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CV Opinión cintillo

Campaña por el voto rural: Alberto Garzón y los intereses de la industria cárnica

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E l 14 de diciembre, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, concedió una entrevista al periódico británico The Guardian, que la publicó diez días más tarde. La entrevista se centró en el impacto medioambiental de la industria cárnica, un tema que en España comienza a generar debate, aunque todavía tímidamente.

En condiciones normales, una entrevista como esta –publicada en inglés y en un medio extranjero– no habría permeado la escena mediática española. Pero las condiciones no eran normales. Por un lado, es sabido que Alberto Garzón defiende una ideología comunista, adjetivo que todavía escuece a muchos ver asociado a una cartera ministerial. Poco importa que el ministro hable de juguetes, de casas de apuestas o de medioambiente. Su figura, ahora que Pablo Iglesias ha abandonado la política institucional, es el símbolo de todo lo que la derecha rechaza y, como tal, cualquier ocasión, por forzada que sea, es idónea para ponerlo en la diana mediática. Incluso si ello implica distorsionar hasta el absurdo los hechos con el fin de ganar rédito político. Por el otro lado, en el horizonte acechan las elecciones de Castilla y León, que se celebrarán dentro de un mes, y en las que los sectores rurales tienen mucho que decir, más todavía si tenemos en cuenta la candidatura unitaria de la España vaciada que se está fraguando para las próximas elecciones generales.

Pero, ¿qué dijo exactamente el ministro en la entrevista publicada en The Guardian? En el artículo original, redactado en inglés, podemos leer:

Extensive farming is an environmentally sustainable means of cattle farming and one that has a lot of heft in parts of Spain such as Asturias, parts of Castilla y León, Andalucía and Extremadura,” he said. “That is sustainable; what isn’t at all sustainable is these so-called mega-farms … They find a village in a depopulated bit of Spain and put in 4,000, or 5,000, or 10,000 head of cattle. They pollute the soil, they pollute the water and then they export this poor quality meat from these ill-treated animals.”

Traducido al español: “La ganadería extensiva es un medio de ganadería ambientalmente sostenible y que tiene mucho peso en determinadas regiones de España, como pueden ser Asturias, parte de Castilla y León, incluso de Andalucía o Extremadura”, dijo. “Esa es sostenible; lo que no es en ningún caso sostenible es lo que se llama macrogranjas … Encuentran un pueblo de la España despoblada, y ponen allí 4.000 o 5.000 o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan los suelos, contaminan el agua y después exportan carne de baja calidad de estos animales maltratados”.

Así que no, Garzón no ha atacado a los ganaderos de España –como si todo el sector pudiera reducirse a una sola voz– ni a la España vaciada, ni sus palabras sugieren ni confirman, como muchos se empeñan en hacer creer, que odia a España.

Lo que Garzón ha hecho es contraponer dos modelos de producción cárnica –la local extensiva y la intensiva de las macrogranjas industriales– y decir que en el segundo se contamina muchísimo más y se produce carne de peor calidad proveniente de animales maltratados. En resumidas cuentas, Alberto Garzón se ha mostrado favorable a un modelo de producción cárnica que beneficie al ganadero local y que no esté, como ocurre en España, en manos de los grupos de la industria cárnica, que poco o nada se preocupan por el ganadero, por el bienestar del territorio en el que se produce la carne y, mucho menos, por las condiciones de los propios animales.

Evidentemente, esto no ha sido un malentendido, ni tampoco un error de traducción. Pero tampoco podemos admitir eufemísticamente que únicamente se han sacado de contexto las palabras del ministro. Lo que ha hecho la derecha y la extrema derecha –y también sectores del PSOE– es modificar hasta el absurdo el mensaje original con dos objetivos muy claros: primero, impedir que se desarrolle un debate público y político sobre el modelo de producción cárnica en España. Segundo, transmitir a la población de zonas rurales la idea de que Alberto Garzón –y, por ende, Unidas Podemos– son contrarios a sus intereses.

Alberto Garzón es una figura odiada por la derecha y contraria a los privilegios de las grandes corporaciones, por lo que es natural que ambos grupos traten de derribarlo. El debate, sin embargo, no es si Garzón está defendiendo o perjudicando los intereses de los ganaderos, sino qué entienden las derechas por “intereses de los ganaderos”. Los que difaman al ministro a capa y espada y se autoproclaman únicos defensores del campo, ¿están defendiendo realmente los intereses de los ganaderos? ¿O están tratando de ganar el voto rural para luego poder defender en las instituciones los intereses de la industria? Intereses, los de esta última, que sí son por definición contrarios a los de los trabajadores del campo.

Porque lo importante no es solo cuánto trabajo o riqueza genera un sector, sino a dónde van a parar estos. A quien diga que el modelo industrial genera dinero, cabe responder: ¿para quién? ¿Para el ganadero local o para los ejecutivos de ciertos grupos cárnicos? Y a quien defienda la producción industrial por los puestos de trabajo que genera, preguntamos: ¿qué tipo de trabajos son estos? ¿trabajos propios del sector de la ganadería o trabajos de tipo empresarial ligados a los departamentos de comercio y marketing, entre otros?

En cualquier caso, y esto sí que lo dijo el ministro Alberto Garzón en la entrevista de The Guardian, la agricultura extensiva es ecológicamente sostenible y la intensiva no lo es, y esto afecta innegablemente a los intereses de todos nosotros. Quizás deberíamos empezar a reflexionar por ahí.

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