos casos definitivamente perturbados por sus ambiciones personales. Se trata, en este punto, de tomar posturas individuales preventivas. Exigir una información amplia y verídica, contrastable y contrastada, es fundamental ahora en nuestro país, en el que prevalece peligrosamente la manipulación propagandística. Es preciso enfatizar que una causa importante de enajenación mental y de empobrecimiento cultural se ha producido como consecuencia de la pérdida de valores éticos y humanísticos, que ha crecido con la perversión de la información o con la banalización de la misma.

En los países democráticos, los aspectos que determinan el grado de comprensión del concepto de democracia no son puramente formales; son casi improntas culturales que establecen el compromiso de colaboración mutua en beneficio de la comunidad respetando las leyes y acuerdos aprobados por la mayoría de individuos y refrendados por sus órganos de gobierno. Una sociedad madura tiene unas características vitales que favorecen el respecto por la información independiente, el reparto independiente de poderes, el pago de impuestos y el respeto a los bienes comunitarios. Una sociedad éticamente responsable defiende y protege a los individuos menos favorecidos y respeta a las minorías con independencia de sus creencias políticas o religiosas siempre que no atenten contra los otros miembros de la comunidad. Una sociedad avanzada debe saber protegerse contra los elementos que dañan sus creencias y actitudes democráticas, contra quienes atentan destruir sus principios morales y éticos que tanto han costado construir.

Es en los periodos electorales cuando suelen producirse los mayores desmanes. La propaganda siempre partidista durante los periodos electorales es intensa pero dura poco; los individuos más atentos pueden tener percepción de lo que realmente se está prometiendo y cotejar la información con la experiencia de los años anteriores. Sin embargo, la situación en nuestro país actualmente no es ésta: el periodo electoral se inició hace muchos años, la ideología que apoya es una historia falseada y el objetivo que trata de imbuir es la creación del concepto de “nosotros” frente a “los otros”. Esta manipulación sostenida ha ido penetrando en nuestra sociedad de una manera sistemática a través de ciertos medios públicos y algunos privados debidamente financiados con presupuestos públicos. La situación es dramática, a la vez que grotesca, al ser protagonizada por unos individuos que se erigen en portavoces de una sociedad a la que no representan, a la que han engañado y utilizado, a la que han defraudado económicamente y han corrompido.

Estos comentarios no se refieren a la convicción de que los miembros de una comunidad tienen derecho a decidir sus formas de gobierno y de que una sociedad tiene la necesidad de ir renovándose en sus leyes y en su funcionamiento. Los comentarios se refieren a un hecho más simple: no todo vale para conseguir unos propósitos. Nuestro país tiene una corta historia de democracia que incluso no ha sido respetada por grupos radicales en los breves periodos de las repúblicas y ahora durante el periodo de la monarquía parlamentaria. Un movimiento político con perfil de golpe civil al estado, encubierto y a cámara lenta, no es un acto democrático. Es algo más parecido a un propósito de decapitación o de una amputación de un miembro. Siempre, un fracaso en la integridad de un organismo vivo y, en nuestro caso, en la construcción de un mundo nuevo con voluntad de integrar libremente a todos.

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