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Introducción a la música clásica para hipsters IV: las grandes maestras

Dentro de la música clásica, el feminismo es tan excepcional como en el resto de nuestra patosa sociedad, aunque menos hortera. “Las mujeres artistas y sus carreras han sido invisibilizadas a causa del patriarcado. No se les permitía acceder al arte, sus obras no eran valoradas. No han sido reconocidas y seguramente desconocemos a muchas compositoras de otras épocas. Incluso hoy en día, en los museos, hacen faltan exposiciones específicas sobre mujeres artistas”, dice Lara Alcázar, estudiante de Historia del Arte y cabeza visible en España del grupo feminista Femen.

Kant, Schopenhauer y otros listos estaban empeñados en que las mujeres no daban para la creación artística. Lo que pasaba es que... ¡a ver quién era la chula que, entre mareos, dolores, pulgas, piojos y niños chillando, era capaz de componer una sinfonía! A lo largo de todos los siglos de historia, las vidas de las mujeres han transcurrido entre embarazos, partos, lactancias y crianzas de niños y niñas. La mortalidad infantil era galopante y la mitad de los bebés se morían en la infancia. Tener muchos hijos, además, era la mejor inversión para una pareja: brazos para granjas y talleres, cuidados para la vejez y nietos para la herencia. Pero, ¡ojo!, todo ello sin tocólogos ni pediatras que administrasen tratamientos o paliativos efectivos.

“La naturaleza te forzaba a ocuparte de tu prole antes que de cualquier otra cosa. El instinto maternal es muy fuerte y las crías de cualquier especie necesitan protección. La gran incorporación femenina al mundo laboral, en cualquier ámbito, no tiene lugar hasta el siglo XX gracias a los anticonceptivos y a la necesidad de mano de obra cuando los hombres estaban en la guerra”, expone Almudena de Maeztu, autora de una biografía de Alma Mahler.

No nos olvidemos de que, durante siglos, los absurdos y obligatorios corsés impedían que el riego sanguíneo llegase al cerebro y a las extremidades convirtiendo prácticamente en inútiles a muchas generaciones de mujeres. No es extraño que los tabúes y la protección paternalista se fueran acumulando hasta alcanzar las dimensiones de la Muralla China y el peso de la Gran Pirámide.

“No era habitual que la mujer trabajara”, añade Ana Vega Toscano, directora de Radio Clásica, una pianista y musicóloga especializada en el repertorio pianístico femenino. Pero... “En el siglo XIX –explica–, la música entraba dentro de lo que se consideraba buena educación para una señorita y se convirtió en un instrumento para la independencia económica. Gracias a la pedagogía, el campo de la música fue una de las primeras puertas que se abrió para la mujer y una de sus primeras bazas para independizarse”.

Musas, amantes y esposas

En la historia de la música clásica, el papel protagonista lo tienen las musas, amantes y esposas. A veces son tan famosas como las piezas que inspiraron, como es el caso de la poetisa Mathilde Wesendonck, para quien Wagner compuso su Isolda, o de Alma Mahler, esposa, ayudante y biógrafa de Gustav, y a su vez compositora de lieder que se siguen interpretando.

“Siempre han sido más famosas las socialités que las artistas”, señala Maeztu. “La creación artística interesa menos que los ecos de sociedad. Si era difícil hacerse un nombre en la música siendo hombre, imagínate siendo mujer, cuando la única actividad femenina reconocida y aceptada era la de esposa, amante o madre. Además, la posición de musa es más agradecida y cómoda que la de creadora: recibes dedicatorias y menciones y formas parte de la obra de un gran artista sin hacer nada”.

¿Alguien se anima a echar una mirada a una rápida selección de grandes maestras de la música? Diez compositoras que crearon sus obras dentro de los cánones académicos, incluyendo el tour de force de la sinfonía y la opera. Todas fueron famosas y reconocidas. Las diez fueron capaces de mantener su actitud independiente y desenvuelta frente a la sociedad patriarcal. “Si hoy sabemos sus nombres, es seguro que eran mujeres inteligentes, fuertes y constantes”, sostiene Alcázar, que se emocionó al estudiar la vida y la obra de Lili Boulanger para un proyecto artístico. “Para lograr ser reconocidas, habrán tenido que superar una larga carrera de obstáculos”.

“Eran mujeres muy preparadas, integradas en la realidad social, mujeres que viven su tiempo”, explica Toscano. “Es un repertorio muy interesante que se ajusta a su momento histórico: se puede hacer una historia paralela de la música a través de la obra de las mujeres y sus creaciones”.

“El patrimonio artístico es universal. No es patrimonio masculino”, añade Alcázar.

Las diez divas

1. Hildegard von Bingen

(1098-1179), abadesa, curandera, mística y santa. Es una de las pocas doctoras que tiene la Iglesia católica. Sus composiciones pretenden acercarnos al cielo por medio de tesituras ascendentes e intervalos más largos de los habituales en la música medieval. Tuvo visiones proféticas, se metió en discusiones teológicas y se atrevió a escribir un papel para el demonio en su auto sacramental Ordo Virtutum.

2. Louise Farrenc (1804-1875), francesa, autora de numerosas piezas para piano, obra de cámara y tres sinfonías con influencias de la música antigua. Fue muy conocida como pianista en diversos países europeos y llegó a ser la única mujer profesora del Conservatorio de París. Se empeñó en obtener la misma paga que los concertistas masculinos, y lo logro. Durante su vida, consiguió igualmente una sólida reputación como compositora aunque posteriormente sería arrinconada detrás de los grandes maestros contemporáneos suyos.

3. Fanny Mendelssohn (1805-1847), hermana de Felix. Pertenecía a una familia adinerada, de modo que su música no necesitó hacer concesiones ni a las modas y preferencias del público ni a los gustos y manías de los mecenas y patrocinadores. Pero Fanny tuvo que enfrentarse a los prejuicios de la sociedad en general, de su padre y de su hermano. Algunas obras de su autoría se publicaron con el nombre de Felix.... Hasta que Fanny se hartó y, a los 40 años, publicó por su cuenta y riesgo un libro con sus composiciones.

4. Clara Schumann

(1819-1896), pianista de enorme reputación y muy influyente en su época, tanto en las tendencias interpretativas como en el gusto del público. Hija de un profesor de música, aprendió a tocar el piano antes que a hablar porque sufrió un retraso en su desarrollo lingüístico. Gracias a ella, Robert, el que después fue su marido y célebre compositor, estudió música con su padre. Dentro del matrimonio, era ella la que se ocupaba de las cuentas y quien sostenía la economía familiar gracias a sus conciertos, sacrificando voluntariamente para ello su talento de compositora.

5. Pauline Viardot-García (1821-1910), cantante, pianista, compositora y también dibujante. Procedía de una familia de músicos españoles establecidos en París y su hermana es la legendaria diva operística María Malibrán. Pauline fue muy querida y tuvo docenas de enamorados y pretendientes apasionados. Compuso canciones, piezas para piano y violín, arreglos vocales de otros compositores y hasta varias óperas. Pero para ella, sus composiciones eran sólo juegos, a pesar de las alabanzas y admiración que suscitaban.

6. Amy Beach

(1867-1944), compositora romántica norteamericana. Niña precoz con oído absoluto, tuvo la suerte de que su marido, al que no le gustaba su carrera de pianista, alentase, en cambio, su vocación compositiva y así pudo evolucionar hacia lenguajes novedosos y arriesgados. En 1896, Amy fue la primera mujer norteamericana que consiguió que una obra suya –Sinfonía Gaélica en mi menor– fuese estrenada por una orquesta sinfónica tan importante como la de Boston.

7. Florence Price (1887-1953), la pionera de las compositoras sinfónicas afroamericanas. Su obra se caracteriza por integrar la tradición musical negra en la música académica. Escribió gran cantidad de piezas aunque no consiguió estrenarlas todas. Hizo arreglos académicos de espirituales negros y canciones populares. Marian Anderson –en su histórico concierto en el Lincoln Memorial– y Leontyne Price, representantes musicales del orgullo racial, han interpretado sus obras.

8. Nadia Boulanger (1887-1979), pianista, directora y compositora. Es muy conocida como pedagoga. Quincy Jones, Philip Glass y Astor Piazzolla pasaron por su aula. Nadia obligó a Astor a reconciliarse con el tango y el bandoneón y era capaz de rechazar alumnos si consideraba que no tenía nada que enseñarles. Su hermana pequeña, Lili Boulanger, tenía oído absoluto, pero era de naturaleza enfermiza. Trabajadora obsesiva e infatigable dejó una amplia y variada obra a pesar de que falleció a los 24 años. Dictó su última pieza a su hermana en su lecho de muerte.

9. Germaine Tailleferre

(1892-1983), amiga de Cocteau, Ravel y Paul Valéry, forma parte del grupo de Les Six, con Honegger, Milhaud, Poulenc, Auric y Durey. Su padre no quería que se dedicase a la música y, como respuesta, ella se cambió el apellido. Dada su dedicación exclusiva, su obra es muy extensa y amplia, lo mismo que su reputación. Tuvo una vida matrimonial problemática e intentó suicidarse. Su segundo matrimonio tampoco fue feliz, aun así, Germaine estuvo componiendo literalmente hasta su muerte, a los 91 años.

10. Wendy Carlos (1939), nació hombre y eligió ser mujer. Es la única figura nacida en el siglo XX que incluimos en esta selección y seguramente la más influyente por sus adaptaciones para sintetizador de las piezas de Bach –que batieron récords de ventas en 1969 y obtuvieron tres Grammy– y sus bandas sonoras para films como La naranja mecánica, El resplandor o Tron. Se le suele considerar precursora de nuevas músicas, como el new age y el ambient, y ha llevado a cabo importantes investigaciones en el campo de la electroacústica.