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La vida de las 51 mujeres asesinadas por violencia machista en Castilla y León

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Alba Camazón

Como un goteo, de una en una. Así asesinan a decenas de mujeres cada año en la Comunidad. Novios, maridos y exparejas consideran que esas mujeres son suyas para hacer lo que quieran con ellas. En Castilla y León 51 mujeres murieron asesinadas desde que comenzaron los recuentos en 2003. Pero ha habido más antes (como Sonia Pereira, a quien asesinó su novio cuando tenía 18 años en 2002 en Valladolid)  y otras también han sido asesinadas solo por ser mujeres, aunque no se considere oficialmente como violencia de género puesto que no habían tenido una relación con sus asesinos. Como la profesora zamorana Laura Luelmo, asesinada presuntamente por su vecino Bernardo Montoya cuando salió a correr. Este caso, como tantos otros, no se considera violencia de género.

Normalmente trascienden las circunstancias de los asesinatos. Sus parejas o ex las dispararon, asfixiaron, apalearon  o quemaron. Pero ellas eran, ante todo, mujeres con sus gustos, sus trabajos, sus aficiones y sus miedos hasta que sus verdugos decidieron acabar con sus vidas. Unas eran más jóvenes, menores de edad, y otras nonagenarias. Unas tenían estudios y trabajo y otras no. Unas habían rehecho su vida o estaban en trámites de separación, y otras habían decidido aguantar.

María Teresa (asesinada en agosto de 2003 con 72 años) sufría alzheimer. Rita (asesinada en enero de 2007 con 38 años) acababa de abrir una tienda de ropa brasileña y tenía una hija de cinco años. Milagros (asesinada en julio de 2007 con 46 años) trabajaba en una asesoría de Turégano y concurrió en los últimos puestos de una candidatura exclusivamente femenina en las elecciones municipales.

María Jesús O. (asesinada en mayo de 2008 con 40 años) se encargaba de los arreglos florales del negocio familiar. Los trabajadores de la marmolería acudían a ella cuando tenían cualquier problema. María S. (asesinada en agosto de 2008 con 18 años) estaba terminando Segundo de Bachillerato en Salamanca. María V. (asesinada en septiembre de 2008 con 43 años) era soldadora, ayudaba en un bar de Íscar y estaba aprendiendo a nadar. 

Rosa del Mar (asesinada en noviembre de 2011 con 42 años) no tenía recursos y solía acudir a Cáritas. Daniela (asesinada en septiembre de 2013 con 21 años) trabajaba en un club de alterne. Sus hijos, menores de edad, vivían en Francia, como su exmarido. Él quiso llevársela a Francia con él y la mató cuando ella se negó. Rachida (asesinada en junio de 2015 con 36 años) era empleada del hogar y tenía un bebé de dos meses y quiso “ser fuerte y seguir adelante por si el chico cambiaba”, relataron entonces sus amigas.

Carmen (asesinada en octubre de 2015 con 33 años) regentaba un bar con su marido y Yolanda P. (asesinada en noviembre de 2016 con 50 años) era periodista y jefa de sección en Burgos. Juana (asesinada en noviembre de 2016 con 54 años) participaba en actividades municipales. Se enteró de que su exmarido tenía una enfermedad terminal y volvió para cuidarle “por humanidad”.

Silvia (asesinada en abril de 2018 con 34 años) había estudiado una FP de imagen personal y había trabajado como peluquera, servicio doméstico y limpieza. Mónika (asesinada en julio de 2018 con 28 años) era cajera, organizaba teatros y participaba en el festival de las culturas. Se presentó como concejala suplente en la lista municipal del Partido Popular. Ermelinda (asesinada en enero de 2019 con 95 años) llevaba tres años en una residencia de ancianos de León. Josefa (asesinada en agosto de 2019 con 55 años) trabajaba en el comedor del colegio público de su pueblo.

Estas mujeres tienen poco en común. Sus vidas eran diferentes y únicas, pero lo único que ha trascendido, en muchas ocasiones, es cómo las mataron o qué hicieron con ellas después de asesinarlas. En ocasiones, sus nombres no aparecen en las noticias, ni siquiera unas iniciales. Unos asesinatos machistas han tenido más o menos cobertura. Algunas ni siquiera una columna en un medio local. Pero sus vidas contaban e importaban. 

María todavía recuerda a su hermana Mónica, asesinada en octubre de 2016 con 32 años. “Había terminado empresariales. Estuvo dos años trabajando hasta que se quedó embarazada de la mayor. Tenía dos hijas pero quería volver a trabajar cuando las pequeñas fueran al cole. Estaba estudiando Derecho a distancia”, cuenta María a eldiario.es. “Mi hermana vivía por y para las niñas. Venía mucho al pueblo, era su vía de escape, venir al pueblo y pasear”, relata.

