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Móviles o 'tablets' en la educación

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Si enseñamos a los estudiantes de hoy como enseñamos el día de ayer, les robamos el mañana. ¿Por qué haríamos esto? Podemos dejar el ayer si tenemos una mente abierta, escuchamos a los alumnos, y les permitimos cocrear juntos lo que se explora en el aula; si les damos fuerza como pensadores y alumnos cuya curiosidad y capacidad de maravillarse los lleva a profundizar en sus investigaciones, crea comprensión y les abre a las incógnitas que traerá el mañana.

(John Dewey)

El aprendizaje es un simple apéndice de nosotros mismos. Dondequiera que estemos, está también nuestro aprendizaje.

(Shakespeare)

El nostre futur serà de pantalles

(Paráfrasis a un aforismo de Joan Fuster)

Ahora que se ha aprobado la nueva ley de educación (la LOMLOE) los privilegiados de la concertada, los católicos de siempre, han vuelto a dar la tabarra con sus impugnaciones de siempre: las clases de religión no obligatorias ni evaluables en la media para el acceso a la universidad, la educación en valores que incluyen el respeto a la igualdad de género y la eutanasia consideradas por ellos como ideologías perversas y de la muerte… etc. Y, por supuesto, en el fondo, lo que quieren es más dinero. Pero no son los únicos: los antipedagogos, reaccionarios e ignorantes, vuelven a sacar su pedagogía periclitada como cruzados y auguran el desastre total del sistema educativo. No entendiendo el profundo cambio e incertidumbres por el que la sociedad se sume aceleradamente, siguen anclados en la pedagogía patrística y decimonónica que bebieron durante el franquismo. Anacrónicos e incultos, no saben que cada civilización, desde el antiguo Egipto hasta la actualidad, cada sociedad, desarrolló unos rasgos genuinos y diferenciales en el currículum, tanto en materias, métodos, organización curricular, didácticas, evaluaciones, perspectivas políticas… Ha habido muchas pedagogías.  No entienden los antipedagogos tampoco que nos sumimos en la era del conocimiento y el aprendizaje con muchas incertezas, y que las competencias nuevas –bien entendidas como el “saber”, y el “saber hacer”, y no como una traslación del “ser competitivo empresarialmente”- comportan que el proceso enseñanza/aprendizaje sea más flexible, inclusivo, interesante y creativo. Se trata también, precisamente, de que se vea potenciada la formación de ciudadanos capaces de evaluar el conocimiento y desarrollar el pensamiento crítico para contribuir a la educación laica, científica y a la ética personal y ciudadana (que tanto hace falta).

Esperemos que lo que lo que no se consiguió con la LOGSE, por falta de inversión e implicación de un profesorado pedagógicamente imberbe y repetitivo, y por el boicot del PP, se encarrile adecuadamente con la LOMLOE. Vemos por ejemplo que la competencia de “aprender a aprender” implica entre otras cuestiones que por fin el alumnado responda a preguntas como qué es la argumentación; qué dimensiones del trabajo científico se aprenden argumentando; cómo diseñar tareas de clase que promuevan la argumentación; por qué han de comprender los argumentos pruebas, justificaciones y conclusiones; cómo las pruebas permiten distinguir conclusiones sustentadas en datos de opiniones; por qué el análisis y crítica de los enunciados y resultados de otras personas forma parte del pensamiento crítico… y qué elementos debe contener un argumento.

