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Obituario

Muere Ramón Lobo, el reportero que nunca temió a la verdad

El periodista y escritor, Ramón Lobo. EFE/Nico Rodríguez/Archivo

Elena Cabrera

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Ha muerto el periodista Ramón Lobo, un referente para varias generaciones de informadores, tras una enfermedad que ha afrontado con valentía y serenidad en los últimos meses. Lobo, de 68 años, hizo público el pronóstico de su cáncer y se despidió de sus amigos y lectores. De sí mismo, escribió en inglés en su biografía de Twitter, una red social que usaba con profusión: “Excorresponsal de guerra durante 20 años en los Balcanes, Chechenia, África, Irak y Afganistán. Ahora escribo libros y vivo cada minuto”. 

Lobo cubrió guerras y conflictos durante dos décadas para el diario El País. Posteriormente, firmó colaboraciones con diferentes medios, incluido elDiario.es, donde realizó entrevistas a personajes como Antonio Escohotado, Nicolás Sartorius, José María García o El Gran Wyoming, entre muchas otras, bastantes de ellas a historiadores, una de sus pasiones. 

Además, publicó los libros El héroe inexistente (Aguilar, 1999), Isla África (Seix Barral, 2001), Cuadernos de Kabul (RBA, 2010), El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol (Libros del KO, 2012), El día que murió Kapuściński (Círculo de Tiza, 2019) y Las ciudades evanescentes (Península, 2020) y estaba preparando uno último antes de fallecer.

En el programa de la Cadena Ser A vivir que son dos días, del que era colaborador, el periodista anunció en octubre de 2022 que se retiraría durante un tiempo para centrarse en la recuperación de dos cánceres simultáneos pero no relacionados que le habían sido detectados. “Tengo un problema médico que se llama cáncer, una palabra que mucha gente tiene miedo de pronunciar pero yo la voy a pronunciar porque así me siento acompañado. No tengo miedo a decirla”, dijo ante el micrófono de esta emisora. Después habló en términos futboleros porque admitía ser del Real Madrid –“soy optimista, lucharé hasta el último minuto”– pero también se sentía próximo al Atlético de Madrid, por lo que quería aludir a una frase del Cholo Simeone: “Partido a partido, semana a semana”.

En ese programa explicó que lo suyo era “un caso raro”, según su oncólogo, un diagnóstico que Ramón Lobo especificó como “raro de cojones”: dos tumores simultáneos pero no relacionados entre sí, uno de ellos en el pulmón; una circunstancia que su médico le informó que solo se había encontrado en el 5% de los casos. El pronóstico inicial era bueno aunque finalmente no le ha sido posible sobreponerse a la enfermedad.

Algunos amigos, como el también reportero de guerra Gervasio Sánchez, se han despedido públicamente en vida, publicando un artículo en el Heraldo y en 20 Minutos, para que Lobo lo leyera: “No es una necrológica” sino “una declaración de vida, admiración y amor y una reflexión cariñosa sobre todo lo que vivimos juntos”. Sánchez calificó como “sobresaliente” la cobertura que hizo Lobo de la guerra de Bosnia-Herzegovina y el cerco de Sarajevo

Lobo comenzó a cubrir conflictos en los años 90. Lo hacía, según escribió en su página web, para “cruzar el puente” entre un mundo y otro “en crisis permanente”, “condenado al silencio informativo”. Quería ser periodista desde que tenía 14 años, decía él que por fastidiar a su padre, que era militar y franquista. Se matriculó en 1975 en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, pero, inquieto como era, enseguida se puso a vender colaboraciones y apenas fue a clase.

Comenzó su carrera profesional en el Heraldo de Aragón. En 1986, entró en el diario Expansión y de ahí pasó a Cinco Días y a La Gaceta de los Negocios. En su blog, dijo de esta etapa: “Pasé por tres diarios económicos y sigo sin saber de economía”. Después, fue jefe de Internacional del extinto diario El Sol y en 1992 empezó a trabajar en El País, cabecera en la que estuvo 20 años, hasta que fue despedido por un ERE. En una columna de opinión en Jot Down, escribió al respecto: “Ya no te miden por lo que vales, sino por lo que cuestas”. El País le envió seis veces a Irak. También cubrió el conflicto balcánico con viajes a Bosnia-Herzegovina, Croacia, Serbia y Kosovo. Estuvo en Haití en 1994 y 2010. En Afganistán en 2001 y 2009. En Líbano, en 2001 y 2006. En Israel y Palestina, México, Filipinas en 2001. Y en muchos países de África, como Kenia, Ruanda, los dos Congos, Guinea Ecuatorial, Guinea Conakry, Etiopía, Sierra Leona, Uganda, Nigeria, Zimbabue, Namibia, Liberia, Níger, Mozambique, Sudáfrica, Suazilandia, Somalia, Sur Sudán o República Centroafricana.

Según sus propios cálculos, su ADN se componía de un 29,4% de francés y alemán, un 13,9% de irlandés-británico, un 3,8% de italiano y un 27,9% de español, último componente en el que se conjugaba sangre gallega, asturiana y aragonesa. Pero él había nacido, anecdóticamente, en Venezuela, en el hospital británico de Lagunillas, un pueblo petrolero de la compañía Shell frente a Maracaibo. Con esta matemática geográfica, cómo no iba a ser un reportero corresponsal.

Tras el despido de El País, Ramón Lobo comenzó a escribir para diferentes medios y continuó publicando libros. Colaboró en elDiario.es entre 2014 y 2019. También en Jot Down, InfoLibre, El Periódico y el programa A vivir que son dos días. Durante la etapa de Sol Gallego como directora de la cabecera de PRISA, Lobo retornó como columnista cada quince días. Su carrera fue honrada con reconocimientos como los premios Cirilo Rodríguez (2002); Intercultura a la Convivencia en Melilla (2005); José Manuel Porquet (2010) y Premio del Club Internacional de Prensa (2013). 

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