La pregunta árbol que ha permitido que CiU, ERC, UCV y las CUP llegasen a un acuerdo sobre qué hay que preguntar a los catalanes en un hipotético referéndum sobre qué vinculación quieren tener con España no es ni inclusiva ni clara. Es un error de proporciones considerables porque añade más confusión a una ciudadanía cada vez más desconcertada, salvo quienes, a estas alturas del debate, suscriben cualquier decisión que se les venda como un paso más hacia la independencia.
Quizás sirva de excusa para que ERC vote los presupuestos del Gobierno de la Generalidad para el 2014. Quizás sirva para que ICV continúe subido al carro del “proceso”, con la excusa poco defendible de que los federalistas están reconocidos en esa doble pregunta. Quizás, a la Asamblea Nacional Catalana, en línea directa con la presidencia de la Generalidad, le vaya bien su aceptación acrítica, por intereses personales o colectivos que se me escapan. El propio Quim Arrufat, que se hacía la foto y tomaba la palabra en nombre de las en el Palacio de la Generalidad manifestando su apoyo a esta chapuza, confesaba sus dudas públicamente apenas pisar la calle.
Y es que con estas preguntas no se va a ningún lado. Bueno sí; se va hacia la confusión total. Hacia una interpretación de los posibles resultados típica de una noche electoral. Todos ganan.
Si lo que se pretende es que “Madrid” vea claro lo que piensan los catalanes, se ha elegido el camino peor.
En Puerto Rico se hizo una consulta, el año pasado, también formulada en base a dos preguntas. La primera preguntaba a los puertorriqueños si querían cambiar el status quo o seguir como hasta entonces. A los que se decantaban por el cambio, se les ofrecían tres opciones: crear un estado independiente, adoptar la fórmula de “estado libre soberano asociado” a Estados Unidos o convertirse en un estado más del gran vecino estadounidense. Es un planteamiento mucho más coherente, serio y honrado que el que se plantea en Cataluña.
Hay que decir que en Puerto Rico aún no se han puesto de acuerdo sobre qué decidieron exactamente los puertorriqueños, ahora hace un año, con su voto en aquella consulta.
Imaginaos qué pasaría si algún día -el 9 de noviembre de 2014 o el 11 de setiembre de 2015- se nos plantea a los catalanes que participemos en una farsa así.
La única explicación de haber planteado estas dos preguntas - aparte de para conseguir el apoyo vergonzante de ERC a los presupuestos antisociales del Gobierno Mas- es que quienes nos
las pretenden vender como la pócima mágica que resuelve todos los males, están convencidos de que nunca tendrán que sufrir la vergüenza y el ridículo de participar en el recuento y el análisis de las respuestas de los catalanes.
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