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“En la movida madrileña había cierto elitismo, éramos un poco creídos”

Ouka Leele; pintora, poetisa y fotógrafa española

José Antonio Luna

1980, Madrid. La música retumba las paredes de bares como Rock-Ola, El Penta o La Vía Láctea mientras que, a pocos metros de estos, un grupo de jóvenes explora con el arte en medio de la que conciben como una nueva corriente cultural. Entre ellos destaca Ouka Leele, una pintora que utiliza sus acuarelas para dar luz a la oscuridad, para convertir fotografías monocromáticas en cuadros a color. Cuarenta años después ya se ha convertido en un lejano recuerdo, pero otras cosas, como la improvisación, continúan presentes.

A pesar de haber experimentado con múltiples formatos, como la fotografía, el teatro o el cine, a Ouka Leele (Madrid, 1957) todavía le sobran ganas para seguir ampliando un abanico artístico que nunca es demasiado diverso. Por ello, la mítica artista participa en un espectáculo en la sala La ley de Snell (Madrid) que el próximo viernes unirá la música de Jerónimo Maesso, la pintura y la improvisación en un solo espacio.

En el momento de la entrevista, aunque confiesa estar todavía “algo dormida”, la pintora no pierde tiempo cuando se trata de ultimar los detalles de su siguiente demostración. “Yo creo que aquí tengo más espacio para improvisar”, indica a los organizadores de la galería. La ganadora del Premio Nacional de Fotografía (2005) confiesa estar acostumbrada a hablar de su papel en el Madrid de los 80, pero también sobre otro aspecto que recuerda con cierto hartazgo: su prima segunda, Esperanza Aguirre. A menudo, menciona la fotógrafa, convertida por la prensa protagonista de sus propios reportajes cuando no tienen “nada que ver”. Porque el trabajo de Ouka Leele, como ella misma demuestra, es capaz de brillar por sí solo.

Afirma que el cáncer que sufrió supuso un antes y un después para usted, que aunque no se lo recomienda a nadie le dio “mucha sabiduría”. ¿Qué cambió exactamente?

Sí, porque era muy joven, tenía 22 años. Todo el mundo sabe que la muerte está ahí, pero con esa edad no piensas en ello. Que de repente se te ponga como un espejo delante de la cara es un susto, y eso también te transforma. En las obras yo creo que hay un cambio en la composición y el color, que es como más calmado. Igual también es producto del miedo, ya que todo lo que estaba haciendo antes era crítico, sarcástico y muy bestia. Pero luego me planteé qué había hecho para estar así, que estaba a punto de morirme. Es decir, no quería hacer nada que se pareciera a lo anterior.

También se planteó dejar la fotografía. ¿Por qué al final no pudo?

Cuando empezó el mundo digital yo no veía ninguna calidad, yo llevaba 30 años con todo muy bien hecho y de pronto todo eso se fue al garete. José María Mellado fue el que me insistió en lo digital, porque yo quería tirar la toalla. Además, me dieron el Premio Nacional de fotografía, algo que fue bueno y malo. Yo habría preferido esperar y que me dieran el premio de artes plásticas, porque sería más reconocer lo que yo soy. Pero bueno, igual vino bien para que no dejara la fotografía y me metiera en el mundo digital. Ahora uso Photoshop y estoy muy agradecida, es una maravilla [risas].

La fotografía igual puede llegar a cansarme y con la pintura nunca me pasa, siempre es algo nuevo, ya que partes de algo que no existe. De un lienzo que no tiene nada y en el que surge todo de mundos interiores, que para mí es el mundo de las ideas que decía Platón.

Usted ha expuesto numerosas veces en ARCO, ¿qué opina sobre la censura de la obra de Santiago Sierra?

Lo de la censura no lo entiendo, creo que todo el mundo debe tener derecho a expresarse. ¿En qué casos puede estar justificada la censura? Pues cuando se promueve algo muy dañino, como puede ser la pederastia. La violencia también me parece horrible y eso nadie lo censura, se censuran los cuerpos sobre todo. En este caso se ha censurado porque es algo político, cuando hace ya muchos años que hablábamos de que no puede haber nadie en la cárcel por ideas políticas, sino que las ideas son libres. No soporto que nos traten como si los políticos fueran unos padres y nosotros unos niños idiotas a los que nos tienen que ocultar todo.

