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Bienvenido a las librerías del mundo COVID: pida cita previa y no toque los libros

Imagen de la librería madrileña Tipos Infames antes del confinamiento

Francesc Miró

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Que las librerías volviesen a levantar sus persianas era algo deseado a ambos lados del sector: los libreros porque las facturas no han cesado pero los ingresos sí, y porque se hace urgente contrarrestar la desaparición de eventos que antes les inyectaban una más que necesaria liquidez, como Sant Jordi o la Feria del Libro.

Por su parte, muchos lectores estaban preocupados por la 'salud' de sus librerías de confianza, como demuestra la respuesta de la gente a iniciativas para ayudarlas que han nacido durante las últimas semanas. Y además llevaban desde el 14 de marzo sin novedades literarias, aunque estas van a tardar en llegar lo que tarde el sector editorial en retomar la normalidad —que puede ser poco o mucho—.

Las condiciones de reapertura de las librerías son las mismas que las del resto de comercios que tengan una superficie menor a los 400 metros cuadrados: pueden abrir con cita previa, respetando escrupulosamente las medidas de distanciamiento físico, las condiciones sanitarias mediante el uso de mascarillas y geles hidroalcóholicos, así como la desinfección constante de los locales. Parece fácil, pero libreros y libreras coinciden en que es una situación del todo anómala.

De lugar de reunión a McAuto de libros

Para hacer frente a la reapertura, atendiendo las exigencias de esta fase de desescalada, las librerías han decidido agilizar su actividad. Reducir la exposición de los clientes y sus libreros limitando su contacto, manteniendo las distancias, y facilitando la compra mediante la cita previa obligatoria.

“Las visita ahora son muy rápidas: vienen, recogen su paquete y ya está, porque suele estar pagado y lo tenemos preparado”, cuenta Isabel Sucunza, librera de la Llibreria Calders de Barcelona. “Como no puede haber más de una persona en el interior, si viene alguien más le hacemos esperarse un momentito y ya está”, explica la librera. Y si esa persona no cuenta con cita previa, “hacemos como en las peluquerías: si en ese momento no hay nadie dentro, les decimos 'tengo un hueco', y se le atiende”.

“Se nota que la gente está muy extrañada... es todo muy raro”, cuenta por su parte Alfonso Tordesillas, librero de Tipos Infames en Madrid. En esta librería de Malasaña han montado un pequeño stand en la entrada, con dos mesas en las que los libreros atienden las citas, que recogen sus pedidos realizados previamente por teléfono o mail y se marchan. “Antes la gente venía e invertía el tiempo con nosotros. Una librería es un sitio en el que quieres pasar tu tiempo, ¿no?”, reflexiona Tordesillas. Más si cabe un local como el suyo, que cuenta con servicio de cafetería y con sala de eventos y exposiciones.

Las librerías no son, según él, sitios en los que realizar una transacción comercial al uso sin más: “Este es un lugar para estar, realmente. No es un lugar de tránsito, es un lugar de encuentro. Saludar, recoger tu bolsa e irte es... es una sensación muy rara para todos”.

Se lee pero no se toca

“Lo más raro”, confiesa Isabel Sucunza, “es que la gente no puede tocar los libros. Normalmente en una librería las personas gustan de hojear. Eso ahora es imposible”. Por el momento, para adquirir un libro se debe prescindir necesariamente del devaneo y del tacto. No se puede hojear los libros, sus contraportadas, leer sus inicios...

Esto, sin embargo, ha hecho que en muchas ocasiones los lectores se fíen más de sus libreros. Al no poder manosearlos, la palabra del librero y su recomendación es ley. “En realidad hacemos como hemos hecho siempre: si el lector no sabe muy bien lo que quiere, hablamos con él por teléfono. Y si están aquí, manteniendo las distancias, les recomendamos. Pero como no pueden tocar los libros y dejarlos de nuevo, ¡tienen que fiarse más de nuestro criterio!”, bromea la librera de Calders.

