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'La confiança': la violencia obstétrica toma el teatro en forma de monólogo lleno de ira y tristeza

Mertxe Aguilar en 'La confiança'.

Francesc Miró

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Una mujer entra en un hospital para dar a luz a su primer hijo. No sabe cómo es el proceso, está sola, asustada y cansada. Pero entre el personal sanitario que la atiende, nadie la escucha. A nadie le importa ella, solo su bebé. 

Unos le dicen que está gorda y debería estar en mejor forma, otros que si se saltó las clases preparatorias del parto y por eso desconoce cómo ha de actuar, otros que si no empuja lo suficientemente fuerte. Le reprochan no ser una buena madre antes de que su hijo nazca. Incluso hay quien le dice que de qué se queja tanto, que el dolor es normal. “Parirás a tus hijos con dolor”, dice la Biblia. 

Este es el punto de partida de La confiança, primera producción propia del teatro valenciano Sala Ultramar. Una obra que habla de la violencia obstétrica, del trato deshumanizador que reciben muchas mujeres durante el parto, pero también de las violencias heredadas en torno a la maternidad. Un intenso y furioso, aunque esperanzador, monólogo dirigido por Eva Zapico e interpretado por Mertxe Aguilar, acompañada de Diego Ramírez y la música en directo de Clara de Luna. Un texto brillante escrito por Guadalupe Sáez, que se podrá ver en Valencia hasta el 13 de junio. 

Parir en el teatro

La confiança nace hace más de dos años, en un taller que la autora Guadalupe Sáez realizó con el también dramaturgo Sergio Blanco. Sáez debía construir una historia a partir de tres conceptos: un objeto, una imagen y una noticia real. Recordó entonces su propia experiencia durante un parto que duró 17 horas. Todo lo que sintió, la vergüenza, la indignación pero también el humor, se convirtieron en un texto que hoy se interpreta en el teatro. 

“Siempre he trabajado el tema de la autoficción”, explica la propia Guadalupe Sáez a elDiario.es. “Pero aunque fui madre en 2018 y en la obra se habla de mi experiencia personal con el parto, también se incluyen experiencias de partos de otras muchas personas que han sufrido violencia obstétrica, tan extendida e invisibilizada a la vez”. El parto, para ella, “es una situación muy teatral, porque te permite jugar con muchos estados de ánimo”. Para la dramaturga, parir “es una experiencia límite que lleva a la voz narradora de discursos súper civilizados a ultra bárbaros, y es comprensible porque durante el tiempo que acontece el parto esos estados de ánimo son vividos por muchas mujeres”. 

Sin embargo, reconoce que el parto no es un elemento que se suela ver sobre las tablas. “Los temas que tengan que ver con los cuidados y las maternidades suele ser poco habitual verlos en escenarios”, opina la dramaturga, “con respecto al parto cabe sumar el silencio que pesa sobre algunos procesos femeninos, que son realmente dolorosos y deshumanizantes”. 

Opina que el teatro, como reflejo de la sociedad, comparte los mismos silencios que ésta: “Cuando pares, automáticamente tienes el bebé entre las manos y debes ejercer los cuidados. Tu nueva condición de madre hace que no tengas tiempo para reflexionar sobre esa nueva condición y sobre lo que has vivido hasta ese punto, las dificultades del embarazo y el trauma del parto. No hay tiempo de pararse a pensar, mucho menos de convertir eso en un discurso artístico”.

Contra la normalización del dolor

La violencia obstétrica, entendida como la apropiación del cuerpo y de los procesos reproductivos de las mujeres por parte de los prestadores de salud, es un problema de salud pública. Tanto es así que el Ministerio de Igualdad pretende incluirlo y tipificarlo como un tipo de violencia contra las mujeres en la nueva reforma de la Ley del Aborto

Se puede observar en los partos de muchas formas: desde un exceso de medicalización, a un trato deshumanizador, pasando por la pérdida de autonomía y capacidad de decisión libre e informada sobre sus cuerpos, muchas veces sometidos a intervenciones sin consentimiento informado, como episiotomías o la inducción de partos.

“Cuando acabé mi proceso de parto, no sabía explicar lo que me había pasado”, explica Guadalupe Sáez. “En el momento en el que surge una duda, en el que no puedes explicarte a ti misma algo que te ha ocurrido, empieza la necesidad de encontrarle un sentido que, creo, está haciendo que muchas personas gestantes empecemos a hablar y compartir nuestras experiencias sobre este tipo de violencias”. 

Para Saéz, a la pérdida de poder de decisión y el trato deshumanizante que muchas mujeres reciben cuando paren se suma “la normalización absoluta del dolor”. Argumenta que “no solo la Biblia te dice que 'parirás con dolor', es que nos han dicho que el dolor en la regla es 'normal' y ni nos han hablado de endometriosis. No nos han enseñado a compartir, nos han enseñado a asumir los peores aspectos de los cuidados”. 

Partiendo de escasos elementos formales, dispuestos parcamente en una habitación de hospital –una camilla, un gotero y un monitor–, la intérprete Mertxe Aguilar arranca un monólogo en el que la violencia no se vislumbra de forma explícita. Su partenaire en el escenario, Diego Ramírez, intenta retener y dominar el cuerpo de la protagonista mediante pulidas coreografías en las que Aguilar, en ocasiones, pierde incluso la voz. 

Sáez cuenta que en términos de puesta en escena y desarrollo narrativo de su obra, dejó total libertad a la directora Eva Zapico. “Eva trabaja siempre desde lo físico para llegar a lo intelectual, en vez de hacer el proceso contrario, que es más habitual”, argumenta, “en ese trabajo es cuando cristalizan las coreografías en las que se intentar reproducir lo que vives en un parto: el cansancio, la sensación de no controlar, el cuerpo llevado al límite… y eso genera imágenes realmente sorprendentes”. Imágenes, movimientos y frases que convierten un monólogo como el de La confiança en una experiencia perturbadora y sorprendente, original aproximación al parto y la maternidad como motivo artísticos.

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