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“Para abordar el narcotráfico en Galicia desde la ficción hacía falta tiempo y una condena social firme”

Luis Tosar en el papel de Mario

Francesc Miró

Durante la primera década de los 2000, el terror fue el género rey en el cine español. Los otros, de Alejandro Amenábar, abrió las puertas de una senda que luego recorrerían Bayona con El orfanato, Jaume Balagueró con Frágiles, Darkness o junto Paco Plaza con [•REC], y Guillermo del Toro con El espinazo del diablo.

Y aunque este género sigue ofreciendo hoy grandes títulos, el trono de la taquilla y el cetro del reconocimiento de público y crítica parecen haber recaído ahora sobre el thriller. Alberto Rodríguez con La isla mínima y El hombre de las mil caras, Rodrigo Sorogoyen con Que Dios nos perdone y El Reino, Dani de la Torre con El desconocido, Daniel Monzón con El niño y hasta Oriol Paulo con Contratiempo o El cuerpo, son algunos ejemplos.

Parecía casi una cuestión de tiempo que a Paco Plaza le cayese un guion de esta naturaleza en las manos. No solo es uno de los realizadores más talentosos de nuestro cine, sino también uno de los que más ha cultivado el terror. En su trayectoria figuran tres entregas de la saga [•REC], obras tan anómalas como Romasanta y excelentes ejercicios de forma y fondo como Verónica. Ahora estrena Quien a hierro mata, un inquientante thriller protagonizado por Luis Tosar, sobre un enfermero con un trauma por superar y el narcotráfico gallego de fondo.

Un thriller tenso para un protagonista incómodo

thrillerEn un pequeño pueblo de la costa gallega, Mario -Luis Tosar- y Julia -María Vázquez- llevan una vida apacible y normal. Julia espera su primer hijo y Mario trabaja como enfermero en una residencia de ancianos en la que todos le aprecian. Todo empieza a tambalearse cuando ingresan allí al narcotraficante más poderoso del lugar, Antonio Padín -interpretado por el fallecido actor gallego Xoán Cejudo-.

“No sé quién llegó antes al proyecto, si Luis o yo”, confiesa Paco Plaza, director de la cinta, “pero no pude ponerme con él inmediatamente porque estaba rodando Verónica”, cuenta. Como él, Luis Tosar también tardó un tiempo en afrontar el papel de Mario, pero sus razones eran distintas: “Yo acababa de ser padre y tuve alguna reticencia con respecto al contenido, porque estaba en una energía vital casi opuesta”, confiesa.

El enfermero protagonista es uno de los papeles más complejos que el actor ha afrontado en años. El terreno moral en el que se desarrolla su personaje, entre la culpa, el odio y el ánimo de venganza, se cuecen a fuego lento en un personaje que de cara al público se presenta siempre amable y cordial. “Debido a mi reciente paternidad, esto era un berenjenal de oscuridades en el que no estaba preparado para meterme. Necesité tiempo. Hay un momento vital en el que uno sobredimensiona muchas cosas. Yo intenté conjugar lo emocional con lo profesional y las cosas no cuadraban”.

Pero pasó el tiempo y decidió que podía interpretar a Mario, un personaje que a buen seguro le sitúa en la carrera para los Goya de este año. Sería su octava nominación y, de ganarlo, su cuarto cabezón. “Acepté porque era todo un reto, por contener un arco emocional brutal, pero también por tener una ambigüedad moral que me interesaba mucho”.

Sobre sus espaldas se construye un trepidante thriller que combina de forma magistral diversos niveles de tensión y hondura dramática. El peso cultural del narcotráfico en Galicia, la responsabilidad social individual y colectiva en su influencia, el límite entre la justicia y la venganza, las relaciones familiares y las deudas heredadas o generadas... todo funciona y todo encaja con una naturalidad que rima con su imponente credibilidad.

“Lo que le pasa al personaje de Luis es lo que ocurre en personas que sienten un tipo de odio muy profundo”, explica Paco Plaza. “Lo que genera esa sensación es ver reflejado en el otro cosas de uno mismo que no nos gustan”. En ese sentido, el realizador señala que “lo que tortura a Mario no es lo que hizo su personaje antagonista. No es un villano. El suyo es un proceso de descubrimiento de una herida que pensaba que estaba cauterizada, pero sigue abierta y sangrando”.

A Luis Tosar se le ocurre otra metáfora: “De repente se abre una espita en su interior, y toda la presión que acumulaba empieza a salir de una forma desmesurada. Y eso le lleva a una situación en la que él ya no tiene el control de nada”.

Galicia y el narcotráfico, algo más que un escenario

Quien a hierro mata es una película profundamente gallega, pero no solo por estar rodada en Galicia. De hecho, gran parte de la trama discurre en escenarios interiores como la residencia de ancianos o la casa del matrimonio protagonista. Y sin embargo, la cultura, la forma de relacionarse o la de comprender las relaciones familiares impregnan el relato de forma natural.

“A mí siempre me ha gustado anclar las ficciones en un paisaje reconocible, en un lugar y un tiempo súperconcreto”, explica Paco Plaza. “Es interesante esa ubicación, porque ayuda a la metáfora. Galicia no es simplemente un lugar, es una forma de ser y de entender la vida y las relaciones”. Por eso, el realizador sostiene que es importante “cuando narras una historia ambientada en un lugar, ser muy permeable a éste: tienes que dejar que las cosas que ves y sientes cuando localizas permeen en ti y en la película”.

Con todo, es cierto que el narcotráfico en Galicia ha sido un tabú en la ficción de nuestro país durante mucho tiempo. En los ochenta, por el Cantábrico llegó a entrar el 80% de cocaína que se movía por toda Europa. La droga se cobraba vidas día sí y día también en las calles de cualquier ciudad. La operación Nécora, primer gran golpe contra el narcotráfico en la comunicad autónoma, se llevó a cabo en 1990. Fariña, sin embargo, no llegó a nuestras pantallas hasta el año pasado.

“Quizás hace falta cierta distancia para hablar de estas cosas”, afirma el realizador. “En el caso específico del narcotráfico en Galicia, tal vez hacía falta que pasase el tiempo y que existiese una condena social firme del negocio. Durante muchos años, hubo una connivencia social con el tema que hoy está en trámites de desaparecer. Eso es lo que te permiten el tiempo y la distancia: alcanzar cierta objetividad para hablar de ciertas cosas”.

“Estoy de acuerdo con Paco y creo que pasa con casi todos los conflictos”, añade Luis Tosar. “Mira Colombia, por ejemplo, ¿cuándo se empezarán a hacer películas sobre la guerrilla? Porque las que se han hecho hasta ahora tienen un componente demasiado implicado y es difícil aportar algo de objetividad ”, opina.

“O Patria”, suma Paco Plaza, “es difícil pensar que hubiese tenido el mismo éxito si no se hubiese publicado años después del cese de actividad de ETA. La distancia ayuda a la ficción y a quienes la practicamos”.

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