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Reír por no matar: anatomía del monologuista político

Pedro Toro en el Festival de Comedia de Paramount Comedy.

Marta Peirano

Para empezar, no hay traducción de stand-up en castellano. “Aquí diríamos monologuismo, aunque el monologuismo en Asturias es también un señor relatando escenas costumbristas -explica Eduardo Galán, experto-. Y el monologuismo es lo que hacía Eugenio, o Gila, pero no es la misma cosa. Contar chistes no tiene una estructura narrativa, un planteamiento, nudo y desenlace que se piensa de arranque como algo completo”. Según Galán, la diferencia entre Rubianes y Louis C.K. es política. “En España no existe una primera enmienda y nuestra tradición no es protestante sino católica”.

En su recién publicado Morir de pie. Stand-up comedy (y Norteamérica), Galán explica que el hombre público norteamericano -una figura que incluye al predicador, vendedor de crecepelos, político y comediante- solamente es posible en una cultura protestante, basada en el individualismo y la libertad de expresión. El stand-up es la evolución del cómico de variedades de los años 40 (Bob Hope) pero sale del cascarón en la contracultura de los 60, en un contexto de humanismo hippie, de poetas beatniks, cantautores folk y de bares subterráneos (el Gaslight, el Wha), donde se fumaban cigarrillos y se escuchaba jazz. Allí se amontonan los niños de clase media que, por primera vez, van a la universidad en lugar de ir a la guerra. Un contexto que está muy bien retratado en dos películas recientes: A propósito de Llewyn Davis, de los hermanos Coen y la fabulosa adaptación de On the Road, del hipster primigenio Jack Kerouac.

“Allí es donde se materializa la lucha por los derechos civiles y donde se pone a prueba la primera enmienda de EEUU -cuenta el autor, que destaca especialmente al controvertido Lenny Bruce- porque se encuentran en el mismo programa Bob Dylan y Bill Cosby, los poetas, los músicos, los cómicos y los soldados”. En nuestra Españaza católica, el principal valor no es el individuo, sino el grupo. “Y, como somos 40 millones de personas, si tu discurso se vuelve radical, tu público se vuelve extraordinariamente pequeño”.

Estaba en el ADN del standup convertirse en un medio de información política, mientras que aquí la escena local tiende más a lo costumbrista, sin desmerecer su calidad. “La cantera de monologuistas de La hora chanante es admirable; Joaquín Reyes, Cimas, que me parece una cosa estratosférica, Ernesto Sevilla es buenísimo, Julián López. Berto Romero (con quien presenta el libro el jueves en la librería Calders de Barcelona) es un standup de regla pero español y es fantástico -continúa-. Y Buenafuente cada año que pasa es más grande, no sólo por su valor como monologuista puro cada noche y porque el hecho de que se mantenga vivo como Gary Cooper en Solo ante el peligro es acojonante”.

Más extraordinario e intraducible que ninguno es esa secta de uno solo llamada Miguel Noguera. “Miguel ha destruido las leyes de la física del humor, es como un Big Bang de algo nuevo, de un universo que empieza y termina en él. Por eso podemos hablar de noguerismo -asegura Galán con los ojos llenos de amor-. El noguerismo, al contrario que el peronismo o el franquismo, fallece cuando Miguel Noguera fallezca”.

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