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Clima de tensión en Alemania con amenazas y ataques a refugiados y sus defensores

Manifestación de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) en la plaza de Theaterplatz de Dresde, Alemania, el pasado 12 de octubre.

Carmela Negrete

Berlín —

El jefe de Facebook en el Norte de Europa, Martin Ott, está siendo investigado por la fiscalía alemana acusado de “incitación al odio” por no eliminar publicaciones racistas. La red social es uno de los espacios donde se organizan iniciativas ciudadanas en contra de los refugiados, y algunos comentarios especialmente leídos y compartidos en la red y abiertamente xenófobos no son borrados, según la fiscalía alemana.

El jueves la policía berlinesa registraba asimismo una docena de casas particulares y confiscaba teléfonos y ordenadores. Sus dueños están acusados de propagar el odio al refugiado en las redes sociales.

Los ataques e intimidaciones verbales son una realidad que no se queda solo en las redes. El miércoles en el pueblo de Bad Belzig en Branbenburgo, por ejemplo, una refugiada somalí, embarazada de ocho meses, fue atacada por unos desconocidos que la tiraron al suelo y la patearon de tal modo que tuvo que ser atendida en un hospital. Se desconoce su estado. Es solo un ejemplo de las noticias con las que la sociedad alemana desayuna cada mañana. Ataques, insultos, incendios, pintadas racistas... El clima de tensión es cotidiano.

En el teatro Schaubühne en Berlín saben qué significa ser amenazados. Según hizo pública la oficina de prensa, el director Falk Richter recibe innumerables correos en los que lo amenazan de muerte. Su obra se llama “Miedo” y trata precisamente del clima de xenofobia y terror que partidos como Alternativa por Alemania (AfD) o el movimiento Pegida están difundiendo por el país.

Agresores aparentemente “normales”

El pasado 4 de octubre dos hombres, uno de ellos bombero, incendieron un edificio en el que desde el día anterior se encontraban alojadas siete familias sirias, en el pueblo de Altena. Por suerte, todas las personas que estaban en el interior pudieron salvar su vida. Fue un milagro que los vecinos se dieran cuenta a tiempo, ya que antes de rociar el techo del edificio con gasolina, los autores de los hechos habían cortado el cable de la alarma de incendios.

La fiscalía alemana, sin embargo, no encontró tras el ataque una motivación política, xenófoba o de extrema derecha en los culpables. Tampoco lo considera un intento de asesinato porque incendiaron el techo y no el primer piso. Ambos autores fueron puestos en libertad ese mismo día. La decisión de la fiscalía ha suscitado numerosas críticas, pero pone de manifiesto una realidad difícil de esconder: en muchos casos los agresores son personas aparentemente normales, no el típico neonazi.

De ahí que el periodista del diario Tagesspiegel Helmut Schümann se preguntase en su columna en dicho medio “¿Es éste todavía mi país?”, refiriéndose a los insultos y ataques que reciben muchos de los que se posicionan en público a favor de la acogida de refugiados. Dos días después de publicar el artículo, el periodista Schumann fue agredido en el barrio berlinés de Charlottenburg. Un grupo de gente le gritó “asqueroso cerdo de izquierdas” y le pegó una paliza en medio de la calle. Tuvo más suerte que la candidata a la alcaldía de Colonia, que fue atacada con un cuchillo en el cuello por posicionarse a favor de la acogida de refugiados.

Para el comentarista del semanario Der Spiegel Markus Fedelkirchen, un país en el que el presidente del partido “Alternativa por Alemania” en Renania pide que se controle la frontera alemana con armas “y, si es necesario, que se dispare contra los refugiados”, es un país que se dirige a “un clima de embrutecimiento, que solamente encontramos en la misma medida en los años veinte del siglo pasado”. Y con ello se refiere al clima de miedo y de impunidad reinante en la República de Weimar antes del ascenso al poder de Hitler.

La violencia no solo se produce contra refugiados o los albergues en los que éstos viven, sino también entre los propios refugiados. Con el número de refugiados que han llegado en lo que va de 2015, casi 800.000 personas, las autoridades locales tienen poco tiempo para decidir qué hacer con tantas personas y en todas las ciudades importantes se han creado refugios de emergencia.

El problema de dichos lugares es que las personas no tienen intimidad. Son polideportivos, aeropuertos, naves industriales en los que los refugiados tienen que pasar varios meses sin ningún tipo de comodidad y ello genera tensiones. Además de que se trata de culturas y religiones muy diferentes bajo el mismo techo. Esas tensiones, lógicas en un país al que han llegado cientos de miles de refugiados en poquísimo tiempo, son uno de los argumentos de los detractores del derecho al asilo en estos momentos.

A pesar de todo, la canciller alemana Angela Merkel no se asusta ante las preguntas, ni se le ocurre dar una conferencia de prensa a través de una pantalla, sino que ofrecerá una larga entrevista el viernes por la noche en la segunda cadena alemana sobre la crisis de los refugiados. Este se ha convertido en casi el único tema político que ocupa páginas y páginas en los diarios desde este verano.

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