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Sobre este blog

La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.

Razas autóctonas, el ganado del futuro

Cabras veratas

Eugenio Fernández

No conozco a ningún amante de la naturaleza que no tenga en alta estima a las razas ganaderas autóctonas. Son aquellas variedades ganaderas originarias de una región geográfica concreta, en oposición a las variedades alóctonas, que son importadas de otras regiones frecuentemente muy alejadas geográficamente.

Durante siglos, e incluso milenios, estas razas han constituido el sustento de nuestro medio rural hasta que a lo largo del siglo XX fueron arrinconadas y abandonadas a favor de razas importadas de mayor productividad. Productividad: he aquí la palabra clave. Las razas importadas producían más carne, más leche y más lana que las razas autóctonas, por lo que la elección parecía clara y fueron apareciendo y aumentando de tamaño las explotaciones industriales, fundamentalmente en intensivo, concebidas como una máquina productora de dinero para sus ganaderos.

Sin embargo la ganadería, al igual que la agricultura y otros medios de vida del mundo rural entró en crisis a mediados-finales del siglo XX. Las explotaciones cerraban y los hombres y mujeres del campo se iban a vivir a las ciudades en busca de un espejismo. El despoblamiento rural fue un hecho y sólo las explotaciones ganaderas hiper-industrializadas permanecieron en pie para dar de comer de forma cada vez más precaria a sus propietarios. ¿Qué había fallado?

Una gran adaptación a la geografía

La respuesta es que no se trataba sólo de productividad cuantitativa para rentabilizar una explotación. Y a finales del siglo XX se volvió la vista hacia las olvidadas y casi extinguidas razas autóctonas. La clave de estas razas está en su adaptación a la geografía, al clima y al suelo: son capaces de aprovechar pastos escasos y mediocres, beben lo justo y necesario, resisten enfermedades y parasitosis, y mantienen muchos instintos cercanos a los agrotipos salvajes de los que descienden. Uno de los vídeos más impresionantes que he visto en internet muestra una vaca avileña negra ibérica haciendo frente a un lobo ibérico, y poniéndolo en fuga, en la Paramera de Ávila. Son ganados que saben defenderse de un depredador llegado el caso.

Reproductivamente hablando, también hay diferencias. En una ganadería donde la inseminación artificial es casi la norma, razas autóctonas como la oveja merina se reproducen mayoritariamente mediante cópula natural. Y, puesto que la explotación ganadera de razas autóctonas se realiza normalmente en extensivo, los beneficios medioambientales que aportan no tienen precio: dispersión de semillas, prevención de incendios al comer rastrojos y arbustos, mantenimiento de agrosistemas milenarios como la dehesa, e indirectamente a su flora y fauna autóctona. ¿Hace falta seguir?

Me pregunto entonces qué raza es más “productiva”. ¿Una charolesa importada, encerrada, atiborrada de medicamentos, que necesita cuidados y consume cientos de litros de agua en un país donde el agua no sobra y come costosa soja importada, o una retinta que aprovecha todo lo que tiene a mano para comer, que resiste enfermedades y depredadores, bebe lo que necesita y aporta carne y leche sin especializarse claramente en una u otra?

Castilla-La Mancha tiene un patrimonio zootécnico verdaderamente asombroso. Seis razas bovinas: avileña negra ibérica, berrenda en negro, berrenda en colorado, cárdena andaluza, pajuna y retinta; seis ovinas: manchega, manchega negra, alcarreña, merina, segureña y talaverana; cinco caprinas: agrupación de las mesetas, blanca celtibérica, murciano-granadina, negra serrana y verata; cuatro variedades de porcino ibérico: retinto, entrepelado, torviscal y negro lampiño; y una avícola: castellana negra.

Todas ellas aportan carne y leche de una alta calidad diferenciada para un mercado que valora la diferenciación, las Denominaciones de Origen y las Indicaciones Geográficas Protegidas como marcas de calidad, y con un potencial tremendo para el mercado de proximidad o kilómetro cero, así como para el tipo de explotación ecológica, dirigido a un consumidor urbano, cercano, concienciado y de elevado poder adquisitivo.

Dejo a mis amables lectores que decidan dónde está la rentabilidad y la productividad. Y el futuro.

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