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A propósito de la nueva ley de educación

Carles Marco

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El pasado 15 de mayo la ministra Isabel Celaá concedía una larga entrevista en la revista Retina donde manifestaba, ante el nuevo proyecto de ley LOMLOE (“Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación” -nombre, por cierto, que recuerda a la película de los Hermanos Marx-) que: “El actual currículo es muy enciclopédico, repleto de datos y contenidos. Necesitamos un modelo más competencial a través de aprendizajes esenciales que no se centren tanto en materias al uso, sino en ámbitos, en `proyectos alternativos para los que se requieren espacios físicos que permitan una distribución distinta de los alumnos, incluso aulas con un mayor número de estudiantes donde dos o tres docentes puedan trabajar colegiadamente. Esto facilitaría una enseñanza personalizada que ayude a potenciar el talento de cada alumno (…) Cuando tengamos ese nuevo currículum más centrado en competencias, tendrá que ser medido de otra manera, con una evaluación realizada de manera colegiada por el conjunto de profesores que atienden a cada alumno”.

Hay que resaltar que el concepto de “competencias” es polisémico por lo que ha tenido acérrimos críticos a su favor y en su contra. En su contra están los que creen que ha sido una maniobra para meter por la puerta de atrás que sea el mercado el método normalizador de toda acción educativa, tendencia educativa nacida del “capitalismo cognitivo”, dentro de un neoliberalismo que subyuga y pone en segundo plano los conocimientos y contenidos teóricos presuponiendo su obsolescencia. Para estos críticos la noción de “competencias” se adorna con el celofán de cierta Pedagogía, escondiendo que es la preocupación mercantilista la que las define devaluando los contenidos históricos y el conocimiento social. Para Edith Cresson “el saber se ha convertido en algo obsoleto”: la cultura entendida en sentido amplio, al no tener aplicación inmediata en el mundo económico, es considerada como una rémora. Inciden en que este concepto aplicado a la Pedagogía nace del interés del Banco Mundial y los distintos lobbies empresariales. Consideran que, a remolque del mundo de la empresa, se están minando los fundamentos históricos de la legitimidad de la institución escolar, dado que con este modelo se tratará esencialmente de enseñar a los futuros aprendices la competencia suprema: la meta-competencia: la de ‘venderse’ a los empleadores aceptando, alienados, sus condiciones de precariado.

Los defensores del concepto de las “competencias” subrayan que no tiene nada que ver con inculcar la competitividad en el alumnado, sino que es la idoneidad o capacitación para el ejercicio de una función sea teórica o práctica, y no necesariamente posee connotaciones de carácter ocupacional; se trata de aquellas habilidades y destrezas propias de un determinado nivel instructivo; digamos que es la capacidad plasmada en objetivos de formación y aprendizaje. Podemos pues hablar de competencias que tengan que ver con el ser, saber, compartir, querer, hacer… Y así pues habrá competencias motrices, literarias, matemáticas, discursivas, socioemocionales, metalingüísticas, participativas, creativas… abarcando contenidos y destrezas especializadas, técnicas o metodológicas. El aprendizaje por competencias no tiene por qué implicar un modelo y filosofía de la educación negativos. Son ante todo la forma en que las personas logran movilizar todos sus recursos personales (cognitivos, afectivos y sociales) para lograr el éxito en la resolución de una tarea en un contexto definido. Involucran también las actitudes, los valores y el razonamiento con sentido crítico. Vemos pues que el concepto de “aprendizaje por competencias” es hoy un concepto vago que cada cual puede interpretarlo como quiera. Lo importante será, pues su praxis en la institución escolar.

La Memoria y Análisis de esta nueva Ley Orgánica tiene 186 páginas y está muy explicada y fundamentada. Muy resumidamente la ley tiene como objetivos:

