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Franc Cortada, director general de Oxfam Intermón: “Lo que era una pandemia global se ha convertido en una pandemia de pobres”

Franc Cortada, director general de Oxfam, en su sede de Valencia.

Laura Martínez

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Ingeniero de Caminos y con estudios de desarrollo, exclusión social y diversidad cultural, Franc Cortada lleva más de 20 años trabajando en cooperación al desarrollo. El pasado año fue nombrado director general de Oxfam Intermón, meses antes de la pandemia que ha acentuado las desigualdades en el mundo. Cortada conversa con elDiario.es en su visita institucional a Valencia, una de las primeras presenciales que realiza desde su toma de posesión, donde reclama a las instituciones llegar a un 0,7% del presupuesto en cooperación internacional.

El contexto actual viene marcado por una simultaneidad de emergencias: la climática, la humanitaria, la económica y ahora la sanitaria. ¿Cómo se afronta este cúmulo desde una ONG?

Con mucha determinación y mucha convicción. Son tiempos muy difíciles y uno puede entrar rápido en esa desazón porque las cosas no van a mejor. Cuando uno piensa en lo que ocurre en el mundo y ubica tres o cuatro grandes cifras ve que la situación es preocupante y exige acción y perseverancia. Más de la mitad de la población sobrevive y tenemos crisis sobrevenidas. La crisis sanitaria ha evidenciado carencias estructurales, cómo en la última década los gobierno no han puesto en marcha las políticas necesarias: el escudo social, inversiones en salud, protección social para acompañar a la población... Nosotros trabajamos en tres frentes a la vez. El primero: estar en las trincheras, acompañando a las comunidades y trabajando en el día a día con la gente que más sufre. Por eso estamos en Yemen, Siria o Centroamérica. El segundo es buscar cambios estructurales, en la incidencia política, en retar al poder y visibilizar lo invisible, denunciar las políticas que benefician a unos pocos y hacer propuestas para beneficiar a la mayoría. Ahí hablamos de fiscalidad, de políticas migratorias, abordar las causas de raíz. El tercero tiene que ver con la conciencia social, con cómo conectar con la ciudadanía, con la concienciación de esos temas que pueden sonar lejanos entre los problemas cotidianos. Tenemos que entender que en el mundo, o todos vamos a una y no dejamos a nadie atrás, o la humanidad se va al garete. La crisis climática o las vacunas lo han hecho evidente: celebramos una vacunación superior al 70% y en otros países como Mali están por debajo del 1%. Lo que era una pandemia global se ha convertido en una pandemia de pobres.

¿Además de agravar las crisis existentes, la pandemia ha generado nuevas desigualdades?

La lista es demoledora. Hemos visto una regresión tremenda: por primera vez en 20 años vuelven a repuntar los niveles de pobreza extrema en el mundo. El Banco Mundial está hablando de que la Covid-19 podría haber empujado a la pobreza a más de 500 millones de personas; más de 230 millones de personas tienen necesidades humanitarias; la brecha de género se ha exacerbado, las cifras de violencia contra las mujeres han crecido de forma exponencial. A todo ello hay que sumar la crisis económica: vemos cómo los comercios adquieren cierta normalidad, aunque España es mucho más desigual, pero en otros países hablamos de que el impacto de la pandemia en poblaciones más pobres es de una regresión de más de una década. La gente rica es más rica todavía, han recuperado e incrementado su riqueza, pero los pobres van a ser más pobres en los próximos 10 años.

Para evitar que esto sea una tendencia, en su informe apuntaban una serie de recomendaciones. ¿En el contexto español, observan que se tengan en cuenta?

