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Los contactos entre la Moncloa y el Govern se limitan a unos whatsapps entre Calvo y Aragonès

Los vicepresidentes del Gobierno y la Generalitat, Carmen Calvo y Pere Aragonès

Arturo Puente

Mientras las calles de Catalunya ardían, los políticos jugaban al teléfono roto. La comunicación entre la Moncloa y el Govern es casi inexistente desde febrero, cuando los independentistas tumbaron los presupuestos de Pedro Sánchez. Las relaciones no se han recompuesto ni siquiera en el momento de máxima tensión cuando, tras la sentencia, se han sucedido cinco días de disturbios en varias ciudades catalanas. La coordinación sí ha funcionado a nivel policial, según reconocen ambos lados, pero desde la cúpula de ambos gobiernos solo ha habido un intercambio breve e infructuoso de whatsapps entre Carmen Calvo y Pere Aragonès.

Lejos de unir a dos ejecutivos cuyas policías estaban trabajando codo a codo, los altercados de la semana pasada alejaron aún más a la Moncloa y al Govern, hasta llegar a la situación que se produjo este lunes, cuando el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, acudió a Barcelona en una visita relámpago en la que no se reunió ni con ningún responsable de la Generalitat ni con la alcaldesa Ada Colau. Sánchez únicamente estuvo flanqueado por miembros de su propio gobierno mientras visitaba a agentes de la Policía Nacional ingresados en el hospital.

El lunes, cuando la sentencia del Tribunal Supremo fue hecha pública, Quim Torra anunció el envío de dos cartas, una al rey Felipe VI y otra a Pedro Sánchez. En la remitida al jefe del Gobierno, Torra recordaba que desde el 5 de junio pasado le pedía una “reunión urgente” y volvía a reclamársela. “Hace falta encarar el conflicto como lo hacen las democracias: hablando y dando voz a la ciudadanía”, decía el president.

Pero, desde esa misma noche, los disturbios se sucedieron cada día. El lunes, con una manifestación en el aeropuerto del Prat que acabó con cargas y enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, uno de los cuales, quedó sin un ojo debido a los disparos de material antidisturbios de la policía. Pero, el martes, los incidentes se repitieron y fueron a más, cuando en el centro de Barcelona hubo barricadas incendiadas y de nuevo fuertes enfrentamientos entre los manifestantes y la policía en el entorno de la Delegación del Gobierno.

Fue ese mismo martes cuando desde la Moncloa decidieron tomar el liderazgo de la situación. Al día siguiente Sánchez se reunió con los principales líderes políticos, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias. En su comparecencia de la noche, el presidente ya reclamó a Torra que condenara “firmemente” la violencia. Una exigencia que a lo largo de la semana se convertiría en la principal condición -aunque no la única- para aceptar mantener una conversación con Torra, que finalmente no se ha producido.

Por parte de la Generalitat las apelaciones al diálogo han sido constantes. Cosa diferente es que, al menos durante los primeros días, Torra estuviera más pendiente de otras cosas que de levantar el teléfono. El miércoles por la mañana el Govern formó un gabinete reducido con varios consellers para analizar y hacer un seguimiento al problema de los disturbios. El cargo del conseller Buch estuvo en la picota, pero finalmente el Govern se conjuró para sostenerlo. La situación, convinieron, era suficientemente complicada como para no defenestrar al responsable de Interior. Pero no lo suficiente como para que el president no acudiera a las “marchas por la libertad”, que es lo que Torra hizo inmediatamente tras acabar la reunión.

Fue en ese momento cuando Aragonès decidió ejercer como sustituto de Torra e iniciar conversaciones con diferentes agentes. Llamó Pablo Iglesias y también habló con sindicatos y otros políticos. Además trató de cerrar para el día siguiente la asistencia de la alcaldesa Ada Colau y la delegada del Gobierno, Teresa Cunillera, a la reunión del gabinete de seguimiento de los altercados. Tanto fuentes de la vicepresidencia de la Generalitat como del Gobierno central rechazan revelar cuando se produjo el intercambio de mensajes de Whatsapp entre Aragonès y Calvo. Desde el Govern sí explican que se trató de un “intercambio breve”, con el objetivo de trasladar a Sánchez que debía sentarse a hablar. Una opción que desde Moncloa se rechazó, siempre según fuentes de la vicepresidencia del Govern.

