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Cine Superhéroes

El aparente pinchazo comercial de 'El Escuadrón Suicida' y cómo el universo fílmico de Batman y Superman fracasa de todas las maneras posibles

'Freak show' de acción, humor, ironía e incursiones estadounidenses en suelo extranjero: los ingredientes de 'El escuadrón suicida'

Ignasi Franch

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Aunque tenga detrás una gran corporación como WarnerMedia, la accidentada vida y los bandazos del universo fílmico de DC han despertado una cierta simpatía en algunos sectores. En contraste con el rodillo de éxito constante de Marvel Studios, el hogar audiovisual de Batman, Superman y compañía parece el amigo de juventud al que tienes ganas de achuchar porque pasa una mala racha. Incluso aunque esa mala racha se tenga que poner entre comillas (obras como Batman v Superman recaudaron cifras multimillonarias, insatisfactorias por el enorme coste de los filmes y las elevadas expectativas). Incluso aunque esa mala racha se deba a decisiones propias, como cambiar sobre la marcha la naturaleza de Escuadrón Suicida o de Liga de la Justicia con el objetivo de marvelizarlas, convirtiéndolas en producciones “frankensteinianas” de tono inconcreto y aspecto rutinario.

A su manera, aunque oficialmente no estuviese dentro del Universo Fílmico DC pese a compartir personajes con las aventuras de Batman, la inquietante Joker marcó otro camino posible. Si Marvel es el lugar de entretenimiento seguro y previsible, para bien y para mal, ¿los héroes y villanos de DC Cómics podrían inspirar espacios de un cierto hallazgo, donde se permitiesen algunos desvíos respecto a las convenciones del blockbuster con pretensiones milmillonarias? James Gunn, el cineasta que fue despedido de Disney y Marvel Studios por haber publicado años atrás chascarillos sobre temas tan sensibles como la pederastia, ha sido el encargado de dirigir una nueva apuesta: no ha dado la espalda a lo superheroico como el filme sobre el frustrado payaso interpretado por Joaquin Phoenix, pero sí ha ofrecido una apuesta menos convencional (con permiso de los caminos desbrozados mediante Deadpool). Según los primeros datos de recaudación, y atendiendo al altísimo coste del filme (estimado en unos 185 millones de dólares), la apuesta habría resultado fallida... a la espera de que un futuro estreno en el lucrativo mercado chino pueda cambiar las tornas.

Aunque en realidad podría estar más cerca (narrativa y presupuestariamente) de su casi homónima predecesora El Escuadrón Suicida, podría entenderse como un filme de superhéroes de autor al estilo de Joker. Este relato de incursión en una república bananera en guerra civil con alienígenas al fondo traslada la imagen superheroica (Harley Quinn incluida) a escenarios propios del cine exploitation de falsas junglas y conflictos geoestratégicos rodado en los años 70 y 80. Resucita esas lúdicas (y, a ratos, problemáticas) celebraciones del entretenimiento violento, conjurando un cierto aire de película bélica pulp, y alude sarcásticamente a la costumbre de los gobiernos estadounidenses de trabar amistades peligrosas en su supuesta lucha por la seguridad mundial.

Simultáneamente, el filme de Gunn tiene componentes continuistas. Remite a éxitos previos de Marvel y de Sony: al díptico (por ahora) Guardianes de la Galaxia, que estaba marcado por la autocomplacencia referencial pop, la comicidad en las relaciones entre personajes y los animales digitales cuquis y a la humorada grosera con irrupciones gore de la mencionada Deadpool. Resulta casi enternecedor que, en un contexto de auge perdurable del audiovisual superheroico, y de rodillo marveliano de éxito (casi) permanente, el universo fílmico DC esté abonado a las alegrías efímeras (Wonder Woman, Aquaman) que son sucedidas invariablemente por un sinsabor o un abierto fracaso.

