La muerte al acecho en la Franja de Gaza
Los palestinos de la Franja de Gaza viven en continua tensión. Bombas sónicas diarias producidas por los cazas israelíes para aterrorizar a la población, bombardeos ocasionales, falta de medicamentos. Todo, en el contexto de un bloqueo que dura ya más de 7 años. En el enclave costero palestino aquellos que arriesgan sus vidas diariamente son los agricultores cuyas tierras se extienden a pocos metros de la línea verde (la línea de armisticio arabo-israelí de 1949) y los pescadores.
En 2009 tras la devastadora guerra contra la Franja de Gaza el ejército israelí lanzó panfletos a la población donde advertía de la implementación de nuevas zonas de seguridad. En esta ocasión las llamadas “Áreas de Acceso Restringido” (ARA en sus siglas en inglés) comenzaban a los 300 metros de la línea verde y a partir de las 3 o las 6 millas náuticas de la costa, dependiendo de las arbitrarias “razones de seguridad”.
Las ARA son zonas donde la circulación de personas está restringida y, en el caso de sobrepasarlas, los soldados israelíes tienen luz verde para disparar a matar. El nuevo perímetro de “seguridad” ha acabado con el 35% de la tierra cultivable de la Franja de Gaza, el 17% del territorio total. En la costa, el 85% de las áreas marítimas autorizadas por los Acuerdos de Oslo están fuera del alcance de los pescadores palestinos.
Según datos de la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos de Coordinación Humanitaria (OCHA) alrededor de 178.000 palestinos de la Franja se ven afectados por estas restricciones. Las pérdidas económicas son abundantes, pero también lo son las víctimas mortales o los palestinos heridos al intentar acceder a sus tierras colindantes con las áreas restringidas o faenando en las costas.
“El principal problema es que este sistema de imposición de una zona de seguridad es totalmente ilegal,- cuenta Hamdi Shaqqura, director de la unidad de Desarrollo Democrático del Centro Palestino para los Derechos Humanos.- Israel dice que los palestinos han abandonado esas zonas, pero en realidad no es así. No estamos hablando de una zona de seguridad existente entre dos países o sobre una zona de no circulación que ha sido acordada entre dos partes. Esta es una zona impuesta por una orden militar israelí sobre tierra y mar.”
Según el informe 'Under Fire' ('Bajo fuego') publicado recientemente por el Centro Palestino para los Derechos Humanos, entre 2006 y mayo de 2013 se registraron 544 tiroteos contra civiles palestinos en los que 179 murieron y 751 resultaron heridos. A la ilegalidad de las zonas restringidas se suma también la arbitrariedad con la que el ejército israelí dispara, ya que los ataques se suceden más allá de los 300 metros de la línea verde o a una sola milla de la costa.
Un falso 'cese al fuego'
El 21 de noviembre de 2012 se firmaba el cese al fuego entre Israel y Hamás tras ocho días de bombardeos. Sin embargo, a pesar de que el acuerdo permite el libre movimiento para agricultores palestinos hasta el borde de la línea verde, en los últimos meses las incursiones terrestres israelíes han ido en aumento.
“Nunca sabemos con seguridad hasta dónde podemos acercarnos- explica Bahyat.- Para nosotros es un riesgo cultivar cerca de la línea verde porque en cualquier momento podemos perderlo todo. Ni siquiera puedo contratar a alguien para que venga a ayudarme. Nadie quiere trabajar aquí.”
Tanques, excavadoras blindadas y miradores móviles avanzan un día sí otro no sobre tierras palestinas destrozando los cultivos y aplanando el terreno. Es en las zonas con peor visibilidad para los soldados donde más incursiones tienen lugar, como es el caso de la zona de Khuza'a. Allí una campesina, Rinad, sorteó milagrosamente la muerte el pasado mayo de 2013.
“Estaba cosechando trigo a 500 metros de la línea verde. Vi a un soldado que subía a una colina, lo vi con mis propios ojos y seguí trabajando. Yo estaba moviéndome, cosechando, sentí que algo me tocaba la cabeza y me empezó a bajar sangre por la frente. El soldado me había disparado. Está claro que quería matarme, quería dispararme. Él vio claramente que yo era una mujer que estaba trabajando”, cuenta Rinad.