María recuerda que Mónica era “muy animalista” y una amante de los gatos. “Era una chica fuerte y dijo 'esto se acaba'. Hasta la persona más concienciada... Ella no quería seguir con él y le costó la vida”, lamenta su hermana, que todavía recuerda el carácter que tenía Mónica y el maltrato psicológico “constante” al que se vio sometida. “Mónica compartió en su Facebook una semana antes de que la mataran una foto con una pancarta que decía: 'un maltratador nunca puede ser un buen padre'”, explica su hermana María, que cree que un maltratador no tiene “ningún derecho” sobre sus hijos. María no quiere que mujeres como Mónica caigan en el olvido. “Esto pasa hasta en la familia en la que menos te lo esperas”.

“Cualquier mujer puede encontrarse con un depredador”

“No hay un perfil predeterminado entre las víctimas. No hay un patrón concreto en las edades, clase social o nivel educativo. El problema es del agresor, no depende de las características de la víctima, sino de la capacidad de manipulación del agresor”, explica a eldiario.es Susana Laguna, doctora en Derecho, psicóloga y criminóloga y secretaria técnica del Colegio de la Criminología de Madrid. 

Laguna, que lleva 15 años impartiendo clases en la universidad de victimología, asegura que entre algunos casos se pueden encontrar “algunas similitudes”, pero insta a “contextualizar y estudiar bien cada victimización” porque no existe ninguna clasificación que abarque la complejidad de un fenómeno como este. “Cualquier mujer puede encontrarse en cualquier momento con un depredador”, lamenta esta criminóloga.

Ante esta situación, Laguna destaca la importancia de recibir formación en colegios e institutos para que los jóvenes tengan “herramientas que les permitan ayudar a poner freno a esa relación a tiempo”.  

Lo que sí que parece existir es cierto riesgo de revictimización en algunas mujeres. “ Haber sufrido malos tratos o abuso sexual durante la infancia, a menudo cambia la percepción del mundo y de las relaciones interpersonales. Afecta y condiciona el desarrollo de su personalidad, haciéndola más vulnerable a otras futuras victimizaciones”, indica.

En Castilla y León se han registrado 50.191 denuncias por violencia de género en la última década, según los datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. En estos diez años se han adoptado 10.757 órdenes de protección solo en esta Comunidad Autónoma. 1.590 mujeres han recibido desde 2005 ayuda para cambiar de vivienda. Actualmente hay 75 dispositivos electrónicos de seguimiento, aunque en los últimos diez años se han instalado 299. Estos dispositivos permiten determinar la proximidad del inculpado/condenado a la víctima a través de unas señales GPS y de radiofrecuencia.

“Es importante que se sepa que esto pasa de verdad, que te puede pasar a ti o a tu vecino... se está normalizando y hay que concienciar”, insiste María, que trabaja en una residencia de ancianos. “Allí ves que normalizan que la mujer se quede en casa y le den palizas si se porta mal. Pero es que lo ves también en chicos de 18 o 20 años”, lamenta.

“No hay un aumento de la necesidad de control, pero ahora los dispositivos lo permiten más que antes. La localización, si estás conectado o no...”, explica Laguna, que también subraya la importancia de educar desde pequeños en la escuela, para darles herramientas “para identificar y ponerle freno”. “Yo creo que tendría que haber una asignatura de cómo tener relaciones sanas para evitar relaciones dañinas y tóxicas”, propone esta criminóloga.

Los nombres de las 51 asesinadas

En Castilla y León ha habido 51 víctimas mortales desde que comenzó el recuento en 2003. Estos son sus nombres: Francisca, Raquel, Gloria, Leonor, María Teresa, Teodora, A. L. J. P. Rocío, Julia, Patricia, Josefa, Benita V., Ana María, Rita, Milagros, Lidia, María Jesús O., María M., María S., Ekimariq, Hilaria, María Jesús M., Gabriela, Isabel B., Silvia, Montserrat, María Belén, Ana María, Isabel V. , María V., Rosa del Mar, Isabel R., María Asunción, Mari Cruz, Daniela, María del Henar, Ena, Rosa Ana, Rachida, Carmen María, Yolanda J., Benita N., Mónica, Isabel P., Yolanda P., Juana, Silvia P., Maribel, Mónika, Josefa, Ermelinda.

Ni una más. Ni una menos.

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