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'Donbass', el conflicto en Ucrania visto con las lentes deformadas del humor negro

Unos jóvenes se hacen un selfie con una persona a la que acaban de apalizar

Francesc Miró

La cuenca del Donets, uno de los ríos más importantes de Ucrania, era ya una zona fuertemente deprimida antes de la guerra que ahora asola la región. Un pasado arraigado en la minería desde finales del siglo XIX había dejado un entorno deteriorado y contaminado que se empezaba a intentar revertir antes del conflicto. Hoy está mucho peor.

Desde que en 2014, una unidad militar comandada por el oficial ruso Ígor Strelkov se hiciese con el control de la ciudad ucraniana de Slaviansk, dando inicio a la sublevación prorrusa, la región vive un cruento conflicto con Kiev. Durante el primer año, según la ONU, más de 6.500 personas fallecieron y casi 10.000 resultaron heridas. Actualmente, miles de ucranianos cruzan el frente en el Donbás por el corredor humanitario.

Hasta allí lleva sus cámaras Sergei Loznitsa con DonbassDonbass, un caótico retrato social que transita entre la comedia negra, el costumbrismo y la denuncia descarnada. Su trabajo le granjeó el premio a Mejor director en Un Certain Regard en la pasada edición de Cannes, y lo cierto es que el delicado equilibrio entre un discurso sin concesiones y un humor nada complaciente convierte  su largometraje en una experiencia estremecedora.

 

Una realidad tan cruda como grotesca

“Elegí conscientemente lo grotesco como el elemento principal de Donbass”, explica el realizador bielorruso en una entrevista a este periódico. Según él, este registro “parece ser la única manera de describir la mezcla de tragedia y absurdo en la que se ha convertido la vida allí”.

No es la primera vez que el realizador estira el chicle del tono y juega con la paciencia del espectador para conducirlo a pantanos de dudosa moralidad. “Ciertos elementos de lo grotesco ya estaban presentes en A Gentle Creature”, explica sobre su anterior largometraje, inédito en España, “aunque creo que aquella era una película más cercana al surrealismo”.

Sin embargo, Donbass lleva los hallazgos de A Gentle Creature y la rotundidad documental de En la niebla -ganadora del FIPRESCI en Cannes el año 2012- hasta sus últimas consecuencias. “Se podría argumentar que en todas partes nos enfrentamos al absurdo, sin embargo, parece que en esta región de Ucrania en particular, destruida por una invasión militar y bombardeada con propaganda, esta mezcla de horror y risas ha ocurrido de forma más obvia”.

Con todo, cuando se le señala que su manejo del tono a veces lleva al contagio de una distancia emocional contraria al discurso que propone, Loznitsa se defiende: “No creo que mi estilo sea en absoluto frívolo. Siento verdadero dolor cuando pienso en lo que está pasando en Donbás, y ese dolor es la razón por la que hice esta película: quería que el mundo supiera lo que está ocurriendo en este rincón del mundo”.

Su cámara recorre ciudades y poblaciones sin nombre, retrata los dilemas de personas anónimas e intenta captar el enrarecido aire que se respira en cualquier rincón. El aire que hace que la vida valga lo mismo que un pedazo de pan o un trozo de bandera raída.

“Creo que la experiencia de Donbás, igual que en cualquier otra región afligida por la guerra, demuestra que nuestro barniz de humanidad es muy fino”, opina Loznitsa. “Es muy fácil que el ser humano regrese a un estado donde la supervivencia del más fuerte se convierte en el único principio rector de la existencia”, explica.

Dante al este de Ucrania

Donbass es, más que una colección cuasidocumental de vidas bajo el yugo de un conflicto bélico, un fresco de la bajeza humana. Loznitsa cuenta que todos los episodios de su película, por disparatados que parezcan, se basan en eventos reales. “Recopilé una gran cantidad de vídeos caseros subidos a YouTube durante las primeras etapas de la guerra, entre 2014 y 2015, y luego escribí el guion”.

Todo en su nuevo largometraje es real, pero el tono exagera las formas para que parezca que no. Para que el espectador piense que los seres humano tan corrompidos como los que habitan el metraje, solo operan en la ficción. El realizador describe una escena de una brutalidad sin remilgos: una multitud enfurecida tortura a un prisionero ucraniano, atado a un poste de luz. Le desnudan, le propinan una paliza y lo envuelven con la bandera azul y amarilla del país. “Esa escena sucedió de verdad. Uno de los participantes grabó un vídeo del apaleamiento y lo publicó. Me sorprendió tanto cuando lo vi que creo que fue el impulso que me llevó a hacer esta película. Es aterrador ver a personas 'normales' convirtiéndose en bestias cabreadas, llenas de odio y rencor”. 

Una situación, la de vivir un conflicto político, social y armado, que en este caso se ha espectacularizado sin ningún tipo de filtro. “No solo cometen actos de una violencia terrible, sino que también los graban y comparten las imágenes con todo el mundo”. De hecho, según el realizador bielorruso, “las cámaras juegan un papel muy importante en este conflicto. En la guerra contemporánea, el papel de la propaganda y las noticias falsas es casi tan importante como el de las armas convencionales”.

Un cúmulo de situaciones que dibujan en Donbass una especie de Purgatorio en la tierra, en la que gente no del todo viva, espera a morir. “Cada zona de guerra es un infierno en la tierra”, describe Loznitsa.

Una guerra que no se llama guerra

Con todo, Loznitsa quiere que su película sirva tanto para remover el estómago del espectador acomodado, como para violentar la moral política europea. “Lo que está sucediendo en Donbás nunca ha sido oficialmente reconocido como una guerra entre dos países”, asegura a eldiario.es.

“La comunidad internacional utiliza todo tipo de eufemismos como 'conflicto armado' o 'movimiento separatista', pero no ha habido una condena oficial de la agresión militar rusa contra el estado soberano de Ucrania en las regiones de Donetsk y Lugansk”. Para él, Donbás “no es solo una zona de guerra, es una zona de guerra híbrida, política y convencional. Algo que hace que las cosas sean aún más extrañas y trágicas”.

Ahora se cumplen cinco años del inicio de un conflicto que ha abierto una cicatriz en la psique de todo habitante de Ucrania, se ha cobrado miles de víctimas civiles y militares y no parece que tenga una solución fácil. Loznitsa denuncia la inacción de la Unión Europea: “¡Claro que creo que la UE podría haber hecho más! Creo que podría haberle demostrado a Rusia que no toleraba agresiones de este tipo”, explica.

Pero matiza, “sé que hay políticos europeos comprometidos con la situación de Crimea y Donbás, que están tratando de apoyar a Ucrania tanto como pueden”. E ilustra su argumento con un ejemplo: “Rebecca Harms, sin ir más lejos, es miembro del Parlamento Europeo con el Partido Verde alemán. Es una mujer valiente que estuvo en Kiev durante los acontecimientos de la revolución del Euromaidán de 2013-2014, viaja a Ucrania con regularidad y hace todo lo posible por defender los intereses de Ucrania en el Parlamento Europeo”.

Sin embargo, el realizador dos veces premiado en Cannes lamenta que “parece que las personas como Rebecca Harms están en absoluta minoría. No creo que haya una voluntad entre los políticos europeos de resistir la agresión rusa. La dependencia de Europa es demasiado grande. Y, además, creo que los rusos están ganando en la guerra de propaganda”, sentencia.

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