El pasado 13 de febrero Ibrahim Mansour murió al ser disparado por un francotirador israelí mientras recogía gravilla al norte de la Franja de Gaza. Ocho días después resultaba herido grave un palestino de 13 años en el mismo lugar donde siempre acudía con su rebaño. El menor fue disparado por soldados israelíes en la pelvis, pero no pudo ser evacuado hasta pasadas las horas ya que los soldados abrían fuego a discreción cada vez que alguien intentaba aproximarse al niño. Ya en el hospital tuvieron que extirparle los testículos.
Cuando el 21 de noviembre de 2012 Jamal escuchó en las noticias que Israel abría el mar a los pescadores palestinos hasta las 6 millas náuticas decidió salir a faenar. “Estábamos a dos millas de la costa –cuenta Jamal- y, de repente, las embarcaciones israelíes llegaron hasta nosotros y dispararon un obús directo al motor de la barca. Entonces empezaron a gritarnos por megáfono que nos quitáramos la ropa y saltáramos al mar. Hacía mucho frío y el agua estaba helada”.
Junto a Jamal se encontraba su hijo Khader al que los pescadores no lograron rescatar a tiempo antes de que dos lanchas de la marina israelí aparecieran disparando. “Mi hijo se quedó dos horas en el agua hasta que los israelíes se dignaron a subirlo a su embarcación. Desnudo, le apuntaron en la cabeza con un arma, le esposaron por detrás, y estuvo así 3 horas”.
Cuando Jamal ya estaba convencido de que no volvería a ver nunca más a su hijo recibió una llamada de un hospital en Gaza: su hijo estaba vivo, había sido liberado tras pasar tres horas retenido, desnudo. Los israelíes le habían echado al agua cerca de donde se encontraba una barca pesquera palestina que lo recogió.
A Mussa'ad un ataque israelí semejante le destrozó la barca y le perforó el fémur. “Nos habían dicho que podíamos llegar hasta las 6 millas náuticas. Llevamos un GPS siempre que indica a cuantas millas estamos. Pero llegaron dos embarcaciones de la marina israelí y empezaron a disparar contra mi barca. El motor se prendió fuego y una bala de 25 mm me entró en la parte superior del fémur.”
Los soldados israelíes le arrestaron. En Ashkelon le extrajeron la bala y a las pocas horas lo liberaron a través del paso de Erez- Beit Hanoun. “Desde ese día no he vuelto a trabajar. Esto es inhumano, nos están castigando a mí y a mis hijos.”
Los palestinos denuncian que las agresiones y el acoso a pescadores es diario.
“Según la marina israelí y las autoridades israelíes los palestinos pueden acceder hasta las 6 millas náuticas.- dice Shaqqura del PCHR-, pero los pescadores están siendo disparados hasta 1 milla náutica de la costa. Están siendo arrestados, sus barcas y sus redes confiscadas. Esto es a diario.”
El uso excesivo de la fuerza del ejército israelí es muy común en las “áreas de acceso restringido”. Las temporadas de recogida o siembra, en las zonas agrícolas, o las temporadas de pesca abundante, son las elegidas para atacar indiscriminadamente a los palestinos.
“Nosotros en el PCHR creemos que la comunidad internacional se mantiene callada ante cualquier violación de la ley internacional o crimen cometido por Israel contra el pueblo palestino, y esto anima más a Israel a continuar con esta política”, apunta Shaqqura.
Tras años de ocupación y bloqueo, la muerte acecha día a día en la Franja de Gaza. Los agricultores y pescadores hacen un llamamiento a los activistas internacionales. Algunos llegan, no muchos, de varias partes del mundo para formar parte de cuadrillas que hacen de escudo humano para proteger a los trabajadores palestinos. Porque, ante la falta de justicia y de cumplimiento de los derechos humanos y la ley internacional, la solidaridad es su única esperanza.