¿Por qué el pseudónimo de Ouka Leele?

Era súperjoven y creía que el nombre formaba parte de ese marketing que yo quería hacer conmigo misma. Es de un dibujo que hizo El Hortelano de un mapa de estrellas y cada una con un nombre inventado juntando letras que le sonaban bien. Luego conocí a Ismael, un chico de Mali, y me dijo que su madre le llamaba así de pequeño porque significaba “lo más dulce de la miel”. Y claro, ya no me lo podía quitar.

Muchas artistas han utilizado nombres masculinos para esquivar las desigualdades provocadas por el machismo. ¿No hubo algo de esto?

Quizá inconscientemente lo vi y lo hice por eso, pero no lo hice de forma intencionada. Me hacía gracia porque yo iba a una exposición veía a la gente comentando que era de un japonés que tiene un ordenador gigante, cuando yo no había visto un ordenador en mi vida. Además, he sido muy tímida y me venía muy bien, porque Ouka Leele iba por ahí, pero luego nadie sabía quién era Bárbara. Me encantaba ese juego porque me apasionan los personajes tipo Robin Hood, que están como en la sombra haciendo el bien. A pesar de todo, al final publicaron mi nombre real en una entrevista y no pude mantener el anonimato.

Existen dos versiones de la movida madrileña. La de que fue un ambicioso cultural y entusiasta; y la de periodistas del momento como Patricia Godes, para quien fue “una gran borrachera y una gran mentira”. ¿Cuál es la real?

Yo creo que hubo muchas movidas, pero los que estábamos en el meollo haciendo cosas al final no éramos tantos. Yo formo parte de los que creíamos que estábamos haciendo un movimiento artístico. No había nadie que lo dirigiera, no había una ideología y era muy bonito porque todos eran bienvenidos, daba igual si eras viejo o joven, o si venías de Málaga o de París.

Sin embargo, sí que había algo de élite y eso es un poco duro también. Éramos un poco creídos y nos sentíamos muy importantes, pero es que estabas todos los días con 50 periodistas haciéndote fotos cada vez que ibas a un sitio. Llegaba la noche y te ponían una botella de champán sin que pagaras nada, solo porque les gustaba que estuvieras ahí y dieras prestigio. Que tan joven que traten tan bien igual te hace creerte un poco por encima de los demás y eso sí estaba. Pero ya te digo, la movida real era de gente muy trabajadora, 24 horas al día, porque hasta cuando salíamos estábamos trabajando.

Lo que me parece increíble es que una cosa que no se ha consolidado se esté destruyendo. Si esto pasara en París ya habría un negocio montado con ello y estarían adorando algo como producto parisino. Pero como es un producto madrileño, español… Hubo ese boom que tendría que haber sido aprovechado, pero nadie lo hizo.

¿Y la prensa no pudo llegar a sobredimensionar lo que ocurría?

Yo creo que no es verdad. De hecho, quizá estoy un poco tonta, pero la música la escucho y me gusta. No quiere decir que antes no hubiera una música estupenda, en los 60 era muy buena. ¿Los surrealistas cuántos son? Al igual que nosotros tampoco eran tantos. Lo que pasa que el surrealismo es un movimiento intelectual y en la movida la gente se apuntaba a la fiesta.

Pero también mencionó que había partes malas, especialmente las relacionadas con las drogas.

Era la época, puede ser o no en la movida. Antes ibas por la calle y te encontrabas jeringuillas con sangre, algo era muy desagradable. También amigos que aparecían en tu casa, que llamaban a la puerta para pedirte dinero. Eso aún es gracioso, pero no lo de las muertes. Que en una fiesta se te muera uno al lado… A mí eso no me hizo mucha gracia, la verdad. Hay gente que lo elogia diciendo que todo el mundo experimentó lo que quiso y con lo que quiso, pero yo eso lo veo como una etapa de la que no quiero acordarme mucho, porque me resulta fea, desagradable, oscura, siniestra.

¿Ayudó este periodo a dejar aparcada la política, a la España dividida?