Crisis es oportunidad, solo a veces

El Escuadrón Suicida acaba resultando un verdadero freak show con algunos de los villanos más pintorescos, extravagantes e incluso cutres que se podían rescatar de las viñetas del archivo DC, con dictadores y revolucionarios latinoamericanos, con una extraña inteligencia que parece salida de una de las entregas más sci-fi de la saga Godzilla. También se juega la carta de una cierta imprevisibilidad porque casi cualquiera puede morir. Eso sí: el riesgo es controlado y tiene límites (el presupuesto de nueve cifras obliga a ello). Aunque se incorporen momentos grotescos, el resultado no deja de ser una película de acción y aventura que aspira a emocionar, que proporciona los correspondientes momentos feel good y de superación propios del entretenimiento para un público familiar. Gunn ha apostado por una cierta ironía que pone en duda la importancia de lo que se está explicando, pero no se ha expuesto a alienar a la audiencia como sucedía en otras revisiones del exploitation desde el mainstream, como las abiertamente caricaturescas Planet Terror y Machete.

Quizá el proyecto ha sido posible por la desesperación de los ejecutivos de Warner. Pero este gesto desesperado, agradable por algunas salidas de tono que contrastan con las convenciones fijadísimas del Marvel Cinematic Universe, se está topando con unos primeros resultados económicos decepcionantes. La tibia recepción a la mucho menos costosa producción Aves de presa, que ya tenía algún componente de rareza por su mezcla desconcertante y contradictoria de tonos, podría haber servido de aviso. En todo caso, El Escuadrón Suicida ha supuesto una contribución modesta a expandir el horizonte de lo que es posible narrativamente en el audiovisual superheroico de elevadísimo coste. Y quizá este es el pecado original de la producción: la necesidad de sumar una recaudación enorme para recuperar la inversión. Joker podía ser una película más extraña en su ámbito, pero costó la mitad de dinero.

Con el el universo fílmico de DC, Warner ha fracasado de todas las formas posibles

Sean cuales sean los resultados de El Escuadrón Suicida, y más aun en un contexto pandémico, el universo fílmico de DC Comics vivirá otro día en su oficina de los líos, de los proyectos aplazados y redibujados hasta la saciedad. Seguirá instalado en una especie de crisis permanente y reorientación constante para conseguir un círculo virtuoso que nunca se llega a concretar. Algunos aficionados ya habían idealizado las películas de angustias y oscuridades algo adolescentes, con más garra visual y con un poso ideológico marcadamente derechista, que firmó el realizador Zack Snyder. Quizá estos sectores aprovechen el posible revés comercial de El Escuadrón Suicida para reclamar que se retome el plan original de eso que ahora se califica como Snyderverse. Películas como Batman v Superman tienen ahora el encanto añadido de haber devenido un bien escaso, quién sabe si finito

El caso es que WarnerMedia ha fracasado de casi todas las maneras posibles: con los semidioses circunspectos de Snyder y también con los intentos de replicar la mezcla marveliana de acción y humor palomiteros. Sus responsables también han triunfado de maneras variadas, mediante apuestas cumplidoras pero de escasa identidad propia (¡Shazam! se benefició de un coste moderado), mediante una Aquaman a la que es difícil atribuir un perfil concreto pero que fue un exitazo en China y mediante una cierta ruptura de esquemas con una Joker que se alejó de la marca (quizá quemada, o al menos generadora de escepticismo) del DC Extended Universe. Cabe recordar que las películas de Snyder consiguieron resultados económicos decepcionantes a pesar de contar con dos personajes tan establecidos en la cultura pop como Superman y Batman.

Una recepción adversa a 'El Escuadrón Suicida' y su trangresión puede ser leída como una advertencia del peligro de tentar a la suerte. El dinero de Hollywood es cobarde.

En realidad, el camino errático de WarnerMedia permite encontrar precedentes aptos para argumentar cualquier posición. Joker escenificó que una crisis sí puede convertirse en una oportunidad (en forma de pequeña fisura a una creatividad un poco menos controlada y calculada) cuando hablamos de las apuestas que tienen lugar en el mundo hiperprivilegiado de las grandes corporaciones. Una recepción adversa a El Escuadrón Suicida y sus moderadas dosis de trangresión y de celebración faltona puede ser leída como una advertencia sobre los riesgos de tentar a la suerte. Seguramente esta será la interpretación principal, porque el dinero de Hollywood es cobarde. Lo curioso del actual audiovisual franquiciado y franquiciador, de su constante deseo de explotación de marcas establecidas o por establecer, de sus inercias homogeneizadoras en las formas y los contenidos, es que una superproducción teen como El Escuadrón Suicida pueda (¿y deba?) ser reivindicada como una iniciativa moderadamente atrevida. Y quizá, como los filmes de Snyder; con el encanto añadido de haberse convertido en otro bien escaso.

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