Covid-19: ¿pueden los aspersores de agua de las terrazas ayudar a frenar los rebrotes?

Un chaflán lleno de terrazas en Russafa

Eva San Martín

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Las temperaturas suben y muchos de los negocios a lo largo y ancho del territorio han abierto. Pero después de casi tres meses de reclusión en casa, muchos ciudadanos sienten ansiedad al retomar algunas de sus rutinas pre-pandemia. Entre ellas, sentarse en una terraza con un vaso o copa en una mano, y una tapa en la otra. El terraceo es deporte nacional

Y los expertos coinciden en que la posibilidad de contagiarnos por el nuevo coronavirus en un ambiente exterior es muy inferior a la de los espacios interiores. Si tienes que ver a otras personas, los expertos repiten un mantra: hazlo al aire libre. Con aire fresco, ventilación y más espacio entre personas, el riesgo de propagación se reduce. Pero no es inexistente. Así que no debemos relajarnos

Sobre todo cuando hacemos uso de espacios donde hay aglomeraciones: mientras que salir nos ayuda a afrontar la fatiga de la cuarentena, también bajamos la guardia. “La transmisión de persona a persona en distancia cercana y sin protección puede darse en cualquier época del año e independientemente de la temperatura o del grado de humedad del ambiente; por eso, siempre debemos extremar las precauciones”, afirma Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Terraceo y coronavirus

Una investigación de la Universidad de Yale, publicada en la revista científica Annual Review of Virology, sugiere que el frío y el aire seco del invierno ayuda a que el virus SARS-CoV-2 salte entre personas. Pero el verano no derrotará al coronavirus por sí solo. Y la pregunta es si, además de guardar la distancia de seguridad en la terraza y lavarnos las manos, el agua que expulsan los aspersores para refrescar el ambiente en la terraza puede ayudar a propagar el virus. O todo lo contrario. 

“Hasta el momento no hay la suficiente evidencia ni a favor ni en contra de los aspersores de agua, y en consecuencia las guías y normas emitidas por la OMS y por el Centro Europeo de Control de Enfermedades no formulan recomendaciones explícitas a este respecto”, explica Daniel Sánchez-Acuña, ex director de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS, y profesor asociado de la Escuela Andaluza de Salud Publica. 

Por el momento, la OMS ha señalado que la presencia del virus COVID-19 no se ha detectado en suministros de agua potable, y conforme a la evidencia actual, el riesgo de encontrar el virus en los suministros de agua se considera bajo. Por eso, según Armenteros, “si el agua que utilizan los aspersores es potable, como debería ser, en principio su uso directo no tendría riesgo añadido”. 

Un estudio conjunto reciente de la Agencia Española de Meteorología y del Instituto de Salud Carlos III apunta a que existe una relación entre la humedad del aire, que aumenta cuando se encienden los aspersores de la terraza y estos empiezan a expulsar agua, y la propagación del COVID-19. Pero su relación es inversa. Es decir, según concluye este estudio, “la alta humedad relativa, junto con las altas temperaturas, reducen significativamente la transmisión del virus”. 

Así, la humedad parece un aliado contra los contagios. “Los ambientes húmedos se consideran más resistentes en la propagación de los virus, y también hacen que nuestros mecanismos locales de defensa, situados en las células de las vías respiratorias, estén más preparados para eliminar el virus”, anota Armenteros.

Terrazas: el riesgo está en las aglomeraciones

Los expertos coinciden en que el coronavirus salta de persona a persona sobre todo a través de las gotas respiratorias que alguien contagiado expulsa al hablar, toser o estornudar. Una sola tos puede lanzar 3.000 gotitas, mientras que un estornudo genera hasta 40.000. El viaje de estas gotitas por el aire no suele superar los dos metros, de ahí que esta sea la distancia de seguridad impuesta por el Gobierno. 

La ciencia también ha confirmado que la mayoría de estas gotas que lanzamos al hablar, toser o estornudar caen sobre las superficies, bien sea la mesa de la terraza, la copa de cerveza o el móvil. Otras gotitas permanecen suspendidas, y flotan, en condiciones normales, en el aire entre ocho y 14 minutos, y pueden ser inhaladas por otros: estas son las realmente peligrosas. 

Aunque, según anota el portavoz de la SEMG, el hecho de que existan aspersores en la terraza, en principio no debe considerarse un riesgo añadido. “La propagación de virus depende de la carga que haya en circulación, y actualmente la diseminación comunitaria es baja, de ahí la reducción importante del número de contagios”, incide Armenteros. 

Aun así, es importante cumplir las medidas de seguridad, sobre todo el uso de mascarillas; y limpiar con frecuencia las superficies para reducir al máximo las posibilidades de contagio. “Para mí, el verdadero riesgo está en la proximidad de las personas que se congregan en las terrazas, y en el hecho de que no se respetan las distancias físicas”, concluye López-Acuña. 

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