Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Viaje a la Albufera, el santuario natural que sobrevive a la crisis climática mientras otros humedales agonizan

Una visitante posa para hacerse una foto en un embarcadero de la Albufera.

Carlos Navarro Castelló

2

“Cuanto mejor es el estado de un humedal, más carbono puede secuestrar, no se emite tanto metano, actúa como un sumidero de carbono, retirando gases de la atmósfera. Si está degradado no capta esas emisiones y eso contribuye al cambio climático. Los humedales nos ayudan a mitigar el cambio climático porque retiran CO2 en forma de metano o de dióxido de nitrógeno”, resume el catedrático de Ecología de la Universitat de València Antonio Camacho sobre el papel decisivo que pueden jugar los humedales en la lucha contra el cambio climático. “Invertir en la Albufera no solo ayuda a la biodiversidad, a mejorar la pesca, sino que su buen funcionamiento regula el clima, la temperatura. A esto se le llama servicio ecosistémico”.

En contraposición con la situación de otros parajes en grave riesgo de colapso como pueden ser el Mar Menor o algunas zonas de Doñana, València ha apostado decididamente por recuperar el Parque Natural de la Albufera, un ecosistema generado durante siglos que pasó de ser una laguna interior salada, separada del mar por una barrera o cordón dunar creado mediante sedimentos fluviales, a un lago de agua dulce.

Para conocer algunos de los secretos que han llevado a València a convertirse en la única ciudad española en ser recocida por un organismo internacional como 'Ciudad Humedal Ramsar' por su trabajo de conservación del paraje, hay que visitar el corazón de la Albufera, donde algunos de los principales actores explican a elDiario.es las líneas de actuación en los últimos años.

Con los arrozales recientemente inundados que muestran la estampa más auténtica del paraje y en el Tancat de l'Estell, una reserva en la que se experimenta con nuevas variedades de arroz resistentes a las aguas salinas, la jefa de servicio de gestión del Parque Natural de la Albufera, María Sahuquillo explica en primer lugar cómo se transformó la laguna salada en un marjal de cultivo de arroz: “Fue en el siglo XVIII cuando se dio un cambio importante, puesto que la prolongación de la Acequia Real del Júcar para aportar agua destinada al riego hizo que las aguas salobres se fueran transformando en dulces. Actualmente, un 80% del parque es terreno de marjal dedicado al cultivo del arroz con una extensión de 18.000 hectáreas, mientras el lago tiene 2.000 hectáreas y un metro de profundidad”.

La Albufera ha pasado por varias fases en su historia reciente y su buena situación actual es fruto de un intenso trabajo que viene desde hace años. Tal como explica Sahuquillo, el mejor estado de la Albufera data de los años 60, cuando la laguna tenía agua transparente, estaba cubierta de vegetación submarina y se constataba una abundancia de especies que indicaba una buena calidad del ecosistema. Sin embargo, todo eso se fue al traste con la intensificación urbanística, agraria e industrial de los núcleos poblacionales alrededor de la Albufera, en los años 70, momento en el que se produjo un colapso de la laguna. No había normativa ambiental y toda la contaminación acababa en el lago. Sin embargo, los movimientos sociales y vecinales de València salieron a la calle para oponerse a este proceso y lograron frenarlo a tiempo

Fue pocos años después, cuando más degradado estaba, cuando se declaró Parque Natural, concretamente el 8 de julio de 1986. Aunque al principio generó cierto rechazo por parte de sectores como los cazadores, los agricultores y los ganaderos al considerar esta protección una amenaza para sus actividades, finalmente la persistencia de la Generalitat Valenciana con el apoyo de la Acequia Real fue clave para la declaración.

Fue a partir de aquel momento cuando se impulsaron las primeras políticas para regenerar la Albufera, tal y como explica Pablo Vera, técnico del servicio de conservación de ambientes acuáticos del servicio de Devesa-Albufera del Ayuntamiento de València: “En los años 90 es cuando se empieza a trabajar con todas las redes de saneamiento que rodean la Albufera para interceptar las aguas pluviales e industriales, que generan mucha contaminación orgánica, además de transportar herbicidas y pesticidas. Todo eso se fue controlando y todas esas políticas de los años 90 han ido mejorando paulatinamente la calidad del agua que entra al lago”.

