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Conflicto diplomático por una operación errónea de la policía francesa contra un inmigrante en territorio italiano

Varias personas de origen subsahariano esperan en una estación de tren cercana a la frontera con Francia.

Ismael Monzón

Roma (Italia) —

La estación ferroviaria de Bardonecchia es la última y la primera parada. En el modesto apeadero ubicado a los pies de los Alpes termina la línea de tren procedente de Turín y comienza el sendero que conduce hasta Francia. Cada día decenas de migrantes alojados en Italia realizan esta ruta, con la intención de recalar en el país galo. En las últimas semanas la tensión se ha acrecentado en la frontera.

En una pequeña sala de la estación del ferrocarril la ONG Rainbow 4 Africa da cobijo a quienes acuden cada noche. Desde hace meses, este ha sido el único refugio para quienes se atreverán después a emprender el camino, pero esta semana cinco gendarmes franceses irrumpieron en la sala en busca de un joven nigeriano al que confundieron con un traficante de drogas. Le hicieron un control de orina. Resultó negativo.

La policía gala lo venía siguiendo desde que se subió a un tren en París, pero esperaron a que entrase en territorio italiano para abordarlo. Una actuación que ha generado un conflicto diplomático entre ambos países, por el que Italia llamó a consultas al embajador francés.

“Provocación de las autoridades francesas”

El Gobierno de Emmanuel Macron considera que sus fuerzas del orden no hicieron sino cumplir con un acuerdo firmado en 1990, por la que los agentes aduaneros franceses pueden actuar en territorio del vecino. No obstante, ambos países han congelado ahora la colaboración, mientras la fiscalía de Turín investiga el caso.

“Al ver a los gendarmes entrar armados, nuestros voluntarios se asustaron”, señala por teléfono Paolo Narcisi, presidente de Rainbow 4 Africa. La ONG fue la primera en denunciar el incidente, calificándolo como una “provocación” de las autoridades francesas, aunque ahora Narcisi trata de llamar a la calma. “Ahora está todo tranquilo, la situación es la que había antes, con 15 o 20 migrantes que llegan cada día”, señala.

Las autoridades cedieron al ayuntamiento de la localidad la gestión del espacio donde opera Rainbow 4 Africa. El consistorio permitió que lo ocupara un grupo de voluntarios que facilita mantas y un techo a los recién llegados. Un médico y un enfermero atienden las emergencias, mientras un mediador cultural les ofrece información a los migrantes.

Un guía detenido por ayudar a una mujer embarazada

Hace unas semanas se produjo otro incidente en el mismo punto, cuando las fuerzas del orden galas detuvieron a un guía alpino que atendió a una mujer embarazada. En un caso que recuerda al de la acusación en Italia contra Proactiva Open Arms, las autoridades francesas acusaron a este hombre de favorecer la “inmigración clandestina”, un delito por el que le podrían condenar a cinco años de cárcel.

Antes de comenzar el invierno, la ruta comenzaba a unos pocos kilómetros de allí, en el Pian del Colle, donde se abre un camino de montaña que termina en Francia después de unas seis horas a pie. Con la llegada del frío, una capa de nieve de más de un metro y medio de grosor convirtió el paso en un lugar impracticable.

Todavía algunos se atreven a intentar atravesar los Alpes por este punto, sin más atuendo que unos pantalones vaqueros, zapatillas deportivas y una mochila. Siguen las instrucciones de otros compañeros a través del teléfono o consultan el mapa en sus teléfonos móviles.

Migrar a través de los Alpes

Para muchos de ellos es la primera vez que ven la nieve. Los servicios médicos han tenido que atender al menos 300 personas con síntomas de hipotermia. Algunos casos han llegado a la amputación de dedos del pie.

En los últimos meses muy poca gente ha conseguido pasar por aquí, lo que ha obligado a buscar alternativas. Retrocediendo con el tren se llega a la estación de Oulx, desde donde se toma un autobús hasta la localidad de Claviere, todavía en territorio italiano. Desde allí comienza otra ruta, mucho más corta, que termina en el municipio francés de Montgenèvre. El camino se hace de noche, con temperaturas que van desde los -15 a los -20 grados, atravesando las pistas de esquí de fondo.

En algunos casos, la policía francesa detiene a los migrantes y los devuelve a suelo italiano, como ocurre en la frontera de Ventimiglia, que ambos países comparten. Pero la realidad es que cada día logran cruzar por este punto unas 20 o 30 personas. “Era algo muy notorio y aún así lo conseguían. Las autoridades francesas han estado durante este tiempo fingiendo que vigilaban, pero en la práctica miraban para otro lado”, opina Davide Rostan, voluntario de la iglesia evangélica valdese en la zona.

Por eso Davide se pregunta por qué ahora la policía gala ha protagonizado este incidente, cuando “podían haber parado a este chico en Francia y lo hicieron en el único lugar en el que estaban seguros de que aparecerían en los periódicos el día siguiente”. Una de las hipótesis del voluntario es que podrían “haberle mandado un mensaje a las autoridades italianas para que controlaran mejor sus fronteras y no les dejaran pasar a Francia”.

Cuando los migrantes llegan a territorio francés, algunos voluntarios les ayudan a llegar en coche a otro centro de acogida gestionado por la ONG Briser les Frontières en el municipio de Briançon. Allí también les asesoran en materia legal y les ofrecen un respiro antes de que vuelvan a subir a otro tren con destino a las principales ciudades del país.

“Nosotros les informamos de que la vida en Francia no será necesariamente mejor, que no les espera ningún paraíso”, explica Davide Rostan. Sin embargo, llegan con un nivel de desconfianza que difícilmente les hace cambiar de idea. La mayoría de quienes quieren cruzar a toda costa proceden de países africanos francófonos, por lo que al menos el idioma allí juega a su favor. Rostan añade que “algunos quieren solicitar el asilo en Francia, pero otros muchos ya lo han obtenido en Italia. El problema es que, una vez conseguido, no encuentran trabajo y huyen hacia delante”.

Malienses, guineanos o marfileños colapsan el edificio de Briser les Frontières, muchos de ellos en chanclas y calcetines pese a que a unos pocos kilómetros se ven los Alpes nevados. La única muerte confirmada se produjo también hace unos días, cuando una mujer embarazada que padecía un tumor falleció poco después de dar a luz. Los voluntarios temen que cuando llegue el verano y se fundan las nieves se encuentren cuerpos sin vida de quienes nunca se supo que se adentraron en la montaña.

Mientras tanto, los migrantes siguen llegando. En el municipio de Claviere han ocupado una iglesia para protegerse del frío, ante el enfado del párroco, que solo les ha permitido quedarse después de reunirse varias veces con el obispo de la zona. Desde allí la vista alcanza para divisar Francia, donde ahora sí la policía parece vigilar con celo sus fronteras.

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