Para una multitud de niños y niñas catalanes, Josep Guardiola era un modelo. Era el “Pep”, el hombre perfecto, que solo se preocupaba de que sus jugadores practicasen un futbol impecable, que era inteligente, culto, dialogante, comprometido, trabajador, respetuoso con todo el mundo, árbitros incluidos. Y, además, era catalanista de pura cepa. Era el yin. El yang era José Mourinho. Para los niños, “Mourinho”, a secas. Representaba todos los males, el juego sucio, el no saber perder, la agresividad, el insulto permanente. Y, además, sin él saberlo, representaba el centralismo espoliador. Esta juventud ha vivido la adolescencia asimilando esta dicotomía maniquea.
Tanto daba que nunca se diese cuenta (aun estamos esperando) de cuanto cobraba por su trabajo. O que, a veces, pareciese un poco desquiciado en sus movimientos o declaraciones, como cuando dijo aquello tan incomprensible de que era necesario levantarse muy pronto, esfuerzo que nadie comprende en el sur de Europa (¿lo entienden en algún lado?), si se quería triunfar en la vida.
El caso es que aquel mito se ha desvanecido con cuatro minutos de declaraciones contra la Junta actual del Barça. Los adolescentes, jóvenes y, también, los adultos culés, tienen que elegir ahora entre el padre y la madre: Pep o Sandro Rosell. Con el problema añadido de que al Barça actual lo representa Rosell mientras que el mítico Pep defiende ahora los intereses del equipo más poderoso de la Alemania que nos impone la austeridad que hunde Cataluña, Europa y medio mundo.
Cuando alguien acusa a otra persona de utilizar el cáncer de un tercero para atacarle es que está muy enfadado. Son afirmaciones que no deberían hacerse. Y que, si se hacen, no se pueden resolver con un apretón de manos, pasados unos días, cuando se han calmado las aguas.
Probablemente, la pasión azulgrana de los jóvenes sufrirá las consecuencias de este episodio. La celebración de los títulos continuará haciéndose con los gritos tradicionales de “¡Visca el Barça y visca Cataluña!”. Pero alguien podrá pensar que si le han engañado con lo del amor incondicional al Barça también puede haber trampa en el amor declarado a la causa del catalanismo-independentismo.
Los Reyes no existen. Y Josep Guardiola no era perfecto. Es duro aceptarlo pero es así.
¡Y, además, la posibilidad de no tener que levantarse pronto, muy pronto, para triunfar, será muy bien recibida por nuestra juventud!