Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

La larga resaca del 2016

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, en una visita a un mercado de pescado en 2019.
8 de septiembre de 2022 22:21 h

21

La segunda mitad del siglo XX ha sido el periodo de mayor expansión de la democracia como forma política. Desde 1989, pareció convertirse en la forma indiscutida de organización del poder. Ese era el mensaje del “fin de la historia” de Fukuyama. Existían formas políticas no democráticas, pero carecían de “vis atractiva” frente a ella. El principio de legitimidad democrática carecía de competidores.

Aunque todavía sigue siendo así, ya no lo es de la misma manera que lo fue en los años finales del siglo. Ya desde los primeros años del sigo XXI empezaron a hacerse visibles retrocesos democráticos, que condujeron a que se acuñara la expresión “recesión democrática” en 2006. La expansión de la democracia como forma política se frenaba e incluso se producían retrocesos en determinados países.

De la amenaza de la “recesión” quedaban excluidos los países que constituían lo que podríamos llamar el núcleo duro de la democracia, entre los que destacaban como los primeros los Estados Unidos de América y el Reino Unido de la Gran Bretaña. No solamente gracias a ellos, pero sí fundamentalmente gracias a ellos, la democracia había llegado a imponerse como forma política. 

Esta exclusión es la que se pondría en cuestión en 2016 con el resultado del referéndum sobre el Brexit primero y con la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos después.

Ambos acontecimientos han alterado profundamente el funcionamiento de la democracia en los dos países y han llegado a poner en cuestión la propia supervivencia de dicha forma política. A la crisis de la democracia en ambos países se debe en gran medida la intensidad del desorden mundial en que nos encontramos. Dos de los países decisivos, uno el más decisivo y el otro casi inmediatamente después, han dejado de ser piezas centrales del orden mundial, para pasar a contribuir de manera apreciable al desorden hacia el que nos vamos deslizando. 

Los dos siguen inmersos en la resaca de 2016 sin que se vislumbre con claridad cuál puede ser la salida de la “crisis democrática” desatada por el referéndum del Brexit y por la ejecutoria de Donald Trump como presidente y como expresidente.  

La mayor amenaza para la democracia no está en Rusia, como se nos está repitiendo machaconamente, sino en el Reino Unido de la Gran Bretaña y en los Estados Unidos de América.  Si ambos acaban resolviendo de manera inequívocamente democrática la “crisis política y constitucional” por la que están atravesando, la democracia continuará siendo la forma dominante de organización del poder, independientemente de lo que haga Rusia. Si no es así, podemos esperar lo peor.

Sobre este blog

Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

Etiquetas
stats