Cuando lanzamos los informes de análisis alertábamos de que en España la Covid ha generado más pobreza severa. Hay cerca de 5 millones de personas en situación de pobreza severa, gente que sobrevive con menos de 16 euros al día, familias que cada día tienen que decidir si pagan el alquiler o la luz, si compran pañales o pollo. Se ha incrementado en 800.000 personas y también la pobreza relativa, que se acerca a 11 millones de personas. En el contexto de la Unión Europea, España es el tercero en pobreza infantil y el cuarto en pobreza severa; no es algo de lo que sentirse orgulloso. Estructuralmente tenía capacidad de contrastar esos niveles de pobreza, que la Covid acentúa y agrava las desigualdades estructurales. La gente con mayor impacto es la gente más pobre, se ha reducido el nivel de renta siete veces más que en las clases altas. Son la población migrante, las mujeres, los jóvenes, los que han recibido mayor impacto de la pandemia.

Nosotros recomendamos en primer lugar activar el escudo social, donde estamos por debajo de la media europea. Hablamos del ingreso mínimo vital, de aumentar su cobertura y alcance para acabar con la pobreza severa e infantil; debería ser un objetivo clarísimo. Las comunidades autónomas pueden y deben complementarlo con otros mecanismos de protección social como ayudas de vivienda, educativas. Otro bloque de recomendaciones tiene que ver con un mercado laboral altamente precario, uno de los grandes problemas del país: hay que regular la parcialidad, la temporalidad, la brecha de género, luchar contra los falsos autónomos, dar ayudas directas a las empresas condicionadas a un comportamiento responsable, fiscalmente, socialmente y medioambientalmente. También hay que introducir mecanismos que empiecen a transformar el modelo productivo español hacia uno con calidad de empleo, los fondos europeos tienen que ser palanca de cambio con una mirada estratégica. El tercer elemento tiene que ver con la otra cara de la moneda: la reforma fiscal que permita recaudar más y de forma más progresiva. El sistema fiscal de España está por debajo de la media europea, tenemos recorrido para recaudar más y es claramente regresivo. El 83% de la recaudación del Estado proviene de las familias, vía impuestos como el IVA o vía rentas del trabajo. También queremos ver cómo se lucha contra el fraude fiscal, de un suelo para el impuesto de sucesiones a nivel estatal.

¿Y han visto concreción de estas medidas en la acción de Gobierno?

En la parte del escudo social sí siento que hay un compromiso, aunque habrá que ver la dotación presupuestaria. En cuanto al ingreso mínimo vital hay una serie de aprendizajes en la gestión, de la cantidad de familias que se han quejado por los trámites, por las denegaciones... el IMV es una pieza fuerte pero tiene carencias, mucha gente altamente vulnerable se queda fuera, como las familias en situación irregular, con menores a cargo. Falta también ver la prestación por hijos a cargo, en tramitación en el Congreso. También hay que garantizar que las autonomías mantengan en sus presupuestos las rentas mínimas, la protección social.

También habrá que ver qué sucede con los fondos europeos. Pueden ser un revulsivo enorme, son 140.000 millones de euros. Toda la ayuda social al desarrollo a nivel mundial son 150.000 millones al año. Es una cantidad ingente de dinero que hay que aprovechar y tenemos que ser muy vigilantes. Deben ir a hacer una transición ecológica y digital, pero reducir los niveles de desigualdad, de pobreza e incrementar la protección social. Ahí soy escéptico cuando veo los proyectos tractores que llegan de las grandes eléctricas, de las grandes constructoras. Veamos cómo llega a las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan empleo.

Una parte del informe habla de transición justa. ¿Qué significa?

Hablamos de una salida de la crisis que no sea en forma de K; con los ricos más ricos y los pobres más pobres. En la salida de la crisis nadie se puede quedar atrás, los colectivos vulnerables deben estar en el centro.

También hablan de no repetir errores.

En la crisis de 2008 vimos que los indicadores económicos mejoraban pero eso no se traducía en una reducción de desigualdad ni de pobreza. El crecimiento económico no revertía en la protección social. Esta parte es muy importante.