He puesto de ejemplo esta competencia porque, a raíz de la aparición de los móviles y tablets el razonamiento coherente y la argumentación suficiente para explicar y demostrar algo ha quedado bastante colapsada en la conversación de los jóvenes… y los mayores (y lo digo por experiencia). Los móviles e internet son un gran invento –qué duda cabe- pues puedes descargar tu memoria de muchas cuestiones antes necesarias (yo de memoria ahora solo sé mi teléfono); en el bolsillo llevas el mundo y más información que la biblioteca de Alejandría (cierto que hay mucha basura, mas para desecharla es necesaria la competencia antes citada). Sabemos los peligros que los móviles y las tablets acarrean: narcisismo incontrolado, manifestación de conductas de acoso y maltrato, insultos, engaños, fraudes, control entre las parejas, malos entendidos en los mensajes por faltar el lenguaje no verbal ni las inflexiones de voz… e incluso para mucha gente problemas de salud físico-psíquica al punto de llegar al insomnio, o crisis de ansiedad si se olvidan su móvil en casa, o disminución del lenguaje y su ortografía y gramática, o problemas psicológicos, o ‘habituación hipnótica a la pantalla’ (no me gusta la palabra “adicción”, tan extendida, porque, al contrario de lo que defienden muchos psiquiatras, dicho término debería reservarse para aquellos que se ven impelidos a repetir una acción aun cuando la diversión ha cesado y tiene un coste tan alto que ninguna persona razonable lo asumiría).... 

No obstante, el móvil o las tablets poseen vertientes positivas, pues como dijo Jürgen Habermas, uno de los filósofos más importantes de nuestro tiempo, la tecnología supone la utilización de la racionalidad en función de los fines. Sin duda. Pero uno de los mayores desafíos con que se ha encontrado el profesorado es el uso del móvil en clase. Sé por experiencia a qué punto es un distractor y boicoteador ‘invencible’, a no ser que los prohíbas… pero no estoy por esa labor. Mucho alumnado – y son mayores de 18 años- están siempre mirándolo en el aula por debajo del pupitre. Ya puedes explicar bien el tema, ponerle coraje, preguntarles… que ves cómo están hipnotizados por el móvil. Más: en una clase les puse un documental precioso sobre el pintor Rafael –pues era necesario- y observé atónito y sin decir nada cómo, excepto cuatro alumnos, desde debajo de cada pupitre emergía una lucecita. Por ello, es cada vez más necesario enseñar un uso responsable de las redes sociales e internet. Si les enseñas cómo buscar información, cómo contrastarla siempre, cómo discriminar lo verdadero de lo falso, les estás potenciando su capacidad de aprender y empoderando. 

Si cualquier youtuber influencer los seduce a base de discursos romos y paparruchas como el ‘terraplanismo’ o el negacionismo ante la Covid, se trata de guiarlos a que busquen informaciones serias y creen documentos, y que los expongan en público. ¡Claro que se les puede motivar más que una influencer! La memoria es muy necesaria y sin memoria no hay conocimiento ni razonamiento, pero lo que les va a preparar para el día de mañana es cómo el alumnado sepa hacerse preguntas para realizar proyectos coherentes, y lo poco que tarden y lo rápido y eficientes que sean en encontrar las informaciones. Al igual que la aparición de las calculadoras supuso la inutilidad del aprendizaje de muchas operaciones matemáticas largas y complicadas, hoy es un absurdo que un niño memorice todos los ríos, o las fechas que nacieron todos los reyes de España: basta con saber que tal rey es del siglo XIV o XV y tener unas ideas generales de los acontecimientos de ese siglo y por qué sucedieron y qué lecciones nos dan para nuestro presente. Casi todo lo demás, para matizar y profundizar a base de proyectos, lo puede encontrar en internet. Hay profesores que en Twitter o en Instagram hacen proyectos para Historia o para Filosofía. Los hacen ser periodistas de la actualidad del siglo XV, que imaginen que están en él, y que creen noticias y mapas conceptuales de ese siglo en grupos.

La pedagogía para el futuro ha desarrollado muchas metodologías emergentes y abiertas, pero hay que reconocer que el del uso de los artilugios tecnológicos es un tema complicadísimo, y solo con la educación y el apoyo desde bien pequeñitos de su uso les podremos dar sentido pleno y mejorar el aprendizaje. Y, por cierto, por razones que en otro artículo desarrollaré, creo que no podemos finiquitar todos los libros de texto; o que escriban a mano: todo lo contrario, para concentrarse, desarrollar el control viso-psicomotriz, memorizar, y desarrollar más conexiones neuronales, es mejor ser ‘amanuense’.

Carles Marco es pedagogo y psicólogo.

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