Aunque al mismo tiempo se va reduciendo la cantidad de agua que llega del Júcar por la modernización de los regadíos y eso dificulta la recuperación, “en general, si nos ceñimos a cómo estaba hace 40 años y cómo está ahora, hay una clara mejoría”. Aún así, advierte de que “queda mucho por hacer, la Albufera necesita más agua de calidad, principalmente del río Júcar y no tanto de depuradoras, porque si bien es transparente, lleva una carga de fósforo elevada que hace que crezcan algas microscópicas, y cubriendo los periodos temporales, sobre todo en primavera”.

Trabajo con los agricultores por la sostenibilidad

Otra de las claves para la buena conservación de la Albufera es hacer compatible la actividad económica con la sostenibilidad del ecosistema. En este sentido, los agricultores arroceros han entendido que su futuro está ligado al de la conservación del lago, tal y como explica Nacho Moncho, técnico de la Fundación Assut, responsable del proyecto de custodia del territorio del Tancat de l'Estell.

“Los tancats son como partidas agrícolas, zonas que pertenecían a la Albufera, ganadas al lago. Se llama tancat porque en valenciano significa cerrado y lo que se hace es generar una mota perimetral en forma de dique, se genera como una piscina. En este tancat se cultivan 300 hectáreas de arrozales, es uno de los más grandes de la Albufera. Además del cultivo de arroz, también hay actividad de caza, aunque es muy testimonial”, explica.

Tal y como explica Moncho, “el Parque Natural lo es por el arrozal, pero también el arrozal está aquí en gran parte porque esto es un Parque Natural” y añade que “el arrozal en toda la Albufera hace de marjal artificial y eso ya de por sí es un hábitat”. En este sentido, “el Tancat de l'Estell también es un hábitat, para la fundación Assut, un poco más especial porque es como una isla y podemos hacer un seguimiento mucho más de laboratorio”.

En cuanto al modelo de gestión del Tancat de l'Estell, se articula mediante un acuerdo de custodia del territorio: “Es un acuerdo entre la sociedad civil, en este caso una fundación, y una propiedad privada, en este caso los arroceros que tienen la propiedad del tancat. Lo que hacemos es ponernos del lado del agricultor. Todo lo que hacemos son acciones que les convienen a ellos y a nosotros. Esa es la clave y la forma de funcionar. En la Fundación Assut lo que hacemos es trabajar con los agricultores para buscar técnicas agrícolas más sostenibles, por ejemplo estamos intentando hacer un piloto de técnicas de agricultura de precisión con sensores de mano para ajustar la dosis de abonado”.

Al mismo tiempo, se prueban nuevas variedades de arroz, tal y como explica Concha Domingo, investigadora del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA): “Lo que hacemos es generar variedades nuevas que reemplacen a las antiguas, que sean más productivas y que permitan hacer un cultivo más sostenible. Intentamos hacer variedades más tolerantes a la creciente salinidad que, con el cambio climático, irá a más por la subida del nivel del mar. Otra cosa que estamos haciendo es hacer variedades que sean resistentes a la piricularia, que es un hongo que puede ser devastador y cargarse una cosecha en pocos días”.

Los problemas de Doñana

El Parque Natural de Doñana ha sido noticia en las últimas semanas por la polémica suscitada por la ley planeada por el PP y Vox para ampliar la superficie regable, una maniobra que en el fondo viene a regularizar multitud de pozos ilegales que están esquilmando el humedal. A todo ello se suma la reciente aprobación de una urbanización con 300 villas y campo de golf junto al paraje.

