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La manipulación política organizada

Carteles de la campaña sucia para fomentar la abstención de la izquierda.

Adolf Beltran

El gran peligro del fraude mediático quedó en evidencia tras las elecciones que llevaron en 2016 a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Una empresa creada con capital de la derecha reaccionaria, Cambrigde Analytica, hizo un uso masivo y personalizado de datos de decenas de miles de electores para apuntalar la victoria del candidato republicano en una serie de estados clave. Las investigaciones abiertas sobre sus métodos revelaron que usó de forma similar datos de usuarios de Facebook en el referéndum del Brexit y en otros procesos electorales como el que llevó a la victoria a Mauricio Macri en Argentina.

Parte de su estrategia se basó en enviar a electores de unos determinados perfiles informaciones falsas o exageradas para incentivar su tendencia en un determinado sentido o desincentivarla en otro, para fomentar sus manías y abundar en sus prejuicios. Fue el gran estreno de la guerra sucia en el ciberespacio. Una guerra que usaba las nuevas posibilidades tecnológicas con un viejo propósito: mentir para manipular el voto potencial al adversario. Pese a la enorme controversia ética y legal que estas prácticas han desencadenado, han surgido emuladores a diferente escala.

Es el caso de la campaña opaca de carteles y cuentas en Facebook que pretende fomentar la abstención entre el electorado de izquierdas en las elecciones generales del próximo 10 de noviembre en España. Aunque todo apunta a que el “yo no voto” a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, líderes del PSOE y Unidas Podemos, ha sido concebido y ejecutado por la agencia de Aleix Sanmartín, el gurú del candidato del PP, Pablo Casado, en esta campaña; uno de sus empleados, el valenciano Josep Lanuza, quiere que creamos que ha decidido por su cuenta, y a costa de sus recursos, destinar miles de euros a tal propósito. Como suele ocurrir, al quedar en evidencia la maniobra emergen también los precedentes: Sanmartín ya usó esa táctica, por ejemplo, en las elecciones andaluzas que llevaron a Moreno Bonilla, del PP, a la presidencia autonómica.

Hannah Arendt reflexionó en su día sobre la relación entre la mentira y la política. Tras haber analizado los mecanismos ideológicos, políticos y propagandísticos de los totalitarismos, también se interesó, a partir de fenómenos como la sostenida mentira gubernamental a propósito de la guerra de Vietnam que revelaron en Estados Unidos los denominados Papeles del Pentágono, por lo que describió como una mentira política organizada.

Arendt detectó nuevas manifestaciones en las democracias modernas del viejo conflicto entre verdad y política, un conflicto en el que el peligro no es una mentira concreta sino la construcción de relatos falsos o relatos alternativos. “En los Documentos del Pentágono nos encontramos con hombres que hicieron todo lo posible para conquistar la mente de las personas, esto es, para manipularlas”, escribió antes de añadir que el hecho de que “el público haya tenido acceso a material que el Gobierno trató inútilmente de mantener oculto constituye la mayor prueba de la integridad y del poder de la prensa”. En el fondo, estamos en la misma batalla contra la manipulación, solo que con nuevos medios.

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