No es ninguna novedad. Lo hacen con Jesulín de Ubrique, o con quien sea. Pinchan donde pueden hacer más daño. La cuestión es que el comportamiento de los Pujol, allí donde los encuentren, estos últimos días, es de incomodidad, de angustia y de pérdida de nervios. También es normal: No están acostumbrados. Pues que se hagan a la idea porque esto sólo es el principio.
Deberían tomar lecciones de la Pantoja o de alguien de este sector: Como encarar la relación con una especie de prensa con la que no habían tratado nunca. En medio del terremoto que está viviendo la familia, por inercia, actúan como han hecho siempre: El hijo mayor de Jordi Pujol tiene un nieto. El expresidente se convierte en bisabuelo. Son católicos. Lo bautizan. Alquilan un restaurante para la celebración. Hay mil cámaras esperándolos. No entienden nada. Se cabrean. No entienden nada. Los captan con cara furibunda. No entienden nada. La chusma los acosa. No entienden nada. Los perros les ladran. No entienden nada. Mala suerte, no se puede tener todo.
Será mejor que os enteréis, y rápido. En recuerdo de los viejos tiempos, os brindo un primer y único consejo: Chicos, lo siento, pero ahora es momento de discreción. Actitudes de la clase de “nada me impedirá celebrar el bautizo de mi nieto”-piensa Pujol-Ferrusola-son un grave error. Por ahora, el mencionado Jordi Pujol Ferrusola ha conseguido ser portada del diario ABC. Celebra el bautismo en casa, muchacho. O déjalo para un poco más adelante. Y si no, ya ves qué pasa. Ya lo irán captando porque la cosa va para largo. Y no sólo eso, también se darán cuenta de que la mayoría de gente que se benefició con ellos, no sólo no es discreta, no sólo no es leal, sino que comenzarán a cantar como pajaritos ante cualquier micrófono. De hecho, ya lo están haciendo. La gente huele sus cinco minutitos de gloria y los atrapa en sus mandíbulas y no los suelta. La tal Vicky, la exnovia, tanto de cuál de ellos, perderá rápidamente la exclusiva. La familia Pujol-Ferrusola es católica, entenderán, pues, que el vía crucis no ha llegado ni a la primera estación, que es la de la condena de Jesús. La segunda, es la de la carga de la cruz. Y así, pasito a pasito, hasta el calvario. No nos dan pena. Nos dan vergüenza ajena. Por favor, contrólense un poco. Ni que sea, también, por los viejos tiempos. De hecho, este es el problema, ahora, que no nos hacen nada de pena.