También hablamos del espacio internacional. La salida de la crisis en términos justos es en clave internacional, en cómo ponemos el acento en los procesos de vacunación, que en los países pobres es obsceno e inmoral. ¿A quién se le ocurre hablar de una dosis de refuerzo cuando hay países en los que ni el personal sanitario está vacunado? Hay toda una agenda de vacunación que no puede esperar. También hablamos de una agenda de condonación de la deuda para permitir la inversión en escudo social y servicios esenciales, no en devolver deuda. Hay países como Sudán del Sur que tienen la mitad de su presupuesto para pagar deuda y no es el momento de eso. Es momento de incrementar las políticas de recuperación, de ayudas al desarrollo, no de condicionarlas a políticas de austeridad. Muchos de los préstamos del FMI van condicionados a políticas de austeridad y es un error que vimos en 2008.

Esta semana se reúne con varios representantes autonómicos y locales valencianos. ¿Qué papel juegan estas administraciones en la transición justa?

Son las que están más cerca del ciudadano, del día a día de la gente. Garantizan esos mínimos de protección social, de asistencia directa y acompañamiento a las poblaciones más vulnerables. Tienen la capacidad de garantizar el acceso a la vivienda, tienen una serie de competencias que garantizan unos mínimos, de ver cómo asignan los recursos que tienen, la política fiscal. Y ese granito de arena en la contribución a la agenda internacional de cooperación; ahora no es el momento de recortar, sino de reforzar y garantizar la solidaridad y ese sentimiento de humanidad compartida.

¿Qué reivindicaciones han traslado?

Buscamos el compromiso de reforzar la agenda del Gobierno valenciano con la cooperación internacional, aumentar el compromiso financiero y reforzar el trabajo con la sociedad civil. Queremos reforzar la narrativa de la fiscalidad justa y aquí Valencia se comprometió a ser un espacio libre de paraísos fiscales; la administración puede contratar con empresas fiscal y socialmente responsables. Además, quisiéramos obtener el compromiso, pese a que existe el IMV, de mantener los presupuestos en protección social.

Una de las crisis que ha afectado a las ONG es la de credibilidad y desconfianza por los abusos de poder. ¿Cómo trabajan para resolverlo?

Esa crisis fruto de malas prácticas hay que resolverla con varios elementos. El primero es la transparencia radical: ser capaces de explicar qué hacemos y rendir cuentas. Los ciudadanos nos dan un voto de confianza del que hay que ser merecedor. El segundo es dotarnos de más mecanismos internos de regulación en términos de políticas de salvaguarda, de mecanismos de denuncia para que de forma confidencial se puedan denunciar abusos de poder, y ser muy transparentes. Cada año publicamos los casos de fraude, de abusos sexuales, de poder... Lo explicamos porque nos parece importante decir qué ha ocurrido y qué hemos hecho. El tercer elemento tiene que ver con los mecanismos externos que nos fiscalizan. Nuestros donantes externos hacen auditorías de nuestros programas y finanzas, estamos sometidos a mecanismos de control... en la auditoría europea, sobre 10, sacamos un 9,75. Por último, las nuevas tecnologías nos tienen que permitir dialogar más con la sociedad.

¿Después de 20 años trabajando en cooperación, cree que un ser humano se acostumbra al dolor ajeno?

Para nada. Yo llevo casi 30 años y no me acostumbro; me es imposible: me genera indignación, frustración, impotencia. Y no me quiero acostumbrar. Me genera indignación pero mucha fuerza interior para combatir y levantarme cada día.

¿Al margen de la crisis sanitaria, en el contexto actual, qué le preocupa?

Me preocupa la deriva de regresión de derechos humanos en el mundo. El asesinato de activistas y ecologistas, el auge del autoritarismo y de los discursos de odio. Ello te hace consciente de la fragilidad de las democracias. Me preocupa la regresión en políticas migratorias y derechos del colectivo LGTBI y los discursos que ponen a competir desigualdades. Hay que luchar contra ello esté donde esté.

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