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Juan Mayorga subvierte las convenciones laborales en “Famélica”

Juan Mayorga subvierte las convenciones laborales en "Famélica"

EFE

Madrid —

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“¡En pie, famélica legión!”, conmina el himno de “La Internacional”, y de ahí es de donde Juan Mayorga ha sacado la idea para su “comunista” propuesta, “Famélica”, la obra que estrena la compañía de Jorge Sánchez, La Cantera Exploraciones Teatrales, en el teatro Lara el próximo día 21.

“Nunca me atrevo a clasificar una obra mía como comedia hasta ver si la gente se ríe. Hemos hecho ensayos abiertos y luego dos funciones en el teatro del Barrio de Madrid y parece que sí, que se ríen, y que les hace gracia ese manejo del lenguaje del comunismo”, explica a Efe Mayorga (Madrid, 1965).

El que es en la actualidad el dramaturgo español de mayor proyección internacional, detalla que este ha sido un proyecto “muy particular” porque los actores han estado “muy ligados” a su desarrollo.

La historia comenzó cuando Mayorga -“La lengua en pedazos” y “El chico de la última fila”- vio a La Cantera versionando un texto suyo que hacían en distintas plantas de un edificio “okupado” de Madrid y le propusieron que les escribiera “algo”.

Del debate de ideas surgió un “procedimiento” especial: en lugar de entregarles un texto cerrado, él les iría mandando escenas sin saber nadie cómo sería la siguiente.

“Estamos contentos porque el resultado es muy interesante”, afirma.

El marco en el que se desarrolla la obra es un edificio corporativo -“una empresa que podría ser cualquier de las que conocemos”-, y en ella un empleado recibe una oferta de otros para que se integre en una red de “mutua protección”, un proyecto, dicen, “comunista”.

Los que estén en esa red pueden dedicarse a lo que más les apetezca durante su jornada laboral, desde vestirse de “darth vader” a hacer solitarios o punto de cruz, sin que la empresa detecte que ese empleado no es productivo e incluso mantener “una imagen impoluta”.

El “candidato” recibe la oferta con perplejidad, pensando que es una broma y luego se da cuenta de que va “muy en serio” y que puede ser peligroso pero también placentero.

Han calculado que solo pueden pertenecer a esa “red comunista” el 10 % de los empleados, el número ideal que puede controlar los mecanismos de evaluación de la productividad y los espacios donde se construye su fama, es decir, las “smoking rooms” y los pasillos.

“Están en una permanente cautela, en estado de alerta pero a la vez gozan. Son muy precavidos sobre quienes captan y hay desde un chófer a un miembro del Consejo de Administración”, explica.

Es una situación “extravagante” pero que tiene que ver con fenómenos del mundo laboral y económico.

“Es una obra que revisita el género de las sociedades secretas que me resulta atractivo y no porque crea en mitos conspiratorios sino porque todos tenemos un secreto”, sostiene.

En su opinión, hay muchos empleados que de algún modo se sienten coaccionados para generar adhesión ciega a sus empresas y tienen que hacerlo de forma permanente, porque si no parecen disidentes, desafectos a la cultura de la empresa.

La idea viene de algún modo, precisa, de que desde hace algún tiempo “es cada vez más frecuente” que no solo empleados modestos sino altos directivos “expresen su insatisfacción, zozobra e incluso asco por lo que está haciendo; es decir, que no se creen ni la mitad de lo que dicen o hacen”.

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