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La plaza Reial, un oasis con múltiples secretos dentro de Barcelona

Fotografía del pasaje Madoz, una de las entradas a la plaza Reial de Barcelona, realizada en 1980 por José Antonio Sancho, y que aparece en la portada del libro "Vida i miracles de la plaça Reial", en el que Xavier Theros ha retratado la emblemática plaza Reial de Barcelona, construida a mediados del siglo XIX, que es un oasis dentro de la bulliciosa capital catalana, un rincón apacible que esconde, sin embargo, múltiples secretos, luces y sombras.

EFE

Barcelona —

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La emblemática plaza Reial de Barcelona, construida a mediados del siglo XIX, es un oasis dentro de la bulliciosa capital catalana, un rincón apacible que esconde, sin embargo, múltiples secretos, luces y sombras que Xavier Theros ha retratado en el libro “Vida i miracles de la plaça Reial”.

“El bar Glaciar, fundado en 1922, tenía doble puerta. Se decía que los señores entraban con su esposa por la puerta que daba a la plaza, y con su fulana por la de atrás”, explica el escritor y antropólogo sentado en una mesa de este histórico local.

La plaza Reial, porticada, con fuentes y palmeras, y que en sus orígenes fue pensada para uso y disfrute de la burguesía, acabó siendo adulterada por su proximidad con el barrio chino y el Raval barcelonés.

“Era una plaza muy burguesa de día, pero de noche había prostitución y negocios turbios”, cuenta Theros sin un ápice de tristeza, y es que, según el escritor, “el Raval le dio una vida que sin él no hubiera tenido”.

Una vida de contrastes, de lujo, de los mejores comercios y restaurantes, pero también una parte oscura, de espiritismo, lujuria y excesos, que el autor recoge en su libro por encargo de la Asociación de Amigos y Comerciantes de la plaza Reial con motivo de su 20 aniversario, con el objetivo de que el barcelonés de a pie redescubra la magia del lugar.

La icónica plaza siempre llevó el estandarte del antagonismo, de modo que, a finales del siglo XIX, cuando la plaza Reial era el escenario de corrillos que discutían fervientemente sobre política o religión, el diario del Partido Liberal, La Vanguardia, y el Café Ibérico, el local anarquista por antonomasia, estaban puerta con puerta. Un extremo y su contrario viviendo al lado“, recuerda Theros.

Las idas y venidas de la plaza Reial la sitúan en el centro de grandes historias y tesoros, por ejemplo, cuando en los años cincuenta se erigió como la cuna del jazz en Barcelona por influencia de la Sexta Flota americana, cuyos marines hicieron de este rincón su lugar predilecto.

Las malas lenguas dicen que “en el bar Brindis, el primer local que los marines sentían como suyo –comenta Theros-, los oficiales dejaban su ropa militar y se cambiaban, algo totalmente prohibido, y gozaban de la compañía de prostitutas”.

Años más tarde, el Brindis se convertiría en el emblemático Jamboree, donde se escucharon las primeras sesiones de jazz de Barcelona y donde aún suenan con calidad saxos y trompetas.

En los años 70, la plaza era la parada obligada de todos los hippies que hacían escala en Barcelona antes de aterrizar en Ibiza para hacer la temporada de verano.

Estos hippies se reunían en el Minotauro, “un bar de gradas de madera donde se permitía fumar marihuana”, señala el escritor.

Una década después, precisamente, la heroína y las mafias se hicieron los dueños de la plaza Reial y la convirtieron en un lugar conflictivo, “por la presencia de la droga y por los enfrentamientos entre las diferentes tribus urbanas –sostiene Theros-, así que pasearse por aquel entonces vestido de mod o de rocker por la plaza era peligroso”.

En los 90, llegó el turismo y la plaza se pacificó, convirtiéndose en lo que es en la actualidad: de día, el fondo de todos los selfis de los turistas que frecuentan la plaza dada su proximidad con la Rambla, y de noche, uno de los puntos neurálgicos de la vida nocturna de la ciudad.

“Uno de los objetivos del libro es que la plaza vuelva a tener su público natural”, reivindica el autor, algo que pretende conseguir a través de anécdotas, personajes y las vivencias de los vecinos de toda la vida, entre ellos el cantautor Lluís Llach.

El libro cuenta con más de un centenar de fotografías, la mayoría de ellas inéditas, ya que “los establecimientos de la plaza han abierto sus álbumes familiares, unos locales de varias generaciones que se resisten a la tentación de las grandes cadenas”, concluye Theros.

Ainhoa Leyton

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