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Las películas favoritas de Trump lo explican todo

Johnny Depp como Donald Trump en 'The art of the deal'

Mónica Zas Marcos

Las últimas elecciones de Estados Unidos pasarán a la historia, entre muchas cosas, por su uso del lenguaje popular. Hillary Clinton y Donald Trump tienen una relación abierta con las élites de Wall Street, pero eso no les impide llegar a los votantes a través del entretenimiento. A un nivel mucho más básico, nosotros también tuvimos a un nuevo partido calzando la marcha imperial de Star Wars en sus mítines y a una vicepresidenta del Gobierno moviendo las caderas en prime time.

No es ningún secreto que esta calcada estrategia de comunicación no funciona en España como lo hace en su país de origen. “Es una pena que ahora los políticos, para ganar elecciones, tengan que hacer el payaso en vez de su trabajo”, escribía en este periódico Gumersindo Lafuente. Pero esta exposición mediática es uno de los puntos decisivos en la carrera hacia la Casa Blanca. Hay que intentar llegar al público por todos los flancos y eso incluye especialmente el cine, la música y la lectura.

En España esperamos que los referentes culturales de un político estén a la altura de las expectativas. Que si nombran un libro de Kant lo hagan con todas las letras y si recomiendan a un autor al menos conozcan su obra. En EEUU basta con que sean ellos mismos. Que Trump tenga fama de iletrado ha inspirado una de las grandes mofas de Twitter durante la campaña bajo el hashtag #TrumpBookReport. Pero el electorado republicano no cambiará de opinión porque el magnate no haya leído a James Joyce. 

Sin guiones televisivos

Donald Trump se ha empleado a fondo en marcar la diferencia desde el comienzo. Sus apariciones en televisión son misóginas y escandalosas, pero también hace uso de lo que allí se denomina cultura pop de forma mucho más efectiva que Hillary Clinton. En un país donde los talk shows lideran la parrilla, el neoyorquino se ha disfrazado de cómico irreverente para confundir al público. Sus diatribas sobre mujeres, mexicanos, musulmanes o discapacitados se parecen tanto a un chiste subido de tono que hay quien se olvida de que esconden una ideología peligrosa. 

Si Clinton extiende sus tentáculos por noticieros como la CNN o ABC News, Trump lleva años haciendo lo propio con los programas populares y sus cameos en las series de televisión del momento. Desde 1981, el multimillonario se ha dejado caer por ficciones internacionales como El príncipe de Bel-Air, Sexo en Nueva York o La niñera. También en las películas Solo en casa 2, Zoolander y Celebrity, de Woody Allen.

Normalmente no hace ningún papel, sino que representa el mismo personaje pop que es en la vida real. Por eso los votantes le sienten cercano y “honesto”, a diferencia del inalcanzable estatus político de toda la vida. Es un terreno que Trump ya tenía ganado mucho antes de convertirse en un candidato serio a la presidencia. Aunque estas apariciones también le han proporcionado las peores crisis de su campaña, como el audio filtrado de 2005 (durante un descanso del programa de famoseo Access Hollywood) donde presumía de acosar sexualmente a las mujeres

Billetes y deportes para Trump

Como parte de esta estudiada estrategia de promoción, el magnate ha hecho gala de sus películas y series favoritas en cada entrevista o mitin donde ha tenido oportunidad. Estamos acostumbrados a los análisis que utilizan la cultura como premonición o símil exagerado (o no tanto) de lo que se está viviendo en Estados Unidos. Hay quienes dicen que los escándalos de Hillary Clinton son dignos de inspirar un episodio de House of Cards y que El momento Waldo de Black Mirror predecía el auge inesperado de Trump.

Pero hay veces que no hace falta teorizar porque las propias preferencias de los candidatos lo dicen todo. A Trump le gusta El bueno, el feo y el malo, Uno de los nuestros y El Padrino. Sin embargo, sus películas favoritas de todos los tiempos son Ciudadano Kane y Contacto sangriento. Como se puede observar es cine de masas, nada de películas independientes ni, por supuesto, extranjeras. Pero además sus preferidas son un reflejo cliché del papel que pretende desempeñar en su país. 

El clásico de Orson Welles estaba basado en la vida de otro estridente y megalómano millonario, William Randolph Hearst, y su corrupta relación con la riqueza. El personaje de Charles Kane tiene varios elementos en común con Donald Trump, empezando por la confianza en sí mismo al postularse a cargos públicos gracias a su dinero. Por otra parte, Contacto sangriento representa otro de los principales intereses del republicano: el deporte. 

Trump ha financiado a grandes estrellas del boxeo, como Mike Tyson, y casi todos los famosos que apoyan su candidatura salen de este mundillo. Destacan también Dennis Rodman, Hulk Hogan y la antigua estrella transexual del atletismo, Caitlyn Jenner. 

Hollywood romántico para Clinton

A diferencia de Donald Trump, Hillary Clinton cuenta con el apoyo de la vasta mayoría de celebridades. Aunque fue más lenta a la hora de acercarse a los votantes a través de la cultura, actores y músicos han orquestado una colosal campaña por ella. Su galería de fotos acompañada de personajes con millones de seguidores en redes sociales es poderosa. Pero al ser una política de raza, el manejo de la cultura pop en discursos y apariciones no ha sido su fuerte. 

El cine de Hollywood es una buena vía para demostrar al electorado que los políticos también son de carne y hueso. Que a veces disfrutan de una noche de palomitas y no están siempre orquestando bombardeos o espiando a sus ciudadanos. Pero Clinton llegó tarde y apresurada a hacer su lista de películas favoritas, donde destacó topicazos como El mago de Oz, Memorias de África y Casablanca

Para ese entonces ya tenía el patrocinio de Meryl Streep, una de sus mayores valedoras. El rol de Clinton en Hollywood es bastante distinto al de Trump: mientras que él es parte del espectáculo, ella representa la gran esperanza. En una industria donde el 95% de los directores y guionistas son hombres, las artistas han encontrado en ella la oportunidad perfecta para conseguir la ansiada paridad. Pero no todos son tan optimistas. 

“Si Hillary Clinton se convierte en presidenta, estoy segura de que el machismo va a ir a peor”, dijo la periodista estadounidense Hadley Freeman a este diario. Los expertos tienen miedo de que ocurra el mismo efecto que con Barack Obama y el racismo, pero por el momento prefieren imaginar hipótesis sin Trump en la escena. Habrá que esperar hasta el martes por la noche para comprobar si las simpatías de los famosos coinciden con las del electorado norteamericano.

Hasta entonces dejamos una reflexión del teórico Stuart Hall sobre la importancia de la cultura de masas: “Es la arena del consenso y la resistencia. En parte es donde surge la hegemonía y donde se mantiene asegurada”.

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