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Más de 330 millones de niños corren el riesgo de ser reclutados por grupos armados, el triple que en 1990

Jackson, de 13 años, fue liberado de un grupo armado de Sudán del Sur en 2018.

María García Arenales

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Jean solo tiene 17 años, pero le ha tocado crecer a la fuerza. Estaba nadando en el río y disfrutando con sus amigos cuando un grupo de hombres armados llegó a su pueblo, ubicado en la provincia de Kivu del Sur, en República Democrática del Congo, y les llevaron obligados hasta un bosque. Primero fueron golpeados y torturados. Después, les enseñaron a matar y a secuestrar gente. Tenía 16 años cuando le arrebataron su vida y se convirtió en niño soldado. “Hemos sufrido mucho. Cuando estaba en la selva, me sentía muy mal. Tenía mucho miedo”, dice Jean tras ser rescatado. 

En el caso de Emerson, sus padres fueron brutalmente asesinados por unos hombres armados que atacaron su pueblo en Cabo Delgado, al norte de Mozambique. Él y su hermano mayor lograron escapar, pero su hermana sigue desaparecida. Terminaron en un campo para familias desplazadas por el conflicto y finalmente pudieron reunirse con su abuela. Emerson tan solo tiene ocho años. 

Tampoco ha habido respiro para Aysar, de nueve años, que vive junto a su familia en un campamento en Siria. “Mi vida han sido bombardeos, desplazamientos y tiendas de campaña desde que nací”.

Los testimonios de estos y otros muchos menores han sido recopilados en un informe reciente de Save the Children en el contexto de la campaña global No a la Guerra contra la Infancia, donde la ONG alerta de que el número de niños y niñas que viven en zonas de guerra en todo el mundo se situó el año pasado en casi 200 millones, lo que supone un aumento de casi un 20%, respecto a los 162 millones de 2019.

La organización especializada en infancia lamenta que ni el llamamiento de Naciones Unidas a un alto al fuego mundial ni la pandemia han logrado frenar las guerras. “Es sencillamente espantoso que, a pesar de la COVID-19 y del llamamiento de la ONU, haya más niños y niñas que nunca en el punto de mira de las zonas de guerra más mortíferas –donde ya se enfrentan a más sequías, inundaciones y hambre− y más probabilidades de resultar heridos, reclutados o muertos”, ha dicho la directora general de Save the Children, Inger Ashing, quien recuerda que los conflictos tienen terribles consecuencias para su salud mental, su capacidad de ir al colegio o el acceso a servicios.

Ese incremento se debe, en parte, a los brotes de violencia en Mozambique, país donde el grupo terrorista Al Shabaab causa estragos desde 2017, y a conflictos como el de Afganistán, donde los talibanes tomaron de nuevo el poder el pasado mes de agosto, tras casi 20 años de guerra, o los que asolan la parte oriental de República Democrática del Congo y que han provocado la huida de miles de personas.

La violencia tampoco cesa en Yemen, que lleva años sumido en una guerra civil, ni en Nigeria, donde se suceden los ataques por parte del grupo terrorista Boko Haram.

Estos cuatro países, además, “son los que más están sufriendo el cambio climático y los que se enfrentan a mayores hambrunas” y eso también amenaza las vidas de los menores, dice Save the Children.

Más menores en riesgo de ser reclutados

El análisis, publicado a finales de noviembre, también recoge que 337 millones de niños y niñas en el mundo corren el riesgo de ser reclutados por grupos armados y fuerzas gubernamentales, cifra que triplica los 99 millones que había en 1990. Asimismo, la ONG indica que el total de países en los que se recluta a menores ha ascendido a 39, el más alto en tres décadas.

“Afganistán, Siria, Yemen, Filipinas e Irak tienen el mayor porcentaje de niños y niñas que viven en zonas donde existen grupos o fuerzas armadas que han reclutado” a menores, y eso los expone a un mayor riesgo de reclutamiento, según la entidad.

La pobreza y la imposibilidad de asistir a la escuela –factores que han empeorado con la pandemia– hacen a los niños y niñas más vulnerables, y eso incrementa las posibilidades de que los grupos y fuerzas armadas los recluten. A los menores se les asignan funciones que van “desde la lucha en el frente hasta la vigilancia de los puestos de control”, mientras que otros muchos “se ven atraídos por estos grupos en busca de un sentido de pertenencia, protección contra los abusos, estatus o venganza”.

Jean, el joven congoleño que pudo escapar del grupo armado que lo reclutó, lamenta que otros chicos no hayan tenido la misma suerte. Después de ser rescatado por una organización socia de Save the Children, recuerda que al llegar al pueblo sus vecinos le tenían miedo. Ahora solo quiere volver a estudiar y tener buena salud, ya que los menores utilizados por estos grupos a menudo sufren lesiones, discapacidades, enfermedades mentales o físicas crónicas, así como trastorno de estrés postraumático, violencia sexual.

Menos niñas, pero víctimas de abusos

Por otro lado, aunque las niñas representan un porcentaje más bajo, el 15% de los casos de reclutamiento denunciados por la ONU en 2020, “a menudo son elegidas para actuar como espías, colocar minas y artefactos explosivos improvisados o actuar como terroristas suicidas, porque es menos probable que llamen la atención”. Su género las hace susceptibles de sufrir abusos generalizados y son particularmente vulnerables a la violencia sexual cuando están fuera de la escuela.

En una investigación elaborada con menores reclutados por grupos armados en Burkina Faso, indica el informe, las niñas explicaron que eran ellas quienes cocinaban, buscaban leña, lavaban ropa y reunían información para el grupo. Otras veces eran obligadas a casarse con hombres que pertenecen al grupo. 

Y especialmente preocupante es el reclutamiento en la región del Sahel –Burkina Faso, Malí y Níger–, donde el número de escuelas cerradas a consecuencia de la violencia entre abril de 2017 y julio de 2021 se multiplicó por siete, según el análisis de Save the Children. 

Las niñas corren gran riesgo. “Estoy preocupada por mi aprendizaje. Tengo miedo al embarazo adolescente y al matrimonio infantil; las estudiantes son las que más se casan debido al cierre del colegio”, dice una alumna de 14 años. La pandemia ha provocado el cierre de millones de escuelas en todo el mundo y para muchos estudiantes puede suponer el final de su educación. 

Por todo ello, Save the Children pide a la comunidad internacional un mayor esfuerzo para proteger a la infancia de “los horrores de la guerra”. “No puede continuar así. Sabemos qué podemos hacer frente a los mayores retos de nuestro tiempo y lograr avances notables cuando trabajamos juntos, como el reciente desarrollo de las vacunas contra la COVID-19”, dice Ashing. 

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