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Laura Martínez, autora de 'Desde la trinchera': “Hay un doble prejuicio, o eres buena y tonta, o lista y mala”

Laura Martínez, periodista y autora de 'Desde la trinchera'. / Jesús Císcar

Laura Julián

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La periodista Laura Martínez (València, 1994) es una lectora compulsiva. Amelia Valcárcel, Silvia Federici o Ana de Miguel son algunas de sus autoras referentes. Estudió periodismo en la Universidad de València y, desde entonces, no ha parado de leer y escribir. En 2015 empezó a trabajar para diferentes medios de comunicación valencianos y, un año después, entró a formar parte del equipo de la edición valenciana de eldiario.es. Desde esta cabecera escribe sobre política institucional, feminismo y desigualdad.

Martínez acaba de estrenarse en el mundo editorial con Desde la trinchera: Microbatallas feministas (Catedral, 2021), un ensayo ácido que reúne un conjunto de vivencias escritas en primera persona por una voz joven, feminista y, sobre todo, de mujer. La autora cuenta situaciones machistas que vive en su día a día y expresa también reflexiones que beben de su trabajo como periodista y de su interés en autoras feministas para finalmente recordarnos que “tenemos muchos frentes abiertos”. En su trinchera, explica, están las mujeres que quieran cambiar de forma “radical” el sistema y también los hombres que quieran colaborar en ello. Al otro lado, apunta, están el patriarcado, el capital y la extrema derecha.

Acabas de publicar un libro que tú misma decías que no te veías “capaz” de escribir, pero ya lo tenemos encima de la mesa. ¿Cómo ha sido ese proceso de escritura y de autopercepción de ti misma como autora?

Ha sido y está siendo complicado porque te definen como periodista y escritora, pero les contestas que no eres escritora y te dicen que sí, que lo eres porque has escrito un libro. Es complejo. El libro llevaba tiempo mascándolo y no terminaba de salir. La pandemia fue el momento perfecto y coincidió con el acuerdo editorial. Fue complicado porque tuve que ordenar pensamientos, notas e información que ya tenía para intentar explicar con claridad las ideas y evitar que se malinterpretara el mensaje. El libro no es un ataque a nadie, pero tampoco una cosa naíf. Escribir intentando que cada palabra signifique lo que quieres que signifique resultó complejo, pero estoy contenta con el resultado y con la acogida.

Eres una lectora voraz, siempre llevas un libro diferente encima y diría que casi siempre son autoras. ¿A quiénes consideras tus referentes?

Lo de la lectura compulsiva es un poco patológico. En distintas etapas de mi vida he llenado vacíos con diferentes cosas y últimamente han sido los libros. Empecé a leer autoras de forma inconsciente. Me di cuenta de que mi universo literario estaba ocupado por hombres y, pese a que me había interesado por el feminismo mucho antes, empecé a ser consciente de que tenía que ponerle remedio en casa con ciertas lecturas. Una autora me fue llevando a otra y el campo referencial se fue abriendo. El libro se basa mucho en la lectura y la asistencia a conferencias de las discípulas de Celia Amorós: Amelia Valcárcel o Ana de Miguel, aunque no necesariamente comparto todo lo que dicen, pero son personas que iluminan con su conocimiento. O Silvia Federici, una autora fundamental para entender todas las violencias contra las mujeres, especialmente la económica. También podría nombrar a compañeras periodistas, amigas o periodistas de otros medios como Ctxt o El Salto. El libro está lleno de referencias a artículos.

Llevas años escribiendo sobre feminismo y desigualdad en eldiario.es. ¿De qué forma ha influido tratar esos temas en tu percepción de la realidad?

El libro surge precisamente de eso. Si no hubiera sido periodista este libro no existiría. Para mí el feminismo es como una mirada, además de ser un marco teórico y político, o un movimiento, tiene una parte que es de herramienta para tratar la realidad. Cuanto más conoces más consciente eres de las desigualdades que existen. Hay una fase de culpabilidad en la que te cuestionas cómo es posible que no haya sido consciente de eso hasta ahora, cómo pude haber hecho eso o decir algo que era horrible. Luego cuando pasas esa fase se inicia otra de conciencia más activa. Empiezas a trabajar por remediar todo eso, por ser mejor persona con el entorno y contigo misma.

¿Qué temas son los que más te han interesado?

Las violencias que sufren las mujeres migrantes, por ser las últimas en todo el escalón, por no tener derecho a tener derechos, y también la precariedad, uno de los temas que vamos a tener que abordar de forma inmediata porque nuestras condiciones de vida cada vez empeoran más. Está muy bien que el feminismo sirva para romper los techos de cristal, pero esos trocitos de cristal no puede ser que los tengan que recoger otras mujeres y que nosotras crezcamos a costa de ellas. Y digo ‘nosotras’ pero tendría que incluirme en el campo de las que recogen los trocitos.

