El lector Domingo Ortega Criado de Getafe, Madrid, se siente molesto por la fotografía usada para ilustrar la exhumación de una fosa común de la Guerra Civil en Málaga, y lo expresa de este modo:
“Por mi parte, como familiar de un detenido desaparecido y asesinado durante la Guerra Civil, agradecería que el tipo de fotografías no se utilizara. Encontrarnos con los posibles restos de nuestro abuelo ilustrando un artículo nos da un vuelco en el corazón y duele profundamente. Entiendo que en muchos casos es noticia, pero en muchos otros sé que podríais evitarlo. Sé que entenderéis, por la sensibilidad con la que tratáis todos los temas, qué puede significar para muchas víctimas toparse con los restos de quienes nunca debieron estar ahí. Gracias por vuestra comprensión.”
La foto usada muestra varios esqueletos humanos excavados con técnica arqueológica, exactamente como aparecieron: en conexión anatómica completa que permite visualizar las posturas exactas en que los cadáveres recibieron sepultura. Puede distinguirse con facilidad que algunos cuerpos fueron enterrados boca abajo unos sobre otros, mientras que los tres más a la izquierda yacen boca arriba. La imagen puede resultar fuerte para algunos, al mostrar en toda su crudeza el contenido de una fosa común.
La queja también entronca con que desde épocas relativamente recientes se considera como una parte imprescindible del proceso de aceptación de una desdicha el conceder poder a las víctimas o a los perjudicados para establecer los términos en los que se trata su desgracia. Y así tanto los términos utilizados como las imágenes pueden estar sujetas a controversia.
Preguntada al respecto la dirección de eldiario.es responde el subdirector Iñigo Sáenz de Ugarte:
“En primer lugar, lamento muchísimo que el lector se haya sentido afectado por esa foto. Supongo que sabrá que informar sobre ese tema, como sobre cualquier otro, exige utilizar imágenes. Colocar una foto en una noticia no es una opción, sino una obligación. En relación a algunos temas, existe el riesgo de que esa foto pueda suponer un trauma para las personas implicadas en ese hecho. De ahí que los periodistas deban ser muy sensibles a la hora de elegir la foto. No vale cualquier foto, y la clave consiste en estar seguro de que esa imagen aporta una información imprescindible sin la cual la información está incompleta. Por otro lado, las víctimas de hechos violentos no pueden imponer al resto de la sociedad la censura de las imágenes que a ellos les causan dolor.”
En la historia se han llegado a dar casos extremos, como la publicación de imágenes o nombres de víctimas de actos de violencia antes de que los familiares fuesen informados. O publicar imágenes de enorme dureza, como las fotografías de Irene Villa tras el atentado del que fue víctima. En cuanto a la terminología una determinada palabra a veces puede ser considerada como ofensiva por los afectados, que desean ejercer cierto control sobre las palabras con las que la sociedad los designa. Dado que la selección de las palabras puede ser un acto político, es comprensible.
Pero la sociedad también tiene el derecho, e incluso la necesidad, de informarse, y para ello es necesario que las palabras tengan cierto grado de contenido común que haga posible la comunicación, y que las imágenes que ayudan y mejoran la comprensión se hagan públicas. Si bien puede entenderse que una imagen de una persona amada en situación de víctima puedan resultar violentas para sus conocidos o amigos, si no se produce este tipo de violación de intimidad y el interés informativo es elevado parece que la necesidad de saber superaría en este caso a la posible violencia moral. El hecho de que en las fotos no haya elementos identificativos de ningún tipo aboga por esta interpretación; no es posible conocer la identidad de los fallecidos de la imagen, de modo que mal podemos considerar que una familia o persona concreta resultan perjudicadas.
El fin último del periodismo es dar información. Por supuesto que además el periodista debe ser un ‘buen ciudadano’, cumpliendo en la medida de lo posible con los deseos e intereses de los afectados, en especial de las víctimas por un deber elemental de justicia. Es por ello que el asunto de la sensibilidad de afectados y allegados se debe tener en consideración a la hora de efectuar un juicio sobre si publicar o no una información, de usar o no una imagen o una palabra. Pero en última instancia, y en ausencia de un daño patente, evidente e individual, el interés informativo pesa. Y así es como debe ser.