  • Aumentar la autonomía de los centros y la participación en su gobierno de toda la comunidad educativa.
  • La inclusión en Educación Infantil del primer ciclo de cero a tres años con propuesta pedagógica, carácter educativo y requisitos mínimos a cumplir por los centros que imparten esta etapa.
  • La etapa de Educación Primaria vuelve a organizarse en tres ciclos; es decir, cada dos cursos conformarán un ciclo independiente que se evaluará en conjunto al final.
  • Desaparece la asignatura alternativa de Religión y dejará de ser computable en los expedientes académicos de los alumnos (ni contará para la nota media ni será tenida en cuenta en la solicitud de becas, aunque los centros tendrán que ofertarla siendo optativa para los alumnos). En su lugar se implantará de forma obligatoria la asignatura de Valores Éticos y Cívicos, centrada en “los derechos humanos y las virtudes cívico democráticas”. Esta asignatura se impartirá en el tercer ciclo de Primaria y en 1º, 2º y 3º de Secundaria.
  • Se establecerán “evaluaciones de diagnóstico” para los alumnos de 4º de Primaria y 2º de la ESO, pero sus resultados no podrán ser utilizados para hacer clasificaciones de centros educativos.
  • Desaparecen los “itinerarios” de la actual LOMCE: cualquier opción que escoja el estudiante conducirá a la obtención del mismo título de graduado en ESO. En Primaria se establecerán medidas preventivas para evitar las repeticiones; los alumnos solo podrán repetir al final de cada ciclo; y en Secundaria la repetición pasará a ser un recurso excepcional. Para ello se implementarán programas de refuerzo y mayor atención personalizada para los alumnos con dificultades de aprendizaje.
  • Se fomentará la creatividad, el uso de las tecnologías de la información, el aprendizaje significativo y el espíritu crítico.
  • Se trabajará en todas las etapas educativas la igualdad de hombres y mujeres, la prevención de la violencia de género y la homofobia.
  • Se flexibiliza el estudio del Bachillerato: de manera excepcional se permitirá cursar el Bachillerato en tres años en lugar de dos como hasta ahora; asimismo los alumnos que hayan suspendido dos asignaturas en el primer curso podrán pasar al segundo con las pendientes, sin necesidad de repetir el curso completo.
  • Se eliminan las reválidas y se recupera la anterior PAU para acceder a la Universidad.
  • Se implementará una Formación Profesional Básica más flexible, que integre la formación general y la profesional, y que permita el acceso a cualquier enseñanza postobligatoria. Se mejoran los itinerarios de FP para aproximar a España a las tasas europeas de alumnado que opta por esta vía. Se valorará por fin y promocionará la Formación Profesional.

Volviendo al principio es muy importante que el profesorado asuma que el término “competencia” es una consecuencia de la necesidad de superar una enseñanza reducida a lo memorístico, hecho que conlleva a que los conocimientos con dificultad sean aplicables y se olviden pasados los exámenes. Competencias, contenidos sustantivos y conocimientos significativos no tienen que ser antagónicos, ya que cualquier actuación competente implica el uso de múltiples conocimientos interrelacionados. Una enseñanza de competencias para la vida exige la creación de un área específica para todos sus componentes de carácter metadisciplinar que permita la reflexión y el estudio teórico y, al mismo tiempo, su aprendizaje sistemático en todas las otras áreas. No existe además una estrategia metodológica específica para las competencias, y se podrán revisar, añadir, suprimir o cambiar las metodologías de aprendizaje para que puedan adecuarse a una enseñanza de competencias, y lo óptimo es que interrelacionadas y trabajando cooperativamente se pueda conseguir un currículum de carácter globalizador.

Todo esto nos lleva a actualizar –con reflexión y tiento por parte del profesorado de un curso trabajando colegiadamente- e iniciar acciones de innovación educativa –sobre todo en la etapa de Primaria y la ESO-. Hay que aprovechar las enseñanzas pedagógicas positivas que ya se han desarrollado teórica y prácticamente en otros países (haciendo flexibles los tiempos y los espacios en la enseñanza y profesores que ocupan al mismo tiempo una misma aula amplia: desarrollar el aprendizaje por proyectos multidisciplinares, el aprendizaje autónomo, cooperativo y creativo. Sin obviar la existencia de clases magistrales –las justas y que no sobrepasen los veinticinco minutos pues los niños pierden ya la atención- provocar que los estudiantes sean los que se ilusionen observando, investigando, probando. Solo así se desarrollan sin aburrimiento las inteligencias múltiples investigadas por el psicólogo de la Universidad de Harvard Howard Gardner. No se trata del fin de las asignaturas sueltas. Los colegios e institutos, naturalmente, seguirán enseñando lengua, biología, matemáticas, historia, música…, pero los niños también aprenderán a través de temáticas más amplias, holísticas. El nuevo currículo fomentará y obligará a introducir largos proyectos interdisciplinares que se llevarán a cabo en clases colaborativas donde trabajarán en grupos, y habrá varios profesores de distintas materias simultáneamente en el aula. Así sí que se conseguirá un aprendizaje para la vida y con valores de respeto, interés y esfuerzo compartido.

Finalicemos el artículo con una buena promesa que la ministra Celaá responde en la entrevista antes citada. Consciente de que la educación es con la sanidad la mejor inversión, y nunca un mero gasto recortable, consciente de que la educación es la mejor acreditación de un país, “la base sustentante del desarrollo presente y futuro y sin ella no hay ni investigación ni cultura”, se compromete -a pesar de la crisis económica que se avecina- a incrementar el gasto público en educación hasta un mínimo del 5% del PIB. Es por ahí por donde España debe por fin ir, y no por donde nos llevó el PP.

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