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Arabia Saudí quiere ejecutar a un poeta palestino por “renegar del islam”

El poeta palestino Ashraf Fayadh, condenado a muerte por Arabia Saudí por promover el ateísmo. | Foto: Particular / Amnistía Internacional.

Laura Olías

“Muchos de nosotros estamos todavía en shock”, admite la traductora y poeta Mona Kareem. Es amiga del artista palestino Ashraf Fayadh que ha sido condenado a muerte por un tribunal de Arabia Saudí por apostasía, es decir, renegar del islam. Kareem reconoce que la represión y la aplicación de la pena de muerte son recurrentes en el país, pero no esperaba esta decisión contra “un poeta” por el contenido de su obra. Esta semana, los familiares de Fayadh, que ha negado los cargos que pesan contra él, presentarán el recurso contra la pena. “Después tiene que haber un juicio, pero no hay margen de tiempo para ello”.

Ashraf Fayadh, de 35 años, es un poeta palestino pero que ha nacido y crecido en Arabia Saudí. Sus padres llegaron hace décadas al país buscando un futuro mejor, un refugio cuya ausencia desgranó Fayadh en sus poemas.

“Mi abuelo permanece desnudo cada día,

sin exilio, sin creación divina...

yo ya he sido resucitado sin un toque sagrado en mi imagen.

Soy la experiencia del infierno en la tierra....

La tierra

es el infierno preparado para los refugiados“

Mona Kareem ha traducido del árabe al inglés algunos de los versos que, como los precedentes, han puesto contra las cuerdas a su amigo Ashraf Fayadh. Los escritos forman parte del libro Instrucciones en el interior, de 2008, cuya distribución prohibió Arabia Saudí y que han sido utilizados en su contra: le acusan de querer alejar al lector del islam.

Los hechos se remontan a agosto de 2013, cuando un ciudadano saudí denunció a Ashraf Fayadh por promover el ateísmo y propagar la blasfemia entre los jóvenes. Aunque fue detenido por la Mutaween (la Policía religiosa saudí) y liberado al día siguiente, le volvieron a detener en enero de 2014. Sus amigos creen que fue detenido por grabar a la Policía religiosa mientras daban de latigazos a un hombre en la ciudad de Abha, al suroeste del país.

En 2014, también lo acusaron “por infringir el artículo 6 de la Ley de Delitos Informáticos del país por hacer fotografías de mujeres y almacenarlas en su teléfono”, recoge Amnistía Internacional en la acción urgente que ha lanzado para evitar su ejecución. En el juicio de abril de ese año, un juez le condenó a cuatro años de prisión y a 800 latigazos. Ashraf Fayadh negó entonces las acusaciones y defendió su respeto por dios. El caso fue remitido al Tribunal General, que ha sido el que ha condenado finalmente al artista a la pena de muerte. Según denuncian Kareem y Amnistía Internacional, a Fayadh se le negó el acceso a un abogado, “pese a violarse claramente con ello el derecho internacional y la legislación saudí”, condena AI.

“La familia está rota y es vulnerable. El padre de Ashraf entró en coma después de conocer la noticia de la condena de su hijo y ha muerto en el hospital”, cuenta Mona Kareem, que mantiene contacto diario con los parientes de su colega desde Estados Unidos, donde reside. Asegura que familiares del poeta están intentando ayudarle y “han sido amenazados por ello”. “Han hablado con la prensa local pidiendo a las autoridades saudíes que paren esta injusticia creada por la policía moral”, añade. Las manifestaciones públicas sobre suelo saudí no son una opción: “Una protesta sobre el terreno es demasiado arriesgada, especialmente en el caso de un poeta refugiado acusado de ateísmo”.

La cultura se mueve a favor de Fayadh

La artista, nacida en Kuwait, aún se agarra al recurso que presentará esta semana la familia y pide cuanto más ruido, mejor. Organizaciones como Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional han condenado la represión de Arabia Saudí contra el poeta palestino en lo que consideran un atentando contra la libertad de expresión. “Independientemente de lo que dijo o no Fayadh, Arabia Saudí debe dejar de arrestar a la gente por sus creencias”, denunció Sarah Leah Whitson, directora de HRW para Oriente Próximo.

Una iniciativa de recogida de firmas en Change.org ha sumado el apoyo de 137.600 personas, que piden al Ministerio de Asuntos Exteriores español y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que insten a Arabia Saudi a liberar a Fayadh.

Desde el mundo de la cultura, han nacido varias acciones para presionar a las autoridades saudíes. Una carta firmada por más de 200 poetas y escritores en la página de la organización PEN Internacional. Entre los apoyos, Ashraf Fayadh cuenta con la firma de Chris Decon, director de la Tate Modern (Museo Nacional Británico de Arte Moderno), la poeta británica Carol Ann Duffy y el poeta sirio Adonis.

Mona Kareem destaca la importancia de la fuerza que pueden ejercer los escritores y artistas reconocidos. “Eso puede marcar la diferencia”. Sus esperanzas son aun así limitadas. “Es bueno que los medios y las ONG recojan su historia. Pero vimos el caso de Raif Badawi, y a pesar de las críticas y la presión, Raif todavía está pagando por ello. Debemos seguir intentándolo”. El bloguero Raif Badawi, que ha recibido este año el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, está condenado a diez años de prisión y a 1.000 latigazos por “insultar al islam” desde su página web, 'Free Saudi Liberals', en la que cuestiona a los líderes religiosos de su país.

Arabia Saudi dispara las ejecuciones

Kareem reconoce que en este tiempo en el que Ashraf Fayadh ha estado en la cárcel ha sentido en muchas ocasiones que su amigo estaba solo. Que su historia no importaba. Porque Ashraf solo es una entre las muchas personas que son condenadas a la pena capital en Arabia Saudí. Amnistía Internacional ha alertado de que, con las 551 ejecuciones de las que tiene constancia este 2015, la justicia del país ha alcanzado el nivel más alto de aplicación de la pena de muerte desde 1995.

“En lo que va de año se ha ejecutado a una persona cada dos días de media. El número de ejecuciones anuales en Arabia Saudí en años recientes rara vez ha excedido de 90”, critica AI. La organización, que se opone a la pena capital en todos los casos, considera alarmante que casi la mitad de las personas ejecutadas este año estaban acusadas por “cargos que no cumplían el criterio de 'los más graves delitos' por los que el derecho internacional permite imponer la pena de muerte”.

La ONG ha iniciado en los últimos meses varias campañas ante la imposición de la pena capital a jóvenes que cometieron presuntamente los delitos de los que los acusan cuando eran menores de edad, algo que prohíbe la Convención de los Derechos del Niño. Es el caso de Ali Mohammed Baqir al-Nimr y otros dos jóvenes activistas chiíes, detenidos cuando eran menores de edad tras haber participado en concentraciones en contra del gobierno. Hoy pesan sobre ellos condenas a muerte a pesar de que todos indican que confesaron después de sufrir torturas.

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