De los 'chemtrails' a las vacunas con microchip: las denuncias conspiranoicas llegan a los juzgados valencianos
Las teorías de la conspiración han dejado de ser algo hipermarginal, una cuestión freak con la que se hace mofa en redes sociales y la cultura audiovisual, para pasar a ser un problema en los juzgados. La fiscal superior de la Comunitat Valenciana, Teresa Gisbert, ha alertado del aumento de la carga en los organismos judiciales motivado por teorías conspiranoicas, que van desde los llamados 'chemtrails' -las estelas de los aviones- hasta personas que creen que les han insertado un chip sin su consentimiento.
Estas hipótesis, totalmente acientíficas, han encontrado en internet un caldo de cultivo y un medio de difusión. Según la titular de la fiscalía, por la red circulan “un montón de páginas donde ya te ponen la denuncia” y basta con rellenar tu nombre y datos para presentarla en el juzgado. “Yo tengo una señora muy amable de Alzira que normalmente cada dos semanas me envía una foto de su ropa colgada en la terraza y en la que se ven arriba los 'chemtrails'”, ha comentado durante su intervención en las Corts Valencianes, donde ha presentado la memoria de la Fiscalía correspondiente a 2022. “A todas hay que contestar”, ha indicado, lamentando el aumento de la carga de trabajo.
La Fiscalía de Medio Ambiente tuvo que elaborar un informe ante el aluvión de casos recibidos, unas quejas inauditas que han crecido a raíz de la difusión de bulos. Estas ideas vinculan las estelas de los aviones -la condensación de los vapores- con una supuesta fumigación para evitar la lluvia o provocar daños en la salud. La Agencia Estatal de Meteorología también ha visto un aluvión de críticas, insultos incluidos, de personas que creen que están siendo fumigadas o se preguntan “qué están haciendo” esos aviones. Gisbert ha recordado el trabajo, que unifica el criterio de las fiscalías provinciales, y ha ironizado: son estelas que se dan “por condensación, es por el cambio de temperatura y por supuesto ni nos quieren envenenar, ni nos echan gases tóxicos, ni es para la lluvia”.
Junto a la conspiración de los gases de los aviones, la fiscal ha introducido a los diputados en los “querulantes”, el nombre que en los organismos judiciales dan a los denunciantes compulsivos que se obsesionan con alguna cuestión sin base racional y suelen terminar denunciando a los jueces en cadena porque consideran que no se les ha atendido correctamente. “Para nosotros es terrible. Los querulantes son personas que tienen algún trastorno mental. La fiscalía superior lo remite a la sección civil de las personas con discapacidad por si necesitan algún tratamiento o el nombramiento de un defensor o una medida de apoyo para que no continúe con esta hipérbole de escritos, ha enunciado Gisbert, que ha querido poner el foco en el bienestar de este grupo de la población. ”Son personas que están sufriendo porque creen que les han puesto un chip. No es un capricho. Son personas que sufren, lo pasan mal, creen que les vigilan o los vecinos les odian y necesitan una ayuda evidente“, ha afirmado.
Desde el estallido de la pandemia y la vacunación récord contra la Covid-19 ha habido una proliferación de portales web que han difundido bulos sobre las vacunas. Uno de los más populares fue que con la dosis para inmunizar a la población se introducía un microchip para que las grandes empresas tecnológicas pudieran rastrear a los humanos. El bulo tiene el origen en un vídeo en el que Bill Gates habla de la posibilidad en el futuro de usar certificados digitales con algunas vacunas usando micropartículas, algo que no tiene nada que ver con un microchip al estilo informático. En plena pandemia, hasta un 20% de los estadounidenses creyeron que la vacuna contra la COVID contiene un microchip que se usa para el control mental conectándose a las antenas de 5G, según un estudio. Las teorías de las conspiración con respecto a las vacunas son responsables de aproximadamente la mitad del rechazo a la vacunación, un efecto efecto patente en países como EE UU, Italia, Francia, Polonia y Rusia, y que ha costado miles de vidas en todo el mundo. Para algunos investigadores, el problema no es el nivel educativo, sino que se debe a una cuestión de desconfianza epistémica en el sistema y en los canales oficiales de información, además de un componente intelectual-emocional: tender a creerse lo que concuerda con nuestras creencias previas y sentirse parte de algo.
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