Todas estas acciones van en la dirección contraria a lo que en los últimos años se ha hecho en la Albufera. Según Pablo Vera, “el problema es similar, allí ellos tienen el Parque Nacional que es como el corazón de Doñana, la parte más inaccesible, y luego está el Parque Natural que lo rodea que se ha sobreexplotado por cultivo y por industria, algo que en la Albufera se frenó en los 70”.

Con todo, afirma que “Doñana es otra realidad territorial, es otro tipo de sociedad, es mucho más grande, estamos hablando de más de 200.000 hectáreas mientras aquí son 20.000 de cultivo, pero el problema básico es el mismo y la solución básica es la misma, regular adecuadamente el cultivo y cumplir la normativa que dice que todas las actividades económicas se han de hacer de manera sostenible con la protección del medio ambiente. A veces se olvida y parece que es al revés, que el medio ambiente debe adaptarse a la actividad económica”. Insiste en que en la Albufera ahora “hay un diálogo mucho mayor entre administraciones, entre regantes, con arroceros, un diálogo que hace 40 años no existía porque había una guerra abierta entre la conservación y la explotación de la Albufera, y hoy en día hay una colaboración total de todos”.

Récord de aves

La Albufera de València, catalogada como humedal de importancia internacional según el Convenio Ramsar y como parte de la Red Natura 2000 por su importancia como zona de especial protección para las aves (ZEPA), muestra actualmente el mayor censo histórico desde su declaración, con más de 118.000 ejemplares, según SEO BirdLife, entidad que realiza el seguimiento de la avifauna. El aumento a largo plazo se debe principalmente al incremento de la población de ibis (plegadis falcinellus), que en 2023 han superado los 20.000 individuos, o de flamencos (phoenicopterus roseus), que en 2023 han superado los 12.200 ejemplares.

La buena extensión de la perellonà (inundación invernal de los campos de arroz) ha permitido lograr unos números para los diferentes grupos de aves acuáticas que se acercan a los máximos recientes. Esto ha sido posible gracias a que la ancha extensión de agua de este invierno ha facilitado la disponibilidad en los arrozales inundados de diferentes ambientes conjuntamente, como son zonas con una profundidad superior a un metro y con vegetación sumergida (donde se alimentan aves buceadoras y vegetarianas, principalmente anátidas, que superan los 34.000 individuos), zonas somas (donde se alimentan garzas y garcillas, que superan los 6.000 individuos) y zonas de charcos (donde se alimentan gaviotas y aves limícolas, que superan los 41.000 individuos conjuntamente).

Cambio climático y creciente salinidad, retos del futuro

El trabajo realizado en los últimos 40 años y, sobre todo, el histórico acuerdo alcanzado recientemente con la Confederación Hidrográfica del Júcar para lograr una aportación ecológica anual de 70 hectómetros cúbicos de agua de calidad procedente del río permiten afrontar los retos del futuro en una buena situación.

En este sentido, el cambio climático y, en consecuencia, la creciente salinidad se antojan como las principales amenazas para la Albufera, tal y como explica el catedrático Antonio Camacho: “Si sube el nivel del mar y se inunda, deja de ser una albufera y si se saliniza no se podrá cultivar arroz. Hay que impedir la intrusión de agua marina mediante la regeneración del frente litoral y dunar, mantener unos acuíferos potentes para evitar la intrusión de aguas submarinas saladas”.

En esta línea, María Sahuquillo comenta que “el marjal es una zona de hundimiento y por eso retiene agua de forma natural; el peso del agua evita la intrusión marina” y por este motivo “la desecación de los humedales agrava el impacto del cambio climático”. Según explica, “el humedal tiene múltiples funciones, entre ellas el abastecimiento de agua, la lucha contra cambio climático, la retención de avenidas, la biodiversidad o la producción económica”.

Para Pablo Vera, “la fórmula de combatir esa salinización es que haya más agua disponible, de forma que por el peso funcione como una contención real que impida que entre agua salina por el subsuelo. Desde luego, es el reto a abordar en los próximos 10 o 15 años, plantearse que la Albufera se enfrenta a un problema gordo y hay que abordarlo contando con todo el mundo”.

Etiquetas
stats