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Crònica

Erial acaba a navajazos pero no es nada personal, solo negocios

Eduardo Zaplana durante su declaración en el juicio de Erial.

Francesc Arabí

València —

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Los secretos de las cloacas y los de alcoba, que a veces se cruzan, son el mejor seguro para garantizar la paz. Como las armas nucleares en la Guerra Fría. Eduardo Zaplana y Juan Francisco García comparten material reservado. Una especie de sociedad sindicada de muertos en el armario. Porque presidente y jefe de gabinete estuvieron siete años en el Palau de la Generalitat. De mayo de 1995 a julio de 2002, la época en la que se construyó un régimen en el que cada pirámide llevaba adosado un sarcófago de sobrecostes. Los mejores viveros para cultivar mordidas. 650 millones en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, 150 en Terra Mítica… Juanfran dirigía el tráfico en el subsuelo del Consell. 

Los lazos personales quedaron muy tocados en este juicio por culpa del instinto de supervivencia. El ex jefe de gabinete pactó con el fiscal cantar a cambio de reducir pena. De 14 años a un año y 8 meses. El hombre no quiso arriesgarse a contemplar la vida entre barrotes. Por eso, el pasado 16 de abril, quien presidió la mesa de contratación confesó que la adjudicación de las ITV se amañó a favor de Sedesa y que esa ilegalidad se acordó con Juan Cotino y Eduardo Zaplana en enero de 1997. Al contrario que Joaquín Barceló, Pachano, García no quiso hacer más daño del imprescindible. 

En el descuento, como el Real Madrid

Pero en esta sesión del jueves 23 de mayo, la última del juicio, sucedió lo que es costumbre en el Santiago Bernabéu. En los minutos de descuento, el resultado sufrió un revolcón. Justo en el momento de ejercer el derecho a la última palabra. Juanfran ajustó cuentas tras haber sido acusado por el abogado de Zaplana y el del contable Francisco Grau, de mentir y pactar clandestinamente con el fiscal. “Todo lo que declaré es absolutamente verdad, no son interpretaciones, sino cosas en las que intervine directamente”, sentenció. Y apuntaló la participación del ex presidente en aquella adjudicación con amaño y cobro de comisiones: “No tiene sentido que yo participara en la operación sin conocimiento de mi superior jerárquico, quien, además, tenía acceso directo a Juan Cotino”. O sea, se habría enterado.

Dicho lo cual, expresó su deseo de que la vida les brinde la opción de “retomar la amistad de 46 años”. Ya lo dijo Michael Corleone, “no es nada personal, son solo negocios”. Y acto seguido rebatió la acusación de falta de transparencia en las conformidades. Desveló que la última vez que habló con Zaplana fue para decirle que estaba “iniciando un proceso de conformidad y acuerdo con el fiscal”. “Como amigo le recomendé que hiciera lo mismo, que pensara en él, en su familia y en personas como Mitsouko [su fiel secretaria]… Dijo que no, pero no voy a repetir sus palabras exactas”, relató.

Al abandonar la Ciudad de la Justicia, Zaplana no quiso comentar el speech del ex amigo. “No valoro lo que digan los demás”. El ex presidente pronunció su alegato, de pie ante el tribunal, el primero, antes de la intervención de García.

Juicio a un régimen

En Erial se dirime si él y su banda participaron de la orgía de comisiones que circularon por los bajos fondos de aquella política de cartón piedra que él apadrinó, cimentada sobre un casino inmobiliario. En su intervención, sacó el bote de barniz para dar una manita de estilo envasado al vacío. “En este procedimiento que dura más de ocho años se ha querido trasladar una imagen, una idea meramente criminal de una persona que usa y abusa de sus relaciones personales. Siempre me he tenido por amigo de mis amigos y cuando he podido hacer un favor lo he hecho sin contraprestación”. “Ha sobrevolado la imagen de alguien que se dedica a esconder su actividad de forma paranoica, por no sé qué miedos o amenazas que nunca me preocuparon, pero, visto lo visto, tuvieron que haberme preocupado”. Es la teoría de la conspiración esbozada por Villarejo y el Yonqui del dinero y recogida por su abogado defensor.

Zaplana contó que en los momentos más delicados de salud, hizo testamento. “Todos mis bienes son los que están en la pericial económica”, explicó. Porque, “ni he cometido nunca ilegalidades al frente de la Generalitat ni he tenido dinero en el exterior, lo mismo que dije en marzo de 2019 tras nueve meses en prisión”. En ese punto empezó su particular mitin sobre sus “recuerdos” de “los tiempos dedicados a la vida pública. Ha sido un honor y un privilegio dedicarme a la vida política, aunque su ejercicio me haya traído aquí”. Por lo de la conspiración. El presidente del tribunal, Pedro Castellano, le apercibió para recordarle que se había salido del guión.

Antes de la prórroga, hubo partido. El primero en exponer sus conclusiones fue el abogado de Francisco Grau, Bosco García. Pese a que su cliente se vendió en su declaración como el Warren Buffet de la ingeniería fiscal y financiera, su letrado le rebajó el ego y el currículum. Ciñó su labor a ser el asesor fiscal de Zaplana y de Barceló. Nada de “artífice de la ingeniería financiera”.

Amigos y amigos íntimos

Su cliente se limitó a controlar fiscalmente Medlevante y Gesdesarrollos,  sociedades que atribuye realmente a Barceló, por mucho que éste diga que era un mero testaferro de Zaplana. Si era así, Grau “nunca lo supo, nadie se lo dijo”, comentó el letrado. Es que eso de la confianza tiene grados. “Eran amigos los tres pero en distinto grado. La relación íntima no está con el señor Grau, pero sí entre Barceló y Zaplana. Iban al fútbol juntos, a la Champions…”.

Grau llegó al ex presidente porque era el contable del Hotel les Dunes de Benidorm, de la familia política de Zaplana. Y se convirtió en su asesor y gestor de su empresa Decuria Consulting. Una pequeña pyme con la que Zaplana se gana el pan. “Se dedica a promover negocios a cambio de comisiones”, explicó el letrado. Se defiende bien profesionalmente. Agustín Ribera, abogado de Francisco Pérez, El Gasofa, explicó que su cliente adelantó los 23.000 euros de alquiler de un yate y Zaplana le devolvió luego el dinero. Pues claro que navega por la vida en yate. “El nivel de ingresos que tiene le permite ir en barco”, sentenció el letrado de Grau. “¿Que vive muy bien? Pues nos alegramos”, remató. Pues claro que sí.

Secretaria de Zaplana, “profesión de riesgo”

A Mitsouko Henríquez, la secretaria de Zaplana, la investigación le otorga una función clave en la trama. Según explicó Belhot, recibió 2,3 millones en siete años de fondos repatriados en efectivo a través de cambistas que le entregaban los billetes en mano en Madrid. Su abogada, Carmen Gallego, negó ese papel y adujo que el urguayo no presentó pruebas. Y que no las hay en los 13 correos que se cruzaron su clienta y quien confesó ser el gestor del dinero de Zaplana.

Sobre los 50.000 euros en efectivo que la UCO halló en el despacho de la secretaria, la abogada indicó que se correspondían con retiradas de efectivo de cuentas de Zaplana para gastos. “Cada uno tiene sus necesidades y gastos”, comentó.

Para el fiscal, “se extralimitaba”. El fiscal “no sabe lo que es una secretaria”. “Envía sobres, reserva billetes, restaurantes, viajes, hace lo que le pide su jefe”. Y cuando tenía un rato libre, le organizaba la mudanza del piso del barrio de Salamanca a Pachano. “Era un favor a su amigo”. Porque la vivienda, dijo, era de Pachano y no de Zaplana.

Las defensas insistieron ayer en que Pachano tenía patrimonio y negocios propios. Por mucho que vaya de modesto testaferro. El letrado de Grau insistió en que era cliente por sus empresas, no por Zaplana. Y el abogado Saturnino Suanzes, al que Pachano acudió por problemas con su cuenta de Andorra, lo considera un constructor y promotor “de toda la vida” que tuvo una época de “actividad frenética”. Si el juicio se llega a alargar un día más, Pachano acaba haciéndole sombra a Florentino Pérez.

Visto para sentencia

A las 16,08 horas, Pedro Castellano pronunció el “visto para sentencia”, tras dos meses de vista oral. En el banquillo de los acusados estaba la alineación completa. El acusado número doce, Saturnino Suanzes, ocupaba plaza entre los abogados defensores. Porque se defiende a sí mismo. Habían sido convocados todos para asistir al epílogo Erial. José Luis Olivas llegó tarde, a las 13,27 horas, pese a que ya no trabaja en hundir bancos y cajas. El asesor fiscal de Zaplana, Francisco Grau, dejó su despacho habilitado en un rincón de la sala para teletrabajar y se sentó con el resto del “grupo criminal” o cuadrilla de amigos, según fiscal o defensas.

Fractura en el zaplanismo

En una punta de la primera fila, Zaplana, y en la otra, Vicente Cotino. Acostumbrados a jets privados y paseos en yate, no debe de ser fácil adaptarse a unas sillas cuya relación con la ergonomía es como la actual entre Pachano y el ex presidente.

Acabado el serial Erial, acusados y abogados formaron corros según afinidades. Por un lado, los que han firmado conformidades; por otro, los que siguen al lado del jefe. Ha sido la mayor escisión interna en el zaplanismo desde la fractura con Francisco Camps. Y como todos los días, entre unos y otros, circulaba solo ante el peligro el fiscal Pablo Ponce. Como Gary Cooper. Con paso firme, valor y mucha determinación.

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