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El suero de la verdad

Xavier Latorre

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Algunas ONG, si alguien está sumido en apuros o no tiene nada, les dan la posibilidad de acudir a un comedor social; los bancos de alimentos les han un capote para sobrevivir. Recientemente han proliferado voluntariosas organizaciones que ofrecen, de forma más sofisticada, raciones de “verdad” para las maltrechas conciencias y menús completos de desmentidos. Son las nuevas dietas ideológicamente sanas que certifican la veracidad de algunas informaciones bien contrastándolas, bien echando mano de hemerotecas, bien hurgando en la Wikipedia. La posverdad campa a sus anchas por doquier y hay que prevenir el daño irreparable que provoca. Un tipo te sopla al oído una bola inmensa, te la tragas y luego vas y la vomitas tranquilamente en una concurrida reunión de amigos. Tu solito, de forma inocente, has turbado a tus compañeros de trabajo y has contagiado a tu familia con unos malditos bulos interesados: hay demasiada desinformación apócrifa.

Hay portales indecentes montados exclusivamente para verter aguas residuales a la red, para intoxicar a los indefensos internautas que navegan sin rumbo fijo. Por esos cauces, en forma de aparentes webs convencionales, fluyen mentiras de las gordas, con el bastardo interés de desacreditar a un rival político, económico, deportivo o vecinal. ¡Hay que andarse con mucho ojo! Ahora que se avecina una doble consulta electoral se va a recrudecer esa táctica de mentir y repetir falsedades hasta que se encarnen en una presunta verdad irrefutable. ¡Mucho cuidado con las trolas! Hace falta que las autoridades velen por la integridad de nuestras convicciones, deben vacunar cuanto antes a la población civil con muchas dosis del suero de la verdad.

Un inmigrante inexistente y que no está empadronado en ningún sitio, que dicen que vive a cuerpo de rey, atiborrado de subvenciones ficticias, alimentado con presuntas pagas desorbitadas y con el alquiler del piso sufragado por un generoso ayuntamiento, probablemente de izquierdas, va a hacer ganar las elecciones a unos candidatos que lo usarán y luego lo tirarán al cubo de las mentiras. El tipo imaginario es solo la invención de un asesor sin escrúpulos que ha puesto a rodar un tuit o un mensaje de texto capcioso e interesado. Los rumanos roban de “nuestro” presupuesto, dictamina la grada del anfiteatro neonazi; a los autóctonos que roban a manos llenas se lo perdonamos: son de por aquí de toda la vida. A ese inmigrante, al que explotamos de forma abusiva, se le demoniza.  

En las elecciones influirá, no me cabe la menor duda, un alumno poco aplicado que ha suspendido además del valenciano, el resto de materias de la evaluación. Su padre indignado ha arremetido contra la enseñanza del valenciano que se lleva impartiendo tan ricamente desde hace más de 30 años. El padre, en vez de pegarle un tirón de orejas a su hijo gandul, arremete a la ligera contra una lengua a la que hay que cuidar y proteger. Ese suspenso, maquillado debidamente, hará furor en las redes sociales y soliviantará a otros padres de adolescentes díscolos. El idioma valenciano pagará el pato y dará munición a partidos que no tienen más argumentos que ofrecer. Excitarán a gente normal que ya andaban calentitos con el tema catalán. Ese suspenso, qué cosas, puede romper, dirán luego, la unidad de España.

Todo es susceptible de usar en este mar de falsedades y medias verdades que inundan foros y grupos de contactos. El engaño viral está servido. Hay para todos los gustos: un candidato a concejal de mi pueblo se sacó la carrera copiando, Maduro es peor que Pinochet, la memoria histórica ¿reabre? las heridas de la guerra y así hasta centenares de trampas al día. Fabricar y argumentar un fake es sencillo, pero inmoral y con efectos devastadores; gracioso, pero tremendo y antideportivo, porque lesiona a tu adversario gravemente. Lo que usted debe hacer es bajar sin falta a comprarse un detector de mentiras portátil a pilas en el bazar de la esquina y proteger a los suyos de las alarmas tremendistas e infundadas de la extrema derecha. Ese peligro real sí que es una verdad como un templo.

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