En el libro nombras que en tertulias o lugares de trabajo te encuentras con periodistas, abogados, políticos y otros hombres que se “escandalizan” con los lemas feministas y que atacan al movimiento feminista. ¿Es habitual esa situación?

Cada vez menos, pero también porque creo que yo colaboro en espacios en los que están más dispuestos a escuchar y tratar temas relacionados con el feminismo. Sí que lo veo habitual en otros lugares. Es habitual encender la televisión o la radio y que haya gente que te niegue la violencia machista o te llame exagerada por hablar de brecha salarial.

Este ensayo también busca inspirar a las mujeres para que “peleemos” en las “microbatallas feministas” del día a día. ¿Cuáles dirías que son esas cotidianidades que siguen situándonos como cuerpos menos aptos?

Es un todo: que no te tengan respeto, que siempre haya esa condescendencia respecto a lo que tienes que hacer, la imagen que se proyecta de las mujeres... Hay un doble prejuicio: o eres buena y tonta, y te tratan como tonta; o si eres lista es porque eres mala. Hay tópicos que son constantes, la hipersexualización... Pases por donde pases parece que haya una mujer espectacular, o que tu misión en la vida tenga que ser la de satisfacer al resto del mundo ya sea en casa, pareja, trabajo o cualquier ámbito. Hay un montón de frentes abiertos y cualquier mujer puede ser consciente en su día a día.

¿Como mujer joven y periodista, consideras a los medios de comunicación un sector feminista?

No. Hay voluntad por parte de muchas personas o algunas empresas por trabajar la perspectiva de género, pero ahora mismo el oficio del periodismo es poco compatible con una perspectiva feminista, empezando porque son espacios muy masculinizados donde el poder lo tienen los hombres. Con eso no me refiero solo a los directores de los medios, sino a quién concentra el dinero, el poder. Por otro lado, la propia estructura de trabajo es imposible. No puedes ir corriendo a todas partes o prepararte un reportaje en una hora. No puede ser que entres a las 10 de la mañana y salgas a las 10 de la noche. Esta profesión no te permite hacer nada más que no sea trabajar.

También hablas en el libro de la cosificación de los cuerpos, de la obligatoriedad de ser “guapa, lista, buena y digna”. ¿Qué es lo que no estamos haciendo bien si las mujeres jóvenes siguen sintiendo que vivimos en un sistema que las oprime por ser mujeres?

Eso me gustaría saber. Mi madre tiene una biblioteca que yo no había descubierto hasta hace dos días llena de libros de Virginia Woolf y otras autoras que hablan de una forma de ser mujer distinta a la que conocemos por imperativo. Me interesa saber cómo se pierde esa genealogía, ese conocimiento, eso que ya dijeron mujeres muy inteligentes hace cientos de años. ¿Por qué no aprendemos? ¿Por qué no se acumula el conocimiento? No sé si es algo que estamos haciendo nosotras mal o es que se nos ha apartado de todos los espacios y parece que siempre estemos empezando de cero. El cuerpo y la cosificación me genera mucho conflicto cuando hablamos de empoderamiento porque parece que seamos nosotras las que tenemos la culpa si nos ponemos una ropa u otra o si somos más o menos atractivas. Al final una acaba martirizándose porque no sabe qué ropa ponerse, qué aspecto tener, no sé si maquillarme o no, si lo hago para mí o para los demás. Al final el problema no es lo que tú te pongas o lo que tú hagas, el problema es quien te mira, el problema es quien nos sexualiza y nos agrede.

¿Seguimos cayendo en las trampas del patriarcado?

Sí, el patriarcado y el capital cada vez que rompemos una valla nos pone cuatro muros nuevos. Nos pone trampas, se dice mucho eso de ‘mi cuerpo, mis reglas’ en las manifestaciones y como lema está muy bien, pero luego ese mismo mensaje se utiliza para justificar los vientres de alquiler o la prostitución. Porque claro, si tu cuerpo es tuyo...

Por último, vayamos al título del libro ‘Desde la trinchera’. ¿Cuál es tu trinchera y quién está al otro lado?

En mi trinchera están todas las feministas, todas las mujeres que quieren cambiar de forma radical este sistema, los hombres que quieren colaborar con este cambio radical. Al otro lado, en el frente disparando están el patriarcado, las herramientas del capital y la extrema derecha que nos ha situado como enemigas porque sabe que tenemos un discurso potente que cuestiona todo lo que ellos significan.

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