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El machismo que mató a nuestras abuelas

Escena de 'Nora 1959' // Foto: Pedro Gato

Paula Corroto

En el archiconocido final de Casa de muñecas, el drama que el noruego Henrik Ibsen estrenó en 1879, la protagonista, Nora, harta de su marido Torvald, pegaba un portazo y le abandonaba. Ya estaba bien de aguantar su menosprecio y, sobre todo, la falta de libertad impuesta por los cánones de una sociedad machista. Con este gesto, Nora se convirtió en una revolucionaria, un símbolo. Y aún era el siglo XIX.

Desde entonces, Casa de muñecas, texto iconográfico de la liberación femenina, ha sido representada en numerosas ocasiones. En su versión clásica y con múltiples adaptaciones. La última llega ahora al Valle-Inclán de la mano de la compañía Cross Border Project, bajo la dirección y texto de Lucía Miranda. Se trata de Nora 1959 y lleva a su protagonista a la España de aquel año, un país provinciano en el que muchas mujeres tuvieron que acatar límites a su libertad –sí, era cuando no se podía tener cartilla en el banco, viajar sin permiso de marido, padre o tutor- y prácticamente bajar la cabeza. Sólo algunas se atrevieron a soltar aquellas amarras. Entre ellas, la propia abuela de Miranda que dejó a su marido aquel año de 1959 cuando aún ni de lejos se hablaba de divorcio. Por ello, como dice Miranda, la obra está dedicada a su abuela y a todas las abuelas, madres y mujeres que vivieron dos yugos: el franquismo y el machismo.

La radio, protagonista

La radio, protagonistaBajo una estética pop, con una escenografía fabulosa (Javier Burgos) y una iluminación digna de premio (Toño Camacho), Nora 1959 sitúa al espectador en aquella época, como si estuviera asistiendo casi a un espectáculo de variedades. Suenan canciones de la época, desde Miguel de Molina a Concha Piquer, y en el centro de la casa donde vive esa Nora española con el Torvald español habita una radio, el otro gran protagonista de este montaje.

“Queríamos hacer una especie de radio-performance porque en aquella época todo el mundo estaba con el transistor todo el día puesto, y más las mujeres que estaban en casa todo el día”, comenta Miranda. A través de él se pueden escuchar seriales radiofónicos de la época, canciones o el famoso consultorio de Elena Francis. Precisamente, una de las escenas recoge testimonios grabados de mujeres reales que hoy en día tienen ya los ochenta años cumplidos y que cuentan cuáles eran sus temores de juventud y qué les gustaría haber hecho en la vida.

“Y no nos encontramos con grandes sueños sino con cosas como haber podido estudiar, viajar o incluso montar en bicicleta. Una nos dijo que a los 87 años su sueño era la bicicleta. También nos encontramos con otras mujeres que sí querían contarnos cosas, pero no que las grabáramos. Igual esto tiene que ver con el hecho de hablar en libertad. Esta generación tuvo un problema de libertad y eso queda. Pero son mujeres a las que se les ha oído poco y queríamos darles voz”, admite Miranda.

Proceso de investigación

Proceso de investigaciónAdemás de la radio, la obra juega con los objetos. Hay varios números coreográficos en los que toda la compañía –seis actores, Nacho Bilbao, Ángel Perabá, Rennier Piñero, Efraín Rodríguez, Belén de Santiago y Laura Santos- participa intercambiándolos y cantando a la vez. Ahí se observa todas las fases por las que ha pasado este montaje, que nació de los talleres de investigación de La Zona Kubik y el taller Laboratorio Rivas Cherif del Centro Dramático Nacional.

Fueron cinco meses, que arrancaron el pasado verano en la sala Kubik del barrio madrileño de Usera, durante los cuales la compañía también trabajó con vecinos del barrio, como las propias abuelas o algunas adolescentes “que estaba aburridas y que vinieron a ver cómo ensayábamos”, confiesa Miranda, quien también indica que estuvieron muy presentes para la creación libros de Carmen Martín Gaite como Usos amorosos de la posguerra o los icónicos cuadros de Edward Hopper de mujeres mirando por la ventana. Otra forma de crear más participativa y dando cabida a toda la cultura popular, pasada y la del momento.

Todo ello dio lugar a esta especie de crónica sentimental que, si bien está ambientada a finales de los años cincuenta, guarda ciertos ecos con la actualidad. Como dice Miranda, “ahora hay otros mecanismos de control de las mujeres. Antes te decían que no te movieras del barrio y ahora quieren controlar tu móvil. Torvald aún existe. El que antes te decía que a dónde ibas con pantalones ahora te dice que por qué llevas esos shorts. Lo que yo me pregunto es cuánto hemos avanzado porque lo de los micromachismos, por ejemplo, sigue siendo muy fuerte”.

Machismo actual

Machismo actualEl espectador que vea Nora 1959 observará que por fortuna muchas de las tragedias que sufre Nora han quedado atrás. Ya no existe eso de no poder sacar dinero o viajar si a una le place. Sin embargo, “aunque hemos avanzado aún quedan muchas batallas. Incluso en nuestro propio sector del teatro. En la programación de obras los chicos ganan por goleada. Yo tengo miedo a que me encasillen por hablar de este tema, pero es que lo vivo diariamente”, sostiene Miranda que ha dirigido otras obras con una mujer como protagonista como Perdidos en nunca jamás, donde la voz cantante no la llevaba Peter Pan sino Wendy. Y este texto, por otra parte, lleva ya más de dos años de gira.

En el montaje de Ibsen, a finales del XIX, Nora salía por la puerta dando un portazo. Era una despedida pero también había algo de rencor y atadura a su marido con ese gesto. En esta nueva versión, Nora salta elegantemente por la ventana. Ya no hay rabia, sino indiferencia. Y eso sí es libertad y sí abre el camino de la esperanza. El que muchas mujeres jóvenes en los años cincuenta, todas las abuelas, no tuvieron.

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