Sí, porque por ejemplo en mi casa mi padre no paraba de hablar del conflicto. Pero a nosotros no nos gustaba ser hijos de personas que habían hecho una guerra, entonces lo que nos interesaba era el arte y un sitio donde no hubiera un enfrentamiento, donde un país no se dividiera en dos bandos. Se hablaba de ti como individuo, porque una persona no es dos, puede ser mil. No me puedes encasillar si en esto pienso como un facha, en lo otro como un rojo y en esto como un extratarrestre. Una vez fui a San Sebastián con una amiga y me pidió que me definiera ideológicamente. Le dije que era hippie, y desde entonces no la he vuelto a ver [risas].

Sin embargo, en 2006 el Gobierno de Esperanza Aguirre se volcó con el 25 aniversario de la movida madrileña. ¿No es contradictorio que un movimiento que no busca encasillarse termine siendo reivindicado por políticos?

Cuando comenzó la movida los políticos quisieron subirse al carro. Se apuntaron todos, que por entonces era el PSOE. No obstante, recuerdo que cuando Manzano llegó a la alcaldía de Madrid de repente la movida se acabó de un día para otro. Le preguntaban por el movimiento y él directamente dijo que no sabía lo que era. Luego el PP ha vuelto a recoger a la movida, pero no tiene nada que ver con ningún partido. La quitan, la cogen, la vuelven a poner… Eso ocurre con todos.

En casi todas las entrevistas le preguntan por su prima Esperanza Aguirre y su tío, Jaime Gil de Biedma. ¿Cómo han influido estos parentescos en las opiniones de su trabajo?

Sabes lo que pasa, que aparece en la Wikipedia un texto sobre ti y cuando alguien te entrega un premio o lo que sea dice exactamente lo mismo. ¿Por qué no meten a todos mis primos en la Wikipedia? Yo quitaba lo de mi prima del texto, pero me volvía a aparecer. Una vez que Esperanza fue ministra de Cultura y luego presidenta de la Comunidad de Madrid, pues ya era todo el rato como si tuviera algo que ver conmigo. Ni hemos hecho la carrera juntas, ni ella me ha enseñado a pintar fotos.

Con mi tío Jaime Gil de Biedma hay cierta relación en cuanto a que yo me dedico a la poesía y puede haberme influido él, pero con Esperanza no hay ninguna. Una vez en Facebook me encontré un galerista poniéndome verde. Seguí leyendo horrorizada y al final salió lo de Esperanza. ¿Y qué culpa tengo yo? Si quiere odiar a Esperanza que la odie a ella, pero no a mí, que no tengo nada que ver. De hecho, en su política no me quiero meter porque no me interesa ninguna.

Realizó una foto para el quinto aniversario del Sálvame. ¿Por qué decidió involucrarse en ese proyecto?Sálvame.

Una de las veces que llamó Mediaset cogió mi hija el teléfono y a ella le divertía mucho Sálvame. Les comentó que me lo diría, que estaba encantada y que seguro que la iba a hacer. Negoció el precio y en realidad no negoció nada, dijo a todo que sí. Pero bueno, me divirtió mucho hacerlo por el estudio, el decorado, el maquillaje… Estaban todos maquillados como si tuvieran una especie de lifting.

Luego tuve que hacer un trabajo increíble de edición, porque por ejemplo a Belén Esteban le puse varios brazos, como si fuera una diosa hindú. Fue muy divertido y a mí me gusto, pero en redes sociales me tiraban tomates por haber hecho eso. Yo no soy Sálvame ni me meto a discutir con nadie ni estoy en el programa. Simplemente les hice un retrato. Imagina que me pongo en el peor de los casos, como que me encarguen fotografiar a un asesino. Pues por qué no lo voy a hacer si a lo mejor mi visión o mi estudio del personaje aporta algo a la sociedad.

Afirmó que esta fotografía es “tan importante como el retrato de la Familia Real de Goya”.

Sí, porque esa es una fijación que tengo de hacer un retrato a la Familia Real y esto como que es un ensayo.

¿Cree que en un futuro la veremos en los museos?

Pues me encantaría [risas]. Que fuera como dos metros de grande, a tamaño natural, y que estuviera en un museo. Estoy segura de que si viviera en otro país todo eso pasaría.

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