Cervantes recurrió a textos médicos para escribir 'El Quijote'
A comienzos del siglo XVII no tenía la Wikipedia a mano, pero Miguel de Cervantes sí tenía en su casa una biblioteca con 214 volúmenes con los que presuntamente se inspiraba y documentaba. Por ejemplo, cuando el cura y el barbero de aquel célebre “lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” entraron en la casa de Don Quijote para quemar sus libros, se toparon con la primera parte de un libro de caballerías muy conocido en la época. “Pues ese, con la segunda, tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya”, le dijo el cura al barbero, antes de condenar los volúmenes al fuego.
“Esta sentencia parece extraída literalmente del Dioscórides que Cervantes tenía en su biblioteca”, opina el médico Francisco López Muñoz, que lleva una década analizando al detalle la obra cervantina. El Dioscórides es el nombre popular del tratado Sobre la materia médica, escrito en el siglo I por el médico griego Pedacio Dioscórides, cirujano militar que viajó con los ejércitos romanos de Nerón, Calígula y Claudio. Cervantes tenía en su estantería una edición del Dioscórides comentada y publicada por el médico segoviano Andrés Laguna en 1554, según ha documentado el hispanista estadounidense Daniel Eisenberg. En la obra, Laguna alababa las virtudes purgantes de la planta (“por dónde cuando decimos que el reobárbaro purga la cólera”) de la misma manera que Cervantes en El Quijote (“para purgar la demasiada cólera suya”).
No es el único caso, sostiene López Muñoz, que prepara un libro sobre la ciencia y el Siglo de Oro en España para la Universidad de Texas que incluye estas hipótesis. “Cervantes usó frases casi literales del Dioscórides y lo tenía en casa, por lo que pensamos que lo empleaba para documentarse. No hay que verlo como un plagio al estilo de los que hay ahora, sino como que Cervantes fue uno de los primeros autores que se documentaron científicamente”, argumenta López Muñoz, un profesor de Farmacología en la Universidad Camilo José Cela de Madrid que ya ha publicado varios de sus estudios en revistas especializadas junto al catedrático de Farmacología Cecilio Álamo, de la Universidad de Alcalá de Henares.
Hijo de un cirujano-sangrador
Otros autores, como el historiador de la ciencia Francisco Javier Puerto, son más escépticos con que Cervantes leyera el Dioscórides. Cervantes era bisnieto de un bachiller médico, hijo de un cirujano-sangrador y hermano de una enfermera, así que mamó desde niño los conocimientos médicos de la época.
Sin embargo, Cervantes sí citaba el libro del médico griego en el propio El Quijote. “Tomara yo ahora más aína [fácilmente] un cuartal de pan o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna”, decía Don Quijote a Sancho Panza en el capítulo XVIII.
López Muñoz y Álamo ya detallaban en 2007 algunas de estas descripciones de Cervantes presuntamente tomadas del Dioscórides. En la revista Anales Cervantinos, los médicos citaban la “frialdad” de los efectos alucinógenos de los ungüentos de brujas, un concepto estrictamente médico citado por Laguna y repetido por Cervantes en El coloquio de los perros, una de sus Novelas ejemplares. “Compuesto de yerbas en último grado frías”, describía Laguna. “Jugos de yerbas en todo extremo fríos”, narraba Cervantes.
Ungüentos de brujas
Laguna fue posiblemente el primer médico que demostró el vínculo entre la brujería y el consumo de plantas alucinógenas como la mandrágora. El científico describía estos efectos en su edición del Dioscórides. Laguna había sido médico en la ciudad de Metz, en el noreste de Francia. Según relatan López Muñoz y Álamo, allí encontró en casa de unos brujos detenidos por las autoridades una olla con un ungüento verde “con el que se untaban, cuyo olor era tan grave y pesado, que mostraba ser compuesto de yerbas en último grado frías y soporíferas: cuales son la cicuta, el solano, el beleño y la mandrágora”.
El médico probó la pócima en una mujer tan celosa que “había totalmente perdido el sueño y vuéltose casi medio frenética”. Tras recibir el ungüento, la mujer durmió durante 36 horas seguidas y, al despertar, aseguró que “estaba rodeada de todos los placeres y deleites del mundo”.
Cervantes mencionó estos ungüentos de brujas estudiados por Laguna en El coloquio de los perros. “Este ungüento con que las brujas nos untamos es compuesto de jugos de yerbas en todo extremo fríos… y digo que son tan frías, que nos privan de todos los sentidos en untándonos con ellas, y quedamos tendidas y desnudas en el suelo, y entonces dicen que en la fantasía pasamos todo aquello que nos parece pasar verdaderamente”, explica una anciana en la novela.
“La enorme semejanza entre los textos de Laguna y Cervantes parece confirmar el uso por parte del literato de las anotaciones del científico”, sostienen López Muñoz y Álamo.
Salvas de erudito
El escritor también tomaba prestadas para El Quijote las propiedades terapéuticas del romero en el tratamiento de las heridas, según fueron reseñadas en el Dioscórides. “También describe Cervantes los efectos narcóticos del opio (El celoso extremeño) y, sin citar su composición, los efectos psicodislépticos de algunos preparados (El licenciado Vidriera), así como de ciertos venenos (La española inglesa), elaborados todos a base de hierbas, que coinciden estrechamente con las descripciones relatadas en algunos capítulos de la obra de Laguna”, resumían los médicos en Anales Cervantinos, la única publicación científica en España dedicada al autor de El Quijote, editada por el CSIC.
El profesor de Farmacología López Muñoz nació en Villahermosa, un pueblo de la comarca manchega de Campo de Montiel, en la que se encontraba aquel “lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. Ha leído toda la obra cervantina varias veces.
“Como auténtico genio, Cervantes trataría de integrar los saberes de la materia médica, que tan familiar le era, en su universo literario, dotando a sus obras de un toque de distinción técnica, a modo de salvas de erudito. Y para lograr este objetivo en los aspectos relativos a la terapéutica, qué mejor opción que recurrir a la más prestigiosa de las obras de su tiempo en este campo: el Dioscórides de Andrés Laguna”, argumentan los médicos López Muñoz y Álamo en Anales Cervantinos.
Hace poco más de un siglo, el 10 de abril de 1905, el filósofo Miguel de Unamuno aseguraba en una conferencia en Salamanca que “de cuantos comentadores caen sobre El Quijote, no los hay más terribles que los médicos. Al punto se meten a escudriñar hasta su terapéutica”. Y no sabía cuánta razón tenía.