“Los libreros siempre hemos estado muy dispuestos a recomendar y a hablar con nuestros parroquianos, como nes gusta llamarlos”, cuenta Tordesillas. “Ahora mismo, seguramente, lo que más se ha notado es el trabajo de recomendación previa, que hace que ahora la gente sepa que eres una librería con determinado fondo y que tienes cosas que a lo mejor en otros sitios no vas a encontrar”.

A la espera de novedades y actividades

El interés por la lectura no ha menguado durante el confinamiento. Según un estudio realizado por Conecta Research & Consulting y del que se hace eco la Federación de Gremios de Editores de España, los índices de lectura han aumentado un 4% durante el confinamiento. Leer es, junto a ver la televisión y hablar por teléfono, una de las tres actividades que más han ayudado a los españoles a sobrellevar la situación, según los 600 encuestados.

Lo que sí que puede haber cambiado, no obstante, es la relación que se establece entre la demanda constante de novedades y el ritmo de publicación de las mismas. De hecho, ahora mismo uno no puede acudir a una librería y pasearse tranquilamente por las estanterías de novedades. Entre otras cosas, porque 'novedades' como tales, por ahora no hay.

En la Librería Bartleby de Valencia, por ejemplo, han decidido atender los pedidos de las personas que les solicitaron o reservaron algún título cuando estaban con la persiana bajada. “Hemos recibido un montón de llamadas, tenemos gente que quiere venir a comprar sus novedades. Es algo que habíamos ido recopilando a lo largo del confinamiento”, explica David Brieva, librero de Bartleby. “La gente necesita libros nuevos porque se han pasado el confinamiento releyendo o aprovechando para bajar la pila de pendientes, y quieren algo distinto”.

“Otro tema es el de la distribución”, sostiene Brieva. “Hay empresas que siguen en cese de actividad, otras que han hecho ERTEs y no funcionan con normalidad, otras que van reactivándose... Esta desescalada se improvisa cada día”, describe, y añade que “la llegada de los nuevos títulos dependerá de cada editorial, pero las novedades no llegarán probablemente hasta el mes que viene”.

Otra de las principales vías de sostén es la actividad cultural que muchas librerías llevaban a cabo antes del confinamiento: la organización de presentaciones y firmas que, por el momento, aún parecen difíciles de celebrarse.

“De momento es todo incertidumbre”, afirma contundente Sucunza. “Pero tenemos esperanza en que este verano mejoren las cosas”, dice. “Los meses de julio y agosto suelen ser una época muy muerta porque la gente se va de vacaciones y las ventas bajan. Pero previniendo que este verano la gente no se moverá tanto, vamos a intentar inventarnos cosas para remontar”.

“Nosotros ya hemos pensado en actividades para estos días: son esenciales para nuestra supervivencia”, afirma Alfonso Tordesillas. “El sábado 16 de mayo, hemos planeado una actividad con la escritora Marta Sanz: va a hacer una firma con cita previa”, nos cuenta el librero de Tipos Infames. Así, la autora de pequeñas mujeres rojas, a quien entrevistamos aquí, acudirá a la librería de malasaña y firmará ejemplares a personas que habrán concertado su firma previamente por teléfono. “Todo esto, claro, son suposiciones que pueden cambiar de un momento a otro. Nadie sabe cómo evolucionará”, nos recuerda.

“Esta desescalada es muy incierta: no se sabe qué va a pasar, cómo se va a vivir, cómo va a reaccionar la gente... nada”, coincide David Brieva. “Nosotros, trabajamos mucho los eventos culturales, presentaciones y exposiciones, pero hacerlo aquí en condiciones es algo que parece quedar lejos. Así que habrá que reinventarse un poco y hacer otras cosas”, afirma el librero valenciano. “La nueva normalidad, lo que va a ser seguro, es nueva. Pero que sea normal no lo tengo tan claro”, bromea antes de seguir con la limpieza de libros para recibir la siguiente cita previa en su librería.

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