En un mensaje televisado el miércoles al filo de la media noche, Torra condenó por primera vez los altercados que se estaban produciendo. “Hago un llamamiento a la calma y la serenidad. El movimiento independentista no es ni ha sido violento. Siempre hemos condenado y condenamos la violencia. No se pueden permitir los incidentes que estamos viendo en las calles de nuestro país. Esto se debe parar ahora mismo. No hay razón ni justificación para quemar coches ni ningún otro acto vandálico. La protesta debe ser siempre pacífica y cívica. Cuanto más masiva, mejor. Pero siempre pacífica. Es así como no perdemos la razón”, pronunció Torra, creyendo cumplir la condición de Sánchez.

Pero desde la Moncloa no se consideró así. El sábado, tras la noche en la que se produjeron los disturbios más fuentes de toda la semana, ocurrió el momento cumbre del desencuentro entre ambos políticos, cuando Sánchez rechazó descolgar el teléfono ante una llamada de Torra. Fue entonces cuando se produjo una escena que quedó registrada por las cámara del programa de TV3 '30 Minuts' y que se ha hecho viral en las redes sociales. En el vídeo de se ve a Torra hablar con un colaborador después de constatar que Sánchez no le coge el teléfono. “¿No se ponen?”, pregunta Torra en su despacho. “Es increíble”, apunta. “Debe ser que tienen cosas más importantes”, le responde su colaborador. “¡Quins collons! (¡Manda cojones!)”, sentencia. “En días así no se ponen al teléfono”.

Era la teatralización de cómo se rompía el último hilo de diálogo entre ambas instituciones. Sin embargo el intercambio epistolar siguió, con hasta dos nuevas cartas de ida y venida. Ese mismo sábado Sánchez respondía con un comunicado en el que clarificaba sus condiciones. Para ponerse al teléfono, Torra tendría que condenar “rotundamente la violencia”, reconocer “el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los Mossos” y solidarizarse con los policías heridos y, por último, “reconocer a la otra parte de catalanes, que no son independentistas, y que le están reclamando reconstruir la convivencia dañada por el independentismo”.

La ruptura de las relaciones ha ocurrido sobre todo entre la Moncloa y el Palau, pero también ha tenido resonancias en el resto de instituciones catalanes, de las que Sánchez ha preferido mostrarse distante durante toda una semana. El presidente no llamó a Colau en siete días, una situación que desde el ayuntamiento consideraron extraña, dado el cariz de los acontecimientos y que, en Barcelona, los 'comuns' gobiernan en coalición con el PSC.

Este lunes, una semana después, Pedro Sánchez finalmente ha llamado tanto a Colau como a la presidenta de la Diputación de Barcelona, Núria Marín, antes de desplazarse hacia la ciudad. Una vez conocida su vista, la presidencia de la Generalitat ha vuelto a proponer a Sánchez un encuentro, que de nuevo ha sido negado con los mismos argumentos.

Y, mientras los teléfonos de los despachos no dejan de sonar, en las comisarías las policías del Ministerio y la de la Generalitat están más unidas que nunca, según explican ambas partes. La buena coordinación entre Policía Nacional y Mossos d'Esquadra es un aspecto que sus responsables políticos destacan con satisfacción en cada comparecencia. Y, de ahí, que entre los responsables políticos de Interior, Fernando Grande-Marlaska y Miquel Buch, sí se hayan producido encuentros. El último, el pasado sábado, en el centro de coordinación de los Mossos. Unas buenas relaciones entre uniformados que, de momento, alejan de la Moncloa la idea de tomar medidas más drásticas en Catalunya.

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