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El barberillo de Lavapiés: sátira costumbrista y política que sigue vigente

El barberillo de Lavapiés: sátira costumbrista y política que sigue vigente
Valencia —

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Valencia, 16 abr (EFE).- La producción de la zarzuela “El barberillo de Lavapiés”, estrenada este viernes en el Palacio de las Artes de Valencia, ha puesto de manifiesto que, a pesar de que es una obra compuesta a finales del siglo XIX y situada en las postrimerías del XVIII, sigue vigente su sátira costumbrista y política, con conspiraciones políticas para cambiar ministros, revueltas callejeras y pícaros personajes, todo ello presentado con una música cautivadora y un lenguaje con doble sentido y lleno de ironía.

Ambientada en el Madrid de Carlos III, esta obra de Francisco Asenjo Barbieri contiene pasajes recitados con referencias a situaciones de la época que al espectador le suenan muy actuales: una revuelta para sustituir a un primer ministro que se opone a las reformas sociales, criticas al gobierno vengan o no a cuento (“hablando mal de os ministros siempre acierto”, dice el barbero Lamparilla), un rey muy aficionado a la caza y un acusado de conspiración (el propio barberillo) que para salvar el pellejo asegura que “yo nada vi, nada sé, ni escribí ni conspiré...”.

Con dirección de escena de Alfredo Sanzol, en esta historia no podían faltar referencias a las epidemias, no solo sanitarias sino políticas, y recomendaciones prácticas como “menos hablar y más trabajar para salvar el país”; alusiones a aquellos que, con el bienintencionado propósito de “velar por el orden” (como la guardia Valona), están dispuestos a “a detener antes al pobre que al rico” y a cargar contra una ciudadanía que quiere la libertad y los cambios propugnados por Floridablanca; y afirmaciones como pensar que con el simple hecho de cambiar un secretario de Estado “la nación será feliz”.

Dentro de esa trama política (sustituir a Grimaldi por Floridablanca como primer ministro del rey) emergen como antihéroes un barbero (Lamparilla) y una costurera (Paloma), que, con la decidida intervención de la ciudadanía de Lavapiés, ayudarán a dos aristócratas (la Marquesita del Bierzo y don Juan de Peralta) a hacer posible el triunfo de las ideas reformistas.

Desde su primer intervención con “Salud, dinero y bellotas”, el barítono Borja Quiza cuajó una intervención prodigiosa como Lamparilla, al compaginar con maestría la vis cómica del personaje con una voz poderosa y llena de matices, complementada con un fraseo magistral, todo lo cual convirtió al cantante gallego en el gran triunfador de la noche.

No se quedó a la zaga la mezzosoprano alicantina Sandra Ferrández (Paloma) que, con un hermoso timbre de voz, logró una compenetración perfecta con Lamparilla, personaje del que está enamorada. Tuvo una intervención brillante en el dúo “Una mujer que quiere” y se desenvolvió con soltura en las intrigas para ayudar a la marquesita del Bierzo, encarnada por la soprano catalana María Miró, que hizo creíble un personaje que sabe mantener sus ideales políticos y sus sentimientos hacia don Luis de Haro, su prometido y rival político, encarnado por el tenor bilbaíno Javier Tomé.

La dirección musical corrió a cargo de Miguel Ángel Gómez Martínez, que fue director de la Orquesta de Valencia entre 1997 y 2005, y que ahora, al frente de la formación sinfónica de la Comunidad Valenciana, ha reivindicado la vigencia de la zarzuela con una lectura con nervio y dinamismo de la partitura de El barberillo de Lavapiés, con intervención destacada del Coro de la Generalitat valenciana.

La escenografía de Alejandro Andújar estaba integrada por una decena de módulos que se deslizaban por el escenario para formar espacios diáfanos (la pradera del Pardo o la plaza de Lavapiés) o recrear las callejuelas estrechas de un Madrid castizo, creando un espacio sombrío en el que contrastaba el colorido del vestuario de majas y majos al estilo goyesco, diseñados también por el propio Andújar.

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