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Aki Kaurismaki: “La Unión Europea no quiere que nadie venga a su coto”

Aki Kaurismaki: "La Unión Europea no quiere que nadie venga a su coto"

EFE

Vigo —

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Lleva casi tres décadas viviendo a caballo entre Finlandia y Viana do Castelo, en el norte de Portugal, pero su cine sigue siendo cien por cien finlandés. En “El otro lado de la esperanza” Aki Kaurismaki lanza sus dardos contra la “falta de moral” de la UE con los refugiados.

“La Unión Europea no quiere que nadie venga a su coto”, ha denunciado en una entrevista con Efe tras presentar esta semana en Vigo su última película, con la que ganó el Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale y que llegará el próximo viernes a la cartelera.

En la azotea de un céntrico hotel, mientras da buena cuenta de una botella de Albariño, el autor de “Un hombre sin pasado” asegura que lo que empezó siendo una unión del acero en 1956 tenía entonces un espíritu antibelicista pero hoy “es sólo una cuestión de dinero”.

“El otro lado de la esperanza” arranca cuando un joven sirio llega en un carguero a Helsinki, huyendo de la guerra en Alepo, e intenta pedir asilo.

Comienza así una odisea en la que la frialdad burocrática se contrapone a la calidez de un amigo inesperado o de un hombre en tránsito a una nueva vida que lo contrata y cobija en su recién inaugurado restaurante, donde sirven sardinas en lata y Jimmy Hendrix vigila desde un cuadro.

La sobriedad, los planos estáticos, el humor absurdo y certero, la escenografía cuidada, la música, todos los ingredientes habituales de su personal universo fílmico están presentes en la película. También la mirada empática a los desamparados y al inevitable destino trágico del ser humano.

“No pretendo hacer romanticismo con la pobreza, ser pobre no te convierte en una persona noble, como bien mostró Buñuel en 'Los olvidados' o 'Tristana'”, afirma el cineasta, “pero en mi experiencia, he sido pobre y he sido rico, y puedo decir que era más feliz siendo pobre”.

“El otro lado de la esperanza” continúa una supuesta trilogía sobre la inmigración que Kaurismaki abrió hace seis años con “Le Havre”, aunque su visión se ha vuelto algo más sombría.

“Como dijo Dostoievsky, no puedes culpar al espejo de la imagen que te devuelve”, señala. “El cine es un espejo de la realidad y la realidad se ha ensombrecido en estos seis años”.

Cuenta el director que el problema con los refugiados en Finlandia explotó en la última crisis: “Pasó de acoger a 1.200 refugiados al año a recibir 20.000 en tres meses. Fue una conmoción, no pudieron manejarlo, el Gobierno empezó a echar a todo el mundo, pero la reacción de la gente de la calle me sorprendió para bien”.

Todo eso está presente en la película, en la que el humor y la música callejera ayudan a dulcificar la tragedia. “Si mostrara la verdad nadie querría verla, por eso la escondo detrás de la música y la comedia”, dice sin abandonar su característico humor seco.

Al hablar de la comedia, aparece inevitablemente Chaplin y en concreto una secuencia de “El Inmigrante”. Un barco llega a Manhattan. La cámara muestra la Estatua de la Libertad y acto seguido a un policía frenando el paso con una cuerda a un grupo de inmigrantes que van a bordo, y al que Chaplin da una patada.

“Con muy poco cuenta todo sobre la sociedad del momento, es directo y tiene humor, sólo que nadie se ríe”, dice Kaurismaki.

Las alusiones a sus maestros, de Chaplin a Yasujiro Ozu o Luis Buñuel, son constantes en sus reflexiones. “Estoy orgulloso de poder decir que toda la historia del cine está en mi cabeza”, exclama. “Lo he visto todo, lo importante, es decir que no he visto nada en los últimos 20 años”, añade medio en broma.

Está convencido, eso sí, de que en Hollywood no se ha hecho nada interesante desde Robert Altman. En Europa salva a los Dardenne o a Cristian Mungiu, entre otros.

Preguntado por un posible cierre de la trilogía de la inmigración, Kaurismaki se muestra evasivo. No es un director de película por año. Pero ¿qué hace cuando no está filmando o escribiendo?

“Fumo mi cigarro electrónico, corto leña, pesco, cojo champiñones, bebo. Pero nada ayuda, nunca logro salir de mi cabeza, no puedo escapar de eso, por desgracia”.

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