Finlandia en bici: 24 horas pedaleando en el país de las noches de sol
Helsinki, la capital finlandesa es una escapada ideal para un fin de semana, pero merece la pena alargar la estancia para recorrer el archipiélago de Turku. Es una de las grandes maravillas desconocidas de Finlandia, gracias a su turismo sostenible y sostenido por emprendedores particulares.
En total, son unas 30.000 islas de más de una hectárea cuadrada, todas accesibles en coche o bici por carretera, atravesando puentes o tomando cualquiera de los tipos de ferry (duty free) que conectan los 142 kilómetros de extensión del archipiélago, hasta las islas Aland.
Los barcos pasan con bastante frecuencia durante la época estival, para acercar a los finlandeses a sus casas de veraneo a disfrutar del buen tiempo, tan anhelado después de los seis meses de crudo invierno y oscuridad, que se le da la bienvenida con hogueras y fiestas por doquier que no cesarán hasta el otoño.
Sin candado hasta Parainen
Comienza por la municipalidad de Parainen, que cuenta con unas 17.000 islas. Mete la bici en un road ferry amarillo en el puerto de Lillmälö, que, en diez minutos, te deja en tierra para emprender el corto camino hacia Västergård. Allí todo el mundo se conoce, hasta el extremo de que los agricultores depositan sus productos en una especie de buzones gigantes y sus vecinos recogen, por ejemplo, el pan, las patatas o las fresas, y dejan el dinero que cuesta.
Nadie lo roba, como las bicis, que no necesitan candado. Como jamás anochece del todo, súbete a la tuya para inspeccionar los alrededores hasta el pueblo de Nagu. Durante diez kilómetros, irás por carreteras secundarias y por la principal sin mayor peligro, pues los conductores suelen ser bastante respetuosos, ya que muchos también son ciclistas.
El paisaje del archipiélago es brillante: destellan sus árboles sobre el agua, los puentes que vas atravesando para cruzar el mar, hasta admirar la belleza desmedida desde la terraza del restaurante L’Escale.
De isla en isla, y pedaleo porque me flipa
Por la mañana, remontas en la bici para seguir de tour isleño. Tras cuatro kilómetros rodando, arribas desde Gyttja al puerto pesquero de Käldinge, donde te recogerán en su 'water taxi' para conducirte a la salvaje isla de Pensar, donde han convertido sus campos semimilitares en casas independientes y apartamentos para colonias estudiantiles.
Así como para todo aquel adulto que quiera disfrutar de la paz, los pajaritos, el mar, la natación o la navegación en sus barquitos de libre uso, o el trekking por los caminos que ascienden hasta el punto más alto de roca que el deshielo no consiguió desplazar.
Finlandia estuvo cubierta por dos kilómetros de hielo, y aún se ven los agujeros como pozos que la fuerza del agua ha torneado en la montaña. Por el bosque podrías encontrar alces, serpientes, gatos grandes como tigres (perdonadme la licencia literaria), y, en las orillas, focas.
Desde Pensar has de coger la bici hasta el puerto para tomar el 'connection ferry' que te llevará a Granvik en una horita, contemplando el paisaje y los pueblecitos que va conectando en cada islita. Desde el puerto, coge la carretera hasta Villa Apollo, reconstruida a partir de una antigua escuela completamente destrozada. De camino te encuentras el restaurante-tienda de souvenir-puesto gourmet de Sattmark, donde puedes comprarte un salmón ahumado fresco y descender a tomar el sol en el embarcadero.
Turku, de paseíto por el río
Desde Sattmark a Turku hay sólo 25 kilómetros en bicicleta. Por la mañana, paséate por el mercado popular y vuelve a coger la bici para recorrerte el río Aura, que aglutina a sus dos orillas parques llenos de gente, barcos-restaurante y terrazas repletas de oriundos y algunos turistas tomando algo, un ambientazo.
Como en sus cuatro pubs reutilizados: el uno era una antigua escuela, donde ahora tienen hasta pequeñas pistas de golf, deporte bastante popular en la zona; otro era la farmacia, que ahora cura a base de cervezas y whiskys por docenas; el tercero era un banco, y sigue pareciéndolo, sólo que en vez de cheques, se expenden birras y comida. Y el último eran unos baños públicos, convertidos en un restaurante decorado con mucha gracia. De Turku a Helsinki distan sólo 165 km.
Helsinki, una capital rodeada de agua
Helsinki es bastante pequeña y, por tanto, manejable en bicicleta. Distinto es que orientarse resulte sencillo, pues si te has de guiar por el mar, estás perdido: el agua la circunda por todas partes, como si la capital fuera una isla más del archipiélago. La referencia es el puerto del que salen los ferries para la visita turística y hacia Suomenlinna, donde ponen los puestos e incluso los barcos de pescado fresco, frutas y verduras, y souvenirs.
Desde ahí subes la Esplanadi, dos calles separadas por un paseo ajardinado en el centro, con tiendas, cafés, galerías comerciales y restaurantes a derecha e izquierda. Si te fijas, las terrazas están en Pohjoisesplanadi, a tu derecha según subes, porque es la zona de sol.
En la de tu izquierda, Eteläesplanadi siempre da la sombra. La segunda referencia son los grandes almacenes Stockmann y, la tercera, el Ateljee Bar, la terraza superior del hotel Torni, donde solían reunirse los corresponsales de guerra y tú puedes contemplar en relieve la ciudad: ¡se ve hasta Tallin! En Senate Square, otro hito: la catedral Tuomiokirkko.
El diseño se inventó en Helsinki
Alquílate una bici y sal a buscar las tiendas con el símbolo 'Design District Helsinki'. La idea de dedicar un barrio al diseño surgió en 2005 durante el Año del Diseño y en 2012 fue 'World’ Desing Capital'. Es decir, es su seña de identidad permanente. El Museo del Diseño lo atestigua con objetos de decoración -desde jarrones hasta mobiliario- que, a principios de siglo XX, ya era pioneros.
En 1900, los finlandeses ya hacían unos sillones y unas vajillas que jamás pasarán de moda, sólo hay que elegir entre todas estas propuestas para darse cuenta de que no está todo inventado y que el diseño no es algo hueco que simplemente queda bonito, sino que puede ser muy funcional.
Salir y comer en Helsinki
Quien diga que como las tapas españolas no hay nada, no ha probado sus equivalentes las sapas, de pescado, carne o verdura, inventadas por el Juuri; ni el arenque finlandés ni el reno, ni restaurantes de categoría como Demo, Olo, Ask, Demo y Chef & Sommelier, con Estrellas Michelin.
Y tampoco podrán decir que los finlandeses no salen de casa, pues durante los seis meses de luz se tiran literalmente a las calles de fiesta. De hecho, tienen hasta un 'Drinking district Helsinki', con bares como el Erottaja, donde empezaron a juntarse los artistas más vanguardistas, aunque ahora quizá prefieran el A21, la mejor coctelería capitalina y una de las mejores del mundo.
Para algo más tranquilo, el café Engel, con su patio interior, que da al Kino Engel, un cine donde se proyectan películas artísticas y sobre la ciudad, por parte del Helsinki city museum, gerente de la Casa Sederholm. Si te cansas de tu sillín y necesitas un respiro y una cerveza, súbete en el tranvía pub Spårakoff a hacer un peculiar 'sightseeing'.
La fortaleza de Suomenlinna
Está permitido subir la bici al barco que lleva a la isla de Suomenlinna en quince minutos, gratis con la Helsinki Card, como todos los museos y transportes. Las cuatro islas unidas por puentes contienen una fortaleza que cumplió su cometido gracias a esos muros imbatibles y a esos cañonazos que necesitaban una grúa para ser enfocados hacia el enemigo.
Dentro de la fortaleza cabía un regimiento, y sus trincheras estaban bien disimuladas bajo montículos cubiertos de hierba. Ahora el césped y las orillas rocosas son el lugar preferido por muchos finlandeses para reunirse entorno a un mantel, si no van a sus restaurantes-cueva.
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