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La mujer refugiada: del exilio republicano a la huida de Siria, pasando por el drama de Venezuela

Las refugiadas Helia, a la izquierda, y Alicia, en el centro, con Belén, de la plataforma de ayuda en Elche.

Emilio J. Salazar

“Siempre me dicen, con cuatro años que tenías, ¿cómo te acuerdas de todo? Pues os aseguro que no se me ha olvidado ni un detalle”. Así comenzó el viernes su relato Helia González Beltrán sobre el exilio que le llevó a ella y a su familia del puerto de Alicante al de Orán. Subidos al Stanbrook, un buque carbonero con capacidad para 24 tripulantes y que acogió a más de 2.600 personas en los últimos coletazos de la Guerra Civil, Helia y su hermana Alicia -también presente en el acto- se acababan de convertir en refugiadas en una tierra extraña, Argelia, donde pasaron una década de supervivencia hasta que pudieron regresar a Elche.

“Cuando veo ahora las imágenes en televisión con todos los refugiados de tantos países pienso que fuimos unas privilegiadas por la acogida que nos dieron”, señaló Alicia ante la mirada emocionada de Maya, una joven argelina residente en la provincia y de Aisha, una madre siria que tuvo que sortear primero las bombas sobre Homs, su ciudad natal, y luego el hambre que pasó junto con sus tres hijos –el cuarto nació en España- y su marido en un campamento del Líbano durante casi cuatro años.

Las bombas como protagonista de las tres historias. Cuenta Helia que de milagro no le impactaron las bombas de la aviación italiana al poco de zarpar de Alicante y más tarde los proyectiles del temido barco del bando nacional ‘Las Canarias’, según relata la madre de ambas en el libro ‘Stanbrook, vivencias de un exilio’. En cambio, la vivienda de Egleé Alejandría acabó, según relató ella misma, bombardeada y no lo quedó otra que venirse a España con su nieta y su esposo. “Fui un caso de persecución política como tantos hay en Venezuela”, aseveró.

El exilio de la familia de Alicia y Helia vino motivado por las actividades intelectuales del padre, Nazario González, histórico republicano y director teatral. Esta última faceta salvó a esta familia en Argelia donde las dos pequeñas y los padres hicieron de todo en las improvisadas funciones teatrales. Ya en 1949 lograron volver a Elche gracias a un cura al que salvaron la vida durante la contienda y que respondió por ellos ante las autoridades.

“Del exilio no se vuelve, se regresa de otro sitio distinto del que te fuiste. Tú no eres la misma que la que se fue y la gente tampoco. Estás otra vez como refugiada en tu propia tierra y eso es lo que nos marcó mucho”, rememora Alicia. Volver al lugar de partida, ese es el deseo de Aisha y Egleé. La venezolana asume que “es muy difícil” por la situación que atraviesa su país. “Estando acá, mi madre murió allá pese a que en mi familia hay varios médicos que no pudieron encontrar medicinas para ella”, denuncia con resignación.

“Yo no puedo hablar con mi madre por teléfono porque se pone a llorar todo el rato”, explica Aisha, que cuenta con la ayuda de Maya, que hace de intérprete improvisada para este acto celebrado en una sala céntrica de Elche. Su situación y la de su familia, añade, ha mejorado mucho desde que salieron del Líbano. Han estado recibiendo ayudas estatales gestionadas por Cruz Roja pero estas se agotan el mes que viene y vislumbra un futuro difícil. “A veces pensamos que cuando llegan a otro país a las personas refugiadas se les ha acabado el problema y no es así”, explica al público asistente Belén Delgado, miembro de la plataforma de Ayuda a personas refugiadas sirias de Elche.

Una de las salidas laborales que podría encontrar Aisha es la que, de manera ocasional, ha conocido Egleé: el trabajo doméstico. Explica Beatriz Moreno, de Elche Acoge, fundación que ha colaborado en este evento, que “limpiar o cuidar de personas mayores en condiciones muchas veces infrahumanas” es la única posibilidad que les quedan a las mujeres migrantes o refugiadas, distinción que ella no comparte. “Y eso que la mayoría de las mujeres solicitantes de asilo están muy formadas”.

Ambas, Egleé y Aisha, afirman sentirse muy bien integradas en España. “Me gusta mucho España y su gente, pero aquí tengo el problema del idioma”, explica Aisha en un loable español. “Es duro estar aquí con la mente allá por las personas que has dejado atrás”, añade Egleé. Helia y Alicia también descubrieron hace 80 años “la solidaridad” del pueblo argelino cuando las acogieron, “frente a la rigidez del gobierno”, afirma Alicia en un comentario que se le podría atribuir a cualquiera de los testimonios.

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