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Otero y Giménez ofrecen una guía para pasar a la historia siendo despreciable

Otero y Giménez ofrecen una guía para pasar a la historia siendo despreciable
Barcelona —

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Barcelona, 17 ago (EFE).- Tras escudriñar las aristas en las biografías execrables de Chaplin, Gandhi, Hemingway o John Belushi, Malcolm Otero y Santi Giménez ofrecen en su nuevo libro, “Instrucciones para pasar a la historia”, una guía para pasar a la historia siendo despreciable.

En una entrevista con EFE, Giménez, con el mismo tono humorístico que atraviesan las páginas del libro, señala: “Tras el apabullante éxito de los libros anteriores, aclamados por la crítica internacional, nos propusimos darle la vuelta al argumento de buscar la cara B de las personalidades admiradas de la humanidad y tras hacer cerca de 200 biografías críticas, nos dimos cuenta de que había rasgos comunes entre ellos”.

Fue así como se plantearon hacer “un ensayo crítico que, más allá de explicar vidas de supuestos santos, cuestionara las cualidades que se supone que debe tener un buen ciudadano”.

Carecer de cualquier principio moral, maltratar animales, ser pederasta, misógino, sucio, tramposo, estafador, fanático religioso o simplemente haber nacido francés son algunos de los 'consejos' que Otero y Giménez proporcionan en “Instrucciones para pasar a la historia” (Ediciones B) para pasar a la posteridad.

Giménez aclara que este nuevo libro es diferente de los anteriores dedicados a los “Ilustres execrables”, porque tratan de “cuestionar comportamientos y actitudes y se ejemplifican con anécdotas de los personajes”.

De hecho, bromea, “este libro es fruto de muchas horas de reflexión, por lo menos tres”, y respecto al dinero fácil que puede proporcionar la publicación aclara que “Malcolm se está sacando ya el título de piloto, porque no soporta que nadie se ponga al mando de su avión privado”.

De la nómina de personalidades analizada, ambos deducen: “Para sobrevivir sin pasar a la historia hay que ser malvado. Nadie resistiría un examen a su vida. Lo impresentable es que los que triunfen maquillen su historia y que los que les admiran no acepten ninguna arista”.

Para los dos autores, la mejor arma para combatir las 'desgracias' de la historia es el humor: “El sentido del humor de la gente es impresionante y un arma imbatible. Por muy importante y poderoso que seas, al súbdito le queda siempre la ironía como única arma de defensa”.

Y añaden: “En un tiempo en el que descojonarte de alguien podía costarte la vida, ahora te cierran la cuenta de Twitter, la gente se descojonaba de tipos tan poderosos como Julio César o Napoleón. Hay chistes sobre ellos de su época realmente graciosos. Pero eso no quiere decir que sean simpáticos”.

Sobre la reciente oleada iconoclástica, que ha afectado a los confederados, a Churchill, a los colonialistas ingleses, a De Gaulle, a Colón e incluso a Cervantes, Giménez recuerda que “tirar estatuas es una actitud tan antigua como la humanidad por lo que tiene de simbólico, y de hecho no certificamos la caída del comunismo hasta que se ilustró con el derrumbamiento de las estatuas de Lenin o en Irak con las de Sadam”.

“Al final -agrega Giménez- sólo se va a salvar el gato de Botero en la Rambla del Raval. Ahí hemos perdido. Los romanos, en vez de tirarlas, les cortaban la cabeza y la cambiaban por la del nuevo emperador”.

Haber nacido francés es un plus para pasar a la posteridad, como advierten los dos autores en su libro, y sobre este punto Giménez se justifica: “Un país que ha convencido al mundo de que ganó la Segunda Guerra Mundial, que Picasso y Cortázar son franceses y que Costeau cuidaba a los animales marinos es un ejemplo de marketing histórico”.

Pero a los ingleses también se les podría aplicar el mismo cuento, ironizan: “Es admirable que inventaran el hockey sobre patines y no lo juegue nadie allí”.

Otero y Giménez dedican un capítulo a famosos patrios de la historia como El Cid, Hernán Cortés o Cayetana de Alba.

“La apropiación de la historia convertida en mitología para representar valores no es exclusiva de España, pero en el caso de El Cid, por ejemplo, se ha construido un relato místico de españolidad más cercano al Guerrero del Antifaz que al de un noble mercenario que tuvo una vida apasionante”.

A su juicio, la vida del Campeador de Vivar explicada rigurosamente serviría para “entender que durante muchos años la Península estuvo poblada por un mestizaje admirable”. “Se daban palos, pero convivían, pero eso explícaselo a Aznar cuando se disfrazó de Cid”, ironiza.

Admite Giménez que la pandemia de coronavirus “ha acentuado la execrabilidad de la gente de manera absoluta” y que pensar que de esta experiencia la humanidad saldrá mejor es una “pamema” y, al contrario, “ha servido como detector de estúpidos”, aunque, dice “algunos como Bolsonaro y Trump no lo necesitaran”.

Otero y Giménez no descartan seguir rastreando el mal en la historia, pero sí tienen claro que no van a escribir sobre el buenismo: “Para hablar de buenas personas ya están los diarios deportivos y las revistas de coches”, sentencian